Pero las últimas elecciones generales celebradas en el país heleno, el pasado seis de mayo, han arrojado unos resultados tan disparatados (aunque perfectamente legítimos) que, enmarcados por la enorme crispación social y la crisis económica reinantes, hacen que su gobernanza esté en serio peligro en los próximos tiempos.
Tanto es así, que a falta de soluciones mejores se ha nombrado como primer ministro al presidente del Consejo de Estado y se ha fijado una nueva fecha para unas próximas elecciones, que se celebrarán el 17 de junio.
Todo porque ni las dos principales coaliciones ni el resto de las que tenían tal posibilidad han querido o han sido capaces de establecer alianzas para formar un gobierno estable. Y, como era de esperar, la unión no parece estar satisfecha ni con los resultados de los comicios ni con la incapacidad de la clase política griega para llegar a un acuerdo.
El principal problema es que los dos partidos históricamente preponderantes, PASOK y Nueva Democracia, los dos únicos que defienden la vía restrictiva para salir de la crisis, han pasado de poseer más de un 70 por ciento de la representatividad del parlamento a diluirse en el fragmentado mapa político resultante con poco más del 32. Y, por si esto fuera poco, los partidos radicalmente contrarios a la línea de actuación impuesta por Merkel, hasta ahora carentes de poder, han subido como la espuma impulsados por el hartazgo.
Entre estos se encuentra una coalición compuesta por nacional socialistas xenófobos y homófobos, con un nombre tan estrambótico y escalofriante como “Amanecer dorado”, que ha conseguido, sin que uno pueda comprender por qué, una nada desdeñable representación parlamentaria de 21 escaños sobre un total de 300. Por dar una pincelada, su líder es un personaje tan siniestro que algunos ya vaticinan, literalmente, que Satán ha llegado al parlamento.
Pero, al margen de la compleja gobernanza y los recién llegados al hemiciclo, la dificultad de que Grecia salga del euro parece no residir únicamente en el hecho de que con Grecia fuera de él, el proyecto social y económico transnacional se vería simbólicamente tocado. Estamos, más bien, ante inconvenientes de tipo financiero difíciles de sufragar.
Hay que tener en cuenta que las interrelaciones establecidas entre el resto de países y Grecia harían que, una vez que esta estuviese fuera del territorio euro, dichos países tendrían que afrontar pérdidas millonarias. En el caso de Francia, por ejemplo, la cifra ascendería a los 50 mil millones de euros, que serían 75 mil para Alemania.
Otro de los curiosos efectos secundarios de la salida de Grecia del euro sería que, al parecer, según están manifestando cada día los mercados con su obsceno lenguaje cifrado de alimañas especuladoras, por el hueco dejado por ese país al saltar de la escorada nave podrían precipitarse al vacío otras economías como, por ejemplo, la española, a pesar incluso de su gran tamaño.
Estas sombras, la del posible rescate y la mucho más lejana de la salida del euro, planean sobre España desde que su sistema financiero, autocatalogado hace dos años por nuestros preclaros dirigentes como uno de los mejores del mundo, parece tambalearse como un castillo de naipes marcados.
Para quien no esté al corriente de los últimos acontecimientos, sucede que Bankia, la cuarta entidad bancaria más grande del país, ha sido intervenida y nacionalizada por el Estado para evitar su hundimiento. Y, acto seguido, Europa ha solicitado una auditoría independiente de las cuentas de todos los bancos españoles porque, al igual que ocurre con una buena parte de la ciudadanía, Bruselas no se cree lo que el ejecutivo de Rajoy y sus adláteres les cuentan al respecto.
En cualquier caso, existe un contrapeso de prestigiosos intelectuales y economistas que consideran absolutamente imposible que ni el euro vaya a desaparecer ni que cualquiera de los países que lo utiliza vaya a abandonar esta divisa. Aunque, también es cierto que alguno de estos mismos teóricos sospecha que el colapso, más allá de ser económico, parece haberse producido en la inteligencia de las élites que manejan el sino de la unión, en cuyo caso cualquier cosa es posible.
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