Sin embargo, bajo su punto de vista, el camino no pueden serlo los estímulos, y el crecimiento no debe costar necesariamente dinero. Aunque, paradójicamente, Alemania sacara a su economía de la recesión en el 2008/09 con un plan de estímulo récord de 81.000 millones de euros.
Al menos, Merkel reconoce que el pacto fiscal es insuficiente para superar la crisis. "Por eso se debe desarrollar de manera paralela una política que fomente el crecimiento y el empleo, que devuelva la competitividad a los estados, pero no un crecimiento a base de crédito", explicó.
Estamos de acuerdo. Encomendar el crecimiento de las naciones a la perversa espiral crediticia no es lo más razonable. En este sentido, según la política, "el crecimiento sostenible está basado más que en el crédito en la educación y la investigación, y en el fortalecimiento de la innovación de las empresas de pequeño y mediano tamaño".
Hablamos, por tanto, de un modelo inverso al que se está aplicando, por ejemplo, en España donde, con el aplauso de la propia Merkel y en nombre de la austeridad, se están reduciendo de forma muy relevante el gasto en la educación, la I+D+I y la ciencia, sin combatir plenamente el fraude fiscal ni la evasión de las grandes fortunas.
Ante esta propuesta, surgen dos cuestiones que Merkel debiera aclarar: ¿Con qué si no es con capital pueden impulsarse todas esas áreas fundamentales de las que ella habla en países con las arcas vacías? Y, si estas mismas naciones carecen de capital para invertir, ¿por qué en lugar de prestar cientos de miles de millones de euros procedentes del BCE (Banco Central Europeo) a la banca a un interés irrisorio (para que esta a su vez lo preste a los Estados, obteniendo amplios dividendos) no se les presta a los países, necesitados de una financiación a bajo coste?
De todos modos, sí son factibles y resultan imprescindibles para la búsqueda de un mejor paradigma y en todos los escenarios posibles, la eficiencia y la mesura en el gasto, un adecuado dimensionamiento del sector público y la implementación de todas las estructuras estatales, incluyendo la sanidad, la educación y los ámbitos administrativos.
Merkel espera abordar esta nueva línea de actuación en la próxima cumbre de la UE con el nuevo máximo mandatario francés que salga elegido en la segunda vuelta de las presidenciales que se celebran este fin de semana.
Serán curiosos los resultados de estas disquisiciones. Porque, evidentemente, la líder alemana sigue mostrando su rechazo a la iniciativa del socialista François Hollande de renegociar el pacto fiscal. Y MUY PROBABLEMENTE SERÁ ÉL QUIEN OCUPE LOS CUATRO PRÓXIMOS AÑOS EL PALACIO DEL Elíseo de París, y quien muestre muchas otras discrepancias con la canciller. Si bien Merkel asegura que forma parte de su responsabilidad política cooperar con cualquier presidente francés.
Ahondando en sus verdaderas motivaciones, ¿no será que Merkel peca de cínica y egoísta, y más que buscar el beneficio de toda la unión, se ha dado cuenta de que si se enfrían las economías en torno a Alemania merced a las políticas restrictivas (que es justamente lo que está sucediendo), bajarán ostensiblemente sus exportaciones enfriando también la suya propia?
En cualquier caso, debemos ser cautos y esperar a ver en qué forma se plasma esta nueva línea de actuación apuntada por la dirigente alemana, que confluirá con las intenciones de Ollande quien, quiera o no quiera, acabará siendo su nuevo y disonante socio estratégico.
Ambas circunstancias chocarán de una u otra forma con el pasado más reciente. Y solo cabe esperar que el futuro deje de ser tan incierto y desolador como lo ha sido hasta ahora.
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