El fenómeno Semilla, entendido ya no como un mero partido político sino que, regresando a sus raíces constitutivas, como un movimiento surgido en el 2015, sembró un aire de esperanza en la ciudadanía guatemalteca, en la posibilidad de volver a la limitada institucionalidad democrática perdida en los últimos años, las personas han salido a las calles a exigir que se respete su decisión a través de las urnas, las diversas manifestaciones en redes sociales, medios de comunicación y la misma calle, muestran la lucidez de la población guatemalteca ante la necesidad de una transformación en las estructuras del Estado, o que, al menos, se sienten las condiciones institucionales mínimas para lograrlo.
La población exige un Estado con un gobierno que realmente piense en el bien común y no en interés sectoriales y personales. Aquellos que creían que el Estado de Guatemala les pertenece se ven acorralados ante la inminente aparición de una posibilidad de saneamiento de las instituciones y acabar con el entramado de achichincles, sicofantes, leguleyos y esbirros que procuran impunidad ante el saqueo masivo del Estado.
Sí, Guatemala puede pasar de la disputa por la “guayaba” a realmente ser un “Estado”, o a volver a la poca estatalidad y eso les da miedo. Les aterroriza un Congreso con tan alta participación de una visión socialdemócrata progresista, les quita el sueño regresar a remembrar el periodo de 1944-1954 en el que Guatemala sembró las bases para un país pensando en el desarrollo, en su población, en la educación, fuera de privilegios espurios, lejos de pactos de corrupción y achichincles vendepatrias.
Tras 69 años de dictaduras y gobiernos tibios y traicioneros al país, Arévalo es la esperanza encarnada de lo que Guatemala merece para tomar su rumbo y lograr establecer algunos puntos de inflexión ante la tragedia a la que nos ha orillado el Pacto de corruptos durante décadas. La sociedad tiene sed de justicia, de progreso, de oportunidades y de bienestar.
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Claro está que un gobierno en cuatro años no podrá cambiar la totalidad de debilidades y vulneraciones creadas en nuestro país, pero el deseo de cambio está latente en el ambiente, la primavera tiene un aroma, y ese aroma es de esperanza. Las y los guatemaltecos hemos expuesto nuestra inconformidad rechazando la línea de “trabajo”, si así se le puede llamar a lo actuado por los tres Órganos del Estado, y puntualmente se ha mostrado un rechazo y un hartazgo ante las acciones realizadas por el Ministerio Público, la Corte Suprema de Justicia, la Corte de Constitucionalidad e incluso la misma Rectoría fraudulenta de la Universidad de San Carlos.
Parece que el pacto da patadas de ahogado con intentos absurdos, sin siquiera pensar en la capacidad de movilización que una ciudadanía cansada del abuso puede llegar a generar. Nos quisieron robar todo, alguna vez nos robaron incluso hasta las palabras y tergiversaron sus sentidos, un excandidato presidencial y delincuente confeso en los Estados Unidos llegó a decir que “solo el pueblo salva al pueblo”. Poca razón no llevaba, es la organización de todo un pueblo alrededor de la posibilidad de construir de nuevo una Nación la que nos convoca de cara al futuro.
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