El mundo según el canciller Carrera
El mundo según el canciller Carrera
Fernando Carrera es un ave rara en la política nacional. Rara en este gobierno conservador, desde donde propone relajar la persecusión contra consumidores de drogas, vender a farmacéuticas la amapola sembrada para los narcos, votar a favor de Palestina en el Consejo de Seguridad o intensificar la relación económica con México, Colombia y Cuba, antes que avanzar en la integración política centroamericana.
Fernando Carrera (Ciudad de Guatemala, 1966) vivió su infancia y adolescencia en Costa Rica porque su familia huía de la represión política. Es economista y políglota, hizo una maestría en Cambridge, trabajó en Unicef en Ecuador y Cabo Verde y volvió al país en 2008 para dirigir el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales. No conocía en persona a Otto Pérez Molina hasta que éste lo invitó a ser su Secretario de Planificación, elaboró la propuesta para debatir la regulación de las drogas y en un año pasó de un espacio marginal en el gobierno a ser el canciller de la República y uno de los consejeros del Presidente.
A diferencia de la entrevista del año pasado a su antecesor, Harold Caballeros, marcada por la antipatía personal entre periodista y ministro, este texto peca de lo opuesto.
1. Integración centroamericana
En la política exterior del gobierno de Otto Pérez Molina, la gran ausente es la integración centroamericana y sólo se habla de la región en relación con el crimen organizado. ¿En su administración de la Cancillería escucharemos algo de esto?
Es más una percepción que una realidad. Centroamérica está muy institucionalizada. Tengo dos meses en el cargo y cuatro veces me he visto con los cancilleres de la región. Es una relación muy cercana. Tanto a nivel bilateral como de todos los países. Estamos comprometidos con la reforma de la integración centroamericana. En Chile (en la cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica) hablamos de una reforma. Guatemala suscribió los seis principios básicos para la reforma del Sistema de integración de Centroamérica (Sica). Hay un diálogo muy fluido.
No obstante, esta institucionalidad y este diálogo son muy débiles y no permiten dar pasos trascendentales. Y en momentos claves, como la iniciativa de Guatemala de poner en el tapete mundial la regulación de las drogas -que es la propuesta más importante desde Esquipulas–, Guatemala no pudo convocar al resto del CA-4 (El Salvador, Honduras y Nicaragua).
Diría que no hay eso, sino todo lo contrario. Del año pasado para acá hemos avanzado mucho con el tema de las drogas. No es una iniciativa centroamericana porque no fue forjada como tal. Pero lamentablemente la cumbre centroamericana no tuvo el eco que esperábamos. Pero, aunque no empezó así, no quiere decir que no haya funcionado en el tema de estrategias de combate a las drogas en Centroamérica.
En la última reunión que tuvimos del Sica con México, en Costa Rica, Nicaragua, que había manifestado más dudas, al final dijo que estaba de acuerdo. El Salvador dijo que estaba de acuerdo después de varios cambios que hicimos al texto. El tema es el diálogo, poder construir posiciones comunes.
Hay un supuesto que estás diciendo en el que yo no estaría tan de acuerdo. Que el valor de la integración centroamericana está en que cada día haya mayor integración política. La integración política es una bonita idea, pero no fácil de alcanzar. La coordinación política de los Estados es algo factible, pero exagerar los procesos de unificación es algo con lo que hay que tener mucho cuidado. Creo que Europa lo tiene muy claro, que en un proceso de unificación llevado a extremos, en el caso de Europa, la unidad monetaria trajo desaciertos más que ventajas. Puedo darte otros ejemplos en África. En Centroamérica nos hemos beneficiado de una aproximación pragmática donde hemos visto beneficios como el mercado común centroamericano, que fue un éxito. Generó una base industrial y todos los países generaron una base de manufactura lineal. Y generaron un mercado interno urbano. Estas cosas han continuado fortaleciéndose y no debilitándose. Hay más negocios en Centroamérica y más relacionamiento social y cultural. Hoy estamos más cerca que nunca. Yo creo que estamos caminando bien. Lo que nos está sucediendo es normal. No estamos avanzando en las partes duras de la integración, del proceso, las políticas, que sería como la Unión Europea. Creo que hay que aproximarse a esas formas de unión. Creo que a veces los seres humanos abusamos de la historia y no nos damos cuenta que los procesos e integración política toma mucho más tiempo de lo que consideramos posible. Veinte años de la historia política pueden ser para un ser humano algo muy largo.
Me decía que eran percepciones sobre esta desunión, pero Guatemala salió acusando a los presidentes centroamericanos de haber boicoteado la primera reunión sobre las estrategias de drogas.
Después de ese hecho ha habido siete cumbres donde el entendimiento ha sido muy bueno.
Pero es un hecho, no son percepciones. Y hay diálogo y entendimiento, pero en intenciones. Cubrí la Cancillería desde 2002 y estamos llenos de resoluciones que dicen avanzar en la integración política y no se avanza en nada.
En ningún país centroamericano estamos locos por la integración política. Lo importante es que los países se están uniendo. Lo importante son los intercambios culturales y económicos. Hay tendencias demográficas, cada vez Centroamérica es más urbana y nos da una homologación muy diferente. Me parece que hacés una lectura negativa a largo plazo porque lo político no avanza.
Me queda claro que la integración política no es una prioridad.
No es una prioridad.
De 1990 para acá cuatruplicamos el comercio en Centroamérica. En Europa la integración política les ha servido de colchón para soportar la crisis y para tener un sentido de “Europa” entre los ciudadanos. La integración económica necesita poco de los Estados, porque los únicos que la han integrado son los empresarios. Y los otros que han visto a la región como una sola son los del crimen organizado. Los ciudadanos y los políticos somos los que todavía no vemos a Centroamérica como una.
Hay movimientos sociales, de derechos humanos, hay diálogos de sociedad. No solo es un espacio de empresarios. Un ejemplo, una empresa pequeña en Guatemala que surgió en los ochenta, que ahora tiene 50 empleados y tiene conexiones en San Pedro Sula, Managua, San José. No es un tema de que se integran solo los grandes capitales. Las cooperativas. Uno mira el plano más amplio que solo ciertos sectores. Hay una leyenda negra sobre esto. Incluso los medios digitales (se integran). Ustedes (Plaza Pública) formaron un espacio junto a Nicaragua (Confidencial) y El Salvador (El Faro), es algo normal. Viajar en Centroamérica se ha vuelto más fácil. Yo siento que se ha fortalecido y no debilitado. Otro factor es la cantidad de migrantes centroamericanos en Estados Unidos que ha hecho que las comunidades se comuniquen más. Por eso, en general te diría que Centroamérica no se está debilitando, sino fortaleciendo. Cada vez es más sólida. Estamos listos para un crecimiento, al sur de México, al Caribe. Por eso es importante el diálogo con Cuba y Colombia.
2. Integración con México, Colombia y Cuba
Falta una integración centroamericana más allá de los empresarios y de los criminales. Hay una ignorancia muy grande entre las sociedades. Guatemala no tiene idea de lo que ocurre en Honduras, ni en Nicaragua... Pasemos a lo de México, Cuba y Colombia. ¿No sería un riesgo pensar en ampliar cuando hay tantas lagunas adentro?
Eso pensábamos hace diez o quince años y hemos logrado superar esa idea de que tener más comunicaciones resultara una amenaza. Es todo lo contrario. Discrepo de la interpretación de que el mercado es el único conductor; lo que pasa es que es un tremendo conductor. El comercio tiene mucha ventaja. Los comerciantes sólo piensan en la guerra, porque no hay nada peor para el comercio que la guerra. El comercio es un fenómeno cultural también. Hace que los pueblos se comuniquen, habla en otros planos.
Ahora, me decís, esa expansión sería negativa de alguna manera. La única forma que sería negativa es que no se logre el resultado que se persiga, que es reducir la pobreza y la exclusión social. En la medida en que el crecimiento centroamericano reduzca la pobreza, poco a poco, es bueno. Si hace que la pobreza no se mueva, es negativo. La integración es un medio, el fin es el bienestar humano. Si se expande el mercado al sur de México, Caribe y Colombia y no se reduce la pobreza, no logramos el efecto. Pienso que Europa tuvo un gran éxito, porque mejoró su nivel de vida.
Mi duda no es que esta expansión pueda ser negativa, sino que pueda haber desequilibrio en el sentido de poder, en el que, como sucedió con las aerolíneas en Centroamérica, estamos “integrados” en un duopolio que es un obstáculo para la integración y para los ciudadanos, porque los precios son altísimos y no hay competencia. ¿Cómo evitar que esta integración deje a los ciudadanos más desprotegidos y sea más difícil que haya un crecimiento más equilibrado, sin que se deje en la desnudez a los Estados y los ciudadanos?
Entiendo que en algunos casos la integración genera monopolios y oligopolios. Es uno de los riesgos con la integración de mercados. El economista salvadoreño Héctor Dada dice que el mercado concentra y no distribuye. Lo que yo digo es que con un proceso de integración se generan oportunidades. Es más difícil que haya oportunidades en espacios cerrados, sin integración. Estamos hablando de entrar a un espacio muy común: sur de México, Cuba, Dominicana, Colombia, donde no hay nada extraordinariamente diferente (a Guatemala). En esos espacios homogéneos la expansión no genera tantas dificultades. Por supuesto que hay mercados con tendencias más oligopólicas que otras, como las aerolíneas en todo el mundo, como en Estados Unidos. No es el mejor ejemplo.
Pero en Estados Unidos y en Europa hay competencia de aerolíneas baratas. Para no encerrarnos con el tema, cuénteme un poco más del plan de México, Colombia y Cuba.
Con México ha habido un diálogo muy positivo desde la entrada de Enrique Peña Nieto. La frontera sur con México, la frontera occidental de Guatemala, ha sido vista como un lugar de amenazas. Drogas, contrabando, migración. Por primera vez estamos entendiendo, de ambos lados, que puede haber más oportunidades que amenazas. Esta lectura nos hará llegar a puntos de entendimiento tan buenos como para abrir las fronteras para el tema migratorio. Si uno piensa que el Sur de México y Guatemala pueden convertirse en un espacio económico más dinámico, serviría para disuadir la migración hacia Estados Unidos. ¿Para qué estar cuidando una frontera que genera oportunidades? Hay complementariedad entre el sur de México y Guatemala.
Desde que vine a la cancillería (el 14 de enero) he visto unas cuatro veces al canciller mexicano. Creo que eso va muy bien. Cuba está entrando en un espacio de cambios internos, sin que nadie se los imponga. Esos cambios le pueden llevar a una mayor apertura en la región, con los países más cercanos. Sería muy bueno que tuviéramos un intercambio con Cuba a nivel científico, académico, cultural y económico. Y luego, Colombia, que tiene puestos los ojos en la región; tiene visión hacia América del Sur y hacia Centroamérica, y no con el modelo clásico de empresas privadas, sino también públicas, de telecomunicaciones, de energía.
Esto será complementado con la Alianza del Pacífico en la que podemos entrar la mayor parte de los centroamericanos. Es una alianza con los que tenemos costa en el Pacífico para integrarnos. Ahora somos observadores; el proceso lleva un par de años y depende de los fundadores (Colombia, México, Perú y Chile) e implica, por ejemplo, eliminar las visas entre los países. No pediremos visa a los colombianos y tampoco necesitaremos visa para ir a México.
Para la propuesta de la revisión de la política antidrogas en la ONU, Guatemala firmó con Colombia y México. En este sentido, tenemos más simpatía con estos países, más que con Centroamérica. ¿Cómo ve el gobierno esta relación de cara al exterior de Mesoamérica?
Al exterior de Centroamérica estamos viendo la Alianza del Pacífico. Tenemos un diálogo más profundo con México. Nuestra mayor apuesta es hacia afuera, la costa pacífica. En mayo es la cumbre de la Alianza del Pacífico en Cali. Yo voy a tener un encuentro con la canciller colombiana sobre cómo aprovechar mejor esta alianza para posicionar mejor a la región.
No obstante, nuestro vecino México ha construido, consciente o inconscientemente, una imagen de que los centroamericanos somos inferiores y la forma en que las autoridades mexicanas tratan a los centroamericanos es denigrante. ¿Qué va a hacer el gobierno para evitar que se siga tratando así a sus ciudadanos en un país aliado?
Es de los casos que hemos hablado. El canciller mexicano me dijo que es una vergüenza lo que está sucediendo con los centroamericanos y va a hacer todo lo posible para respetar los derechos humanos. Y que no se repitan los abusos que se han cometido. Hay un diálogo permanente que hay que mantener. Así como les exigimos a los mexicanos que respeten a los centroamericanos, los guatemaltecos también tenemos que respetar al resto de centroamericanos, en especial a los migrantes que van a hacia Estados Unidos.
La posibilidad de expulsión de los centroamericanos en México, cuando llega un policía mexicano con un guatemalteco y le dice, “aquí no tenés derechos y te vas”, ¿podría pensarse en una herramienta de contrapoder en que no se necesite visa para México?
Así es. Uno de los temas es levantar estas barreras que hacen que los pueblos se vean como que unos están subordinados a otros. Es importante que exista una percepción de equidad e igualdad. No es un tema menor. A futuro vamos a tener una relación mucho más equitativa.
3. Taiwán, China, Palestina e Israel
Con esto hay un viraje de política exterior pues siempre hemos creído que sólo existe el Atlántico. Una parte enorme del otro lado del Pacífico es China Continental. Guatemala es uno de los 23 países que no tiene relaciones con ellos. Esta oficina (la cancillería) fue construida por Taiwán. Hay voces dentro de la diplomacia que creen que debería haber un cambio como lo hizo Costa Rica y un acercamiento con China. ¿Va a haber un cambio en esto?
Los cambios dependen de China y Taiwán y no de nosotros. Ellos tienen un memorándum de entendimiento como parte de las buenas relaciones. Taiwán es el tercer inversionista en China y China es su principal mercado. Taiwán es del tamaño de El Salvador. Tienen una proporción de intercambio enorme. Nosotros no tenemos mucho que cambiar en algo que ellos pactaron. Para Guatemala es importante avanzar en relaciones con todo el mundo, y por supuesto que esto incluye a la Republica Popular de China. Puede darse por dos vías: Taiwán ofreció que ellos impulsen las relaciones con China y la otra es establecer relaciones directamente con China con una oficina comercial en países donde no hay relaciones diplomáticas. No importa el medio, es importante establecer una relación, al menos económica, con China. Y lo diplomático está supeditado a las relaciones con Taiwán.
A pesar del acuerdo, ¿no hay posibilidad que Guatemala le pregunte a China: “nos interesa tener relaciones diplomáticas con ustedes”?
Ninguna posibilidad, no. Ya sabemos la respuesta.
Costa Rica sí cambió de China.
Fue antes del acuerdo entre Taiwán y la República Popular de China.
¿Hay una posibilidad de que pronto Guatemala abra una oficina de intereses comerciales?
Depende de la República Popular de China, que es la que decide.
Sí, pero ellos son un mercado de 1,000 millones y nosotros uno de 15 millones. Quizá podríamos tener éxito si Guatemala le pregunta a China en vez de esperar que nos inviten.
Tiene lógica lo que acabás de decir.
¿Sucederá?
(Ríe.) No te puedo contestar porque no conozco la respuesta. No conozco la respuesta porque no hemos intentado la estrategia. De momento no ha habido ningún intercambio entre Guatemala y la República Popular de China. Lo que te puedo decir es que en el marco de la Alianza por el Pacífico, sería bueno que nos acercáramos con toda la región del Pacífico, incluso con la República Popular de China.
A pesar de que Guatemala cabildeó en 1948 para la creación de dos Estados, Israel y Palestina, y en el 2011 votó a favor del ingreso de Palestina como Estado miembro de la ONU, desde los regímenes militares, Guatemala se alió con Israel más que todos los países. Tanto que sólo EE.UU. y Guatemala no condenan a Israel ni cuando el resto del planeta lo hace. Ahora que estamos en el consejo de seguridad de la ONU, ¿cuál va a ser la posición de Guatemala?
En la votación del año pasado (sobre el ingreso de Palestina como Estado miembro de la ONU) Guatemala no votó en la línea de Estados Unidos sino con la Unión Europea (abstención). Este año vamos a votar en el bloque latinoamericano (a favor). No me parece lógico que Guatemala en política exterior tenga como principal aliado en los votos sobre Israel a Estados Unidos o a Europa. Tenemos que tener coherencia y posiciones como latinoamericanos. Toda Latinoamérica está convencida de que la discusión sobre las armas nucleares es algo fundamental. No hay ningún otro continente que tenga una relación tan contundente. Tenemos grandes entendimientos en matera de derechos humanos. Ahora que se discute el tema de Palestina, haríamos muy bien en votar en conjunto. No votar con la Unión Europea. Hemos estado claramente aislados de América Latina en el Consejo de Seguridad.
América Latina también es una de las regiones donde hay más aceptación para un Estado palestino y ha habido reconocimientos unilaterales del reconocimiento de Palestina como Estado, hasta en el caso de El Salvador y de Honduras, nuestros vecinos. ¿Podría dar ese paso Guatemala?
No podemos tener una posición aislada de Guatemala, sino observar qué se hace a nuestro alrededor. ¿Podríamos dar ese paso? Sí, porque nos acerca a la posición común latinoamericana. Es algo que tenemos que explorar en el marco de esta idea que vamos a tener la opción de estar más del lado de Latinoamérica.
¿Guatemala seguirá buscando ser parte de Petrocaribe con Venezuela en esta era post-Chávez?
El Gobierno expresó su pesar por la muerte del presidente Hugo Chávez, tanto a su familia, al Estado y al pueblo venezolano. Destacamos como gobierno los aportes del presidente Chávez a la unidad latinoamericana y a la reducción de la pobreza.
Sobre Petrocaribe, Guatemala mantiene su interés en formalizar su ingreso como miembro pleno; actualmente somos observadores en Petrocaribe. Sin embargo, esperaremos a que se instale el nuevo gobierno que emergerá de las elecciones próximas, para poder evaluar nuestra participación como miembro pleno.
¿Hasta dónde quiere llegar Guatemala con la propuesta de desregulación?
Hasta donde el mundo pueda llegar en el sentido de cambiar la estrategia de la guerra contra las drogas. Hay muchas cosas que se pueden hacer más allá que una guerra. Fortalecer un sistema de salud para tratamiento de la droga, de tal manera que el enfoque de salud prevalezca sobre el enfoque de la seguridad. Legalizar cultivos, que ciertos cultivos que se consideraban ilegales, que sean legales, como la amapola en San Marcos, que podría ser aprovechada por farmacéuticas. Cannabis, por ejemplo.
La legalización de ciertas substancias que no son dañinas para la salud. La promoción del desarrollo económico local, que no sea con un enfoque de seguridad sino que desarrollo. La despenalización del consumo para la disminución de privados de libertad relacionados con el consumo de drogas. Las cárceles de América Latina están reventadas de personas vinculadas a estos delitos y son delitos menores que pueden cumplirse con penas alternativas. Hay varios planos que se pueden trabajar y todos estos temas los queremos plantear en la Asamblea General de la OEA (Organización de Estados Americanos). Nos parece que ya llegó el momento de hablar de estrategias alternativas y no las tradicionales, que lo único que han hecho es aumentar la violencia.
Este discurso de política exterior es una vanguardia en el planeta y por eso Guatemala ahora tiene reconocimiento internacional. Pero también es una vanguardia en el país y hay mucha incoherencia a lo interno del Gobierno, pues no hay atisbos de cambio; por ejemplo, en que aumentaron en 2012 las capturas por posesión de marihuana para el consumo.
Nosotros estamos publicitando lo que estamos cambiando. Con algunos de los delitos menores (se está siendo) mucho más blandos que antes. Ha habido una conciencia para que sea así. Pero la idea de que no podemos penalizar todo no quiere decir no caerle a los grandes señores del narcotráfico.
Ha habido flexibilidad en el tema de los cultivos. Se han destruido cultivos pero ha habido un diálogo con las comunidades. Encargamos un estudio sobre qué puede hacer Guatemala diferente. Queremos saber qué podemos hacer sin salirnos del marco regulatorio internacional. No tenemos una actitud unilaterial de país. Esto es lo que ha ido saliendo como con los cultivos de amapola, en vez de seguirle quemando la amapola a los campesinos, integrarlos al mercado legal, porque cada vez la cultivan más. Hay compañías farmacéuticas que estarían dispuestas a comprar producto natural para fines farmacéuticos.
Aunque las estadísticas dicen lo opuesto, la penalización por consumo y las cantidades permitidas para posesión para el consumo siguen siendo la herramienta de la policía para apresar a quienes no pueden pagar sobornos o de quienes no tienen pruebas de otros delitos.
No soy la persona para darte esos detalles. Te digo las perspectivas desde donde hemos trabajado desde la Cancillería. Le deberías preguntar a Mauricio López (ministro de Gobernación).
Sé que tampoco es una pregunta para la Cancillería, pero también se ha incautado mucho menos drogas y se ha capturado a mucho menos capos que en los dos últimos años del gobierno de Álvaro Colom.
En el tema de capos no ha habido ninguna relajación (el año pasado se capturó a Walter Overdick, acusado de ser el líder de los Zetas en el país), ni ha habido línea de dejen pasarlos. ¿Por qué no se ha capturado más? Tal vez porque Honduras ha estado más activo (en el tráfico de drogas). No sé, es una hipótesis, pero no es por una relajación.
5. El progresista Fernando Carrera en un gobierno conservador
Para terminar: ¿Cómo puede alguien como Fernando Carrera sentirse cómodo en un gobierno que tiene visiones presidenciales como celebrar cuando queman a un delincuente o en el que se cometió la masacre de Totonicapán –si bien escribió una columna en Plaza Pública en la que pedía perdón por esa matanza–? ¿Cómo puede alguien con sus visiones estar en un gobierno tan abrumadoramente conservador?
No es abrumadoramente conservador. Desde la campaña hubo gente que dijo que no votaba por un genocida. Yo no dije eso. Yo dije que no votaba por Otto Pérez y lo escribí, y el Presidente lo sabe. Hubo gente que dijo eso y miran a un genocida que gobierna ilegítimamente en el Estado de Guatemala, pero yo no soy parte de esa historia. Como tampoco estuve en la “Sandrofobia”. No creo en la política de odios.
Creo que el odio es lo opuesto a la democracia. La democracia nos enseña a no odiar. Diferencias, siempre, pero odio, no. El odio se aplica para el autoritarismo. “Yo tengo la verdad, tú eres un mentiroso y por eso mejor ni hablar”. Eso es la visión totalitaria, y yo tengo una visión democrática. Tenemos diferencias pero no odios y entonces como no tengo odios por eso no tengo caricaturas ni pesadillas sobre las personas. Veo a las personas como son, en lo bueno y en lo malo.
Quien tenga que experiementar la vida política democrática, va a vivir bajo un marco imperfecto. Porque la vida democrática es así; es la diferencia con las visiones totalitarias, que creen en mundos perfectos. Los totalitarismos creen que es posible un mundo perfecto y los que se oponen a esto son personas negativas, porque ¿quién se va a oponer a la perfección? La democracia no es así, la democracia acepta la imperfección. Que hay cosas en las que estamos de acuerdo y en otras en desacuerdo. Y no por eso nos matamos ni por eso negamos el valor de las personas. Decimos: es parte de la vida.
Entonces yo estoy en un gobierno donde hay cosas en las que estoy de acuerdo y en otras en desacuerdo. Es normal, parte de la vida democrática. No es abrumadoramente conservador porque sino yo no estaría acá. No podría estar en un gobierno totalitario conservador. Sin duda alguna tampoco en uno totalitario de izquierda. Creo en un gobierno democrático, donde hay gente conservadora y gente más liberal y puedo convivir con ambos. Con los que no puedo convivir es con los fundamentalistas, porque el fundamentalismo es la negación del otro, de que que el otro tiene también valor.
A los que nos toca vivir la realidad política, llegamos a la política no porque estemos convencidos de la perfección de las cosas, sino porque sabemos que en este mundo se pueden hacer ciertas cosas. Es una perspectiva ética y política de lo que es vivir en democracia. En eso consiste la democracia: en que nadie es perfecto.
De acuerdo. Los seres humanos, y los gobiernos de seres humanos, somos la suma de nuestras contradicciones, democráticas y autoritarias. Supongo que puede sentirse cómodo en un gobierno que no rebase algunos niveles de autoritarismo.
Hay cosas que no podría tolerar. No podría ser parte de un gobierno que abiertamente viola los derechos humanos. No creo que este gobierno sea así, que utilice el poder para violar derechos humanos. Eso no quiere decir que ciertas prácticas políticas e institucionales llevan a violar derechos humanos, eso existe, pero eso existe en las sociedades democráticas como Costa Rica.
Yo no podría estar en un Estado que niega la pobreza y que hay que hacer cambios estructurales. Para mí los cambios estructurales son aumentar la democracia. Para otros serían la reforma agraria. Para mí, reducir la desnutrición infantil es un cambio estructural. Soy amigo de muchas políticas de este gobierno. Mejorar la seguridad sin sacrificar los derechos humanos, es un buen logro. Si logramos aumentar los competitividad en economía fortaleciendo la fiscalidad, es un buen logro.
Cuando uno mira estos elementos, uno llega a la conclusión que es un gobierno conservador moderado. Como el gobierno de Álvaro Colom fue un gobierno socialdemócrata conservador. Me cuesta diferenciar entre ambos. En Europa sería inexplicable. Guatemala tiene su manera de dar los matices. Son simples. Uno celebra la Revolución de Octubre y el otro no. Uno dice que estamos por el tema de los derechos humanos más abiertamente y el otro es menos vocal en esa parte. En la práctica política, tienen muy pocas diferencias. ¿Es esta mi visión del mundo? No. Yo soy un liberal, no en el sentido libertario, sino en el sentido de que creo que los derechos humanos son parte vital de una sociedad y no me molestaría para nada tener un gobierno mucho más explícito en una visión de los derechos humanos, pero es parte de la democracia, de las diferencias de opinión, qué tan vocales somos sobre los temas.
Lo único que yo sé es que, sin dejar de decir lo que pienso, pasé de Segeplan (Secretaría de Planificación y Programación) al Ministerio de Relaciones Exteriores. Y mucha gente dijo que era porque es la imagen externa, (pero) también es la imagen interna, así funciona. No hay un canciller que sólo refleje el país hacia fuera; los cancilleres siempre reflejan algo del país y es importante la parte de Guatemala que yo también represento. Hay una parte humana mucho más liberal y más abierta, y es importante que se sepa. Y me parece que el Presidente nunca me ha dicho: no diga eso. Yo digo lo que pienso y puedo estar en este gobierno.
Nota de edición: (31 de enero de 2014) A solicitud del autor de la entrevista, se agregó el siguiente párrafo: "A diferencia de la entrevista del año pasado a su antecesor, Harold Caballeros, marcada por la antipatía personal entre periodista y ministro, este texto peca de lo opuesto."
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