Un diputado propone una iniciativa de ley para hacer obligatoria la lectura de la Biblia en las escuelas. En un primer momento quizá los cristianos se emocionan, hasta que recuerdan que existen otros credos, y también no creyentes, a quienes tal medida les grita: tú no existes, tú no vales, te suprimo. Esto de ninguna manera es cristiano, no es amar al otro como a mí misma, pues le niego un derecho que considero fundamental para mí.
Si yo fuera religiosa, me sentiría infinitamente ofendida por las declaraciones del diputado —quien, así de fácil como se cambia de color partidista, puede cambiar de profesión religiosa, según convenga—, pues es a todas luces un lobo vestido con piel de oveja, un mal intento de falso profeta, que toma algo sagrado y lo convierte en una vil herramienta de manipulación electorera.
Sea cual fuere la intención, o es parte de una profunda ignorancia —lo cual dice mucho de su competencia p...
Si yo fuera religiosa, me sentiría infinitamente ofendida por las declaraciones del diputado —quien, así de fácil como se cambia de color partidista, puede cambiar de profesión religiosa, según convenga—, pues es a todas luces un lobo vestido con piel de oveja, un mal intento de falso profeta, que toma algo sagrado y lo convierte en una vil herramienta de manipulación electorera.
Sea cual fuere la intención, o es parte de una profunda ignorancia —lo cual dice mucho de su competencia para el cargo que se le ha confiado—, o es profundamente proterva en su matiz discriminatorio, manipulador y anticonstitucional.
Aunque nadie quiere hacerle más bulla al diputado, puso en la mesa un debate pendiente sobre la separación entre Iglesia y Estado en pleno año electoral, en un país donde la clase política manipula el sentimiento religioso para su beneficio, pisoteando el profundo significado que este tiene para las personas. La necesidad se refleja en la larga cola de columnas relacionadas que preceden a la mía, en la que quiero abogar por la alternativa de valores humanos comunes en lugar de imposiciones improvisadas.
Debemos repensarnos y asumirnos como una sociedad diversa, donde las escuelas sean espacios de encuentro, no de imposición; que aporten elementos de cohesión, y no de división. Abrazar la pluralidad en todas sus manifestaciones, incluida la espiritual o religiosa.
Es muy fácil culpar a la falta de lectura de la Biblia por la descomposición social, sacar ejemplos simplones a falta de insumos para debatir. Es comprensible porque el desarrollo de un pensamiento crítico en la escuela no es nuestro fuerte. En redes sociales dicen: «Las Biblias están prohibidas en las escuelas, y no en las cárceles. Si se utilizaran en las escuelas, estas personas no llegarían a las cárceles». Lo que no cuentan es que las cárceles están llenas de gente que profesa alguna religión. Muchos rezan, y no como resultado de su rehabilitación. Ya eran religiosos cuando cometieron actos delictivos. Esto no significa, de ninguna manera, que ser religioso equivalga a ser criminal. Significa que profesar una religión no es sinónimo ni garantía de rectitud. Para muestra, nuestras autoridades de gobierno se exhiben en actos religiosos, no desde su ser personas devotas, sino como funcionarios públicos que necesitan un show mediático y adeptos mientras se reparten la piñata del país sin importar a quién le pasan encima.
También rezan los terroristas y sus víctimas, los soldados de ambos bandos en guerra y muchedumbres de buenas personas. Es humano querer sentirse protegidos, buscar distintas formas de trascendencia, desarrollar una vida espiritual. Pero lo único que garantiza la existencia sostenible y pacífica de la humanidad es el reconocimiento del otro como igual: igual en derechos, en oportunidades, en dignidad, aunque no sea idéntico y aunque no compartamos las mismas creencias ni los mismos estilos de vida. Esta igualdad está garantizada en papel por el marco de derechos humanos y forma parte de las prácticas de convivencia y de los valores fomentados por cualquier religión centrada en el respeto y la empatía, en el amor: iguales ante los ojos de Dios, iguales como cohabitantes de la Tierra. Que pase del papel a los actos no es responsabilidad de líderes religiosos, sino de ciudadanos comprometidos, pues, en última instancia, es la persona quien en lo profundo de su ser toma las decisiones que se traducen en actos.
Lo hermoso de la perspectiva de derechos humanos es que, además de que no contraviene los valores religiosos, constituye una base común para todos, independientemente de cuán diversos seamos. Es uno de esos puntos de cohesión y, justamente porque es válido para todos, sin violentar, suprimir ni negar a ninguno, debería ser —y así está legislado— de lo que en las escuelas se valgan para formar ciudadanos honestos y responsables.
En lugar de hacer publicidad con una iniciativa improcedente, los ciudadanos deberíamos exigir el cumplimiento del marco legal que ya existe, por el bien de todos y sin dejar fuera a ninguno. La Constitución protege la libertad de creencias, siempre y cuando no se altere el orden público. Lo protege a usted y a mí, sin importar si somos diferentes o si pertenecemos o no al grupo mayoritario. Nadie puede imponerle una religión a usted ni usted puede imponérsela a otro. De esta forma, todo el espectro de las espiritualidades mayas, las comunidades cristianas, los musulmanes, los judíos, los mormones y personas de otros credos, además del espectro de los no creyentes, podremos trabajar juntos en función del bien común, predicando con el ejemplo, siendo testimonios vivos de humanidad.
*The Power of Equality, canción de la banda Red Hot Chili Peppers, del álbum Blood Sugar Sex Magik (1991).
Beatriz Cosenza
Autor
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Soy física guatemalteca especializada en geofísica. Me gasto los días entre enseñar a nivel medio y universitario y jugar con el equivalente a radiografías del subsuelo en consultorías privadas. Invierto cantidades ingentes de tiempo en intoxicarme con sonidos, imágenes y palabras, de donde me viene una concepción cambiante y retorcida de la belleza y la claridad de que, tal como dice Soda Stereo, «lo que seduce nunca suele estar donde se piensa».
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Soy física guatemalteca especializada en geofísica. Me gasto los días entre enseñar a nivel medio y universitario y jugar con el equivalente a radiografías del subsuelo en consultorías privadas. Invierto cantidades ingentes de tiempo en intoxicarme con sonidos, imágenes y palabras, de donde me viene una concepción cambiante y retorcida de la belleza y la claridad de que, tal como dice Soda Stereo, «lo que seduce nunca suele estar donde se piensa».
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