Ha terminado el reparto de comida, playeras e insumos varios. Se han apagado las luces y los micrófonos de los intrascendentes foros, porque no debates. No más riesgos en entrevistas con interlocutores serios e incisivos, ni conversaciones tan complacientes como un abuelo primerizo. El escenario ha quedado listo para que el 25 de junio, la ciudadanía emita sufragio.
Una vez más, la décima para ser exactos desde la denominada apertura democrática de mediados de los ochenta del siglo pasado, Guatemala vivirá el día en que elegirá presidente/a de la República, 160 diputaciones, 340 corporaciones municipales y suscribirá la crónica de un rechazo anticipado: voto nulo en relación con el centro vacacional Parlacén. En el primer renglón, se espera que el 8 de agosto haya balotaje entre quienes ocupen los lugares uno y dos.
En esta oportunidad, el padrón reúne a 9.3 millones de potenciales votantes; con cinco millones, mujeres, y 4.3 millones, hombres. Obviamente, el departamento de Guatemala alberga a la mayor cantidad: 2.1 millones, detrás está Huehuetenango, 702,212; Alta Verapaz, 649,161; San Marcos, 614,727; Quiché, 535,364 y Quetzaltenango, 502,539. El que menos aporta es El Progreso, 128,299 mientras que 90,846 compatriotas residentes en el extranjero se apuntaron para ejercer su derecho.
Vale destacar que de Sololá son los municipios con el más bajo número de personas empadronadas, incluso, por lo menos en uno hay más turistas que votantes. En Santa María Visitación, 1,835 con 989 mujeres, y 846 hombres. En San Marcos La Laguna, 2,021, en proporción 1,111 y 910; Santa Catarina Palopó, 3,155, con 1,754 y 1401; y San José Chacayá, 3,291, con 1,871, y 1,420, respectivamente.
Fácil es pronosticar que solo familiares, amistades, uno/a que otro/a partidario/a y candidatos/tas al Parlacén gastarán tiempo, tinta y papel en dicho apartado; y también, que, al margen de quienes triunfen, no habrá cambios de fondo en la estructura nacional, pues las sustituciones serán para que todo siga igual, como suele aludirse en circunstancias que emulan pasajes de la novela El gatopardo, de Giuseppe Tomassi di Lampedusa.
Y no se registrarán modificaciones disruptivas porque la sociedad guatemalteca tiene dos características que inciden en este tipo de eventos: por un lado, prevalece el pensamiento conservador producto de arraigadas formas de actuar; y por otro, las ideas contestarias se encierran en un sectarismo en el que cada una de sus expresiones quiere ser la vanguardia y palabra rectora, lo cual implica que todas siempre terminen lejos de todo y cerca de nada.
Dado ese panorama, la recomposición en los poderes ejecutivo y legislativo después de estos comicios marcará la tendencia recurrente que moldean nuestras alegres elecciones. Asimismo, se abrirán las usuales expectativas que despiertan junio y agosto en camino hacia enero del año venidero, para luego entrar en el ciclo de quejas, quejas y más quejas coronadas con la frase “este es el peor gobierno que hemos tenido”, etiqueta que, prácticamente, se ha venido heredando.
Por lo mencionado, es decir, una campaña aburrida y escasa en propuestas programáticas, aunque abundante en promesas sin fundamento; con mucho ruido, pero pocas nueces y en la que el hilo conductor fue hablar del qué, mas no del cómo. Únicamente resta esperar que el paisaje político electoral no cambie de tono ni de primeros planos; tal vez, por ahí se cuelan unos cuantos elementos que apenas tendrán espacio para protestar.
Más de este autor