Ayer, en medio de una movida condenable, una facción del Congreso de la República incluyó la aprobación de la redacción final y por artículos de una reforma a la Ley de Organizaciones No Gubernamentales. Lo hizo en medio de un pronunciamiento sobre el coronavirus.
Varios diputados razonaron sus votos en contra tras considerar que no habían tenido la oportunidad de leer con detenimiento y analizar la propuesta legislativa, puesto que llegó hasta esa fase del proceso de formación de ley en la legislatura pasada, y porque consideraban que esta normativa atentaba contra la libertad de asociación y otras libertades civiles.
La libertad de asociación es una de las más preciosas libertades de los seres humanos. Todas las formas de asociación civil son cuerpos intermedios entre los individuos y el Estado. Le restan poder al leviatán. A menos que reciba fondos del erario público, el Gobierno no tiene por qué intervenir en el desarrollo de las actividades que realizan estas entidades. Solo deben rendirles cuentas a sus donantes y a sus asociados en el cumplimiento de sus fines.
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Esta disposición abre la discusión sobre puntos interesantes como la publicación de donantes en un registro público, buena medida en aras de la transparencia. Ahora bien, la mayoría de las medidas son negativas. Por ejemplo, se les permite a entidades como la Superintendencia de Administración Tributaria, la Contraloría General de Cuentas y el Ministerio de Gobernación solicitar la disolución de asociaciones y organizaciones no gubernamentales en sede administrativa, y ya no solo al Ministerio Público, que es el ente constitucionalmente encargado de la persecución penal.
¿A cuenta de qué va a tener la CGC la capacidad de solicitar la disolución de una asociación que no recibe fondos públicos (artículo 21)? ¿Vamos a darle esta potestad al Ministerio de Gobernación cuando no cuenta con la independencia requerida, como es el caso del MP? ¿Bajo qué justificación el Mingob, la SAT o la CGC vigilarán que los bienes de las fundaciones y de las oenegés se empleen conforme su destino si no reciben fondos públicos (artículo 19)?
Muchas personas aplauden ahora que el Gobierno tenga su signo político. Imaginen ahora que un gobierno autoritario de otro signo o revolucionario, como en el caso de los regímenes nicaragüense y venezolano, tuviese la potestad de disolución de asociaciones tras considerar que son contrarias a la ley o al orden público o de determinar cuándo una organización no emplea sus bienes conforme a su destino bajos sus propios criterios.
Esta normativa tiene impacto negativo en otras libertades, como la religiosa y la de expresión. Desde el punto de vista de la derecha liberal, esta libertad reviste una importancia fundamental a la luz del principio de subsidiariedad, expresado como tanta libertad como sea posible, como tanto Estado como sea necesario: máxima que expresa una limitación para que el Gobierno no intervenga en las actividades que pueden realizar los individuos por sí mismos o por medio de asociaciones.
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El florecimiento de las asociaciones civiles es una de las características de un sistema republicano y liberal. Así lo señalaba uno de mis pensadores favoritos después de su paso por los Estados Unidos en el siglo XIX, Alexis de Tocqueville, en su Democracia en América: «Los estadounidenses de todas las edades, condiciones y formas de pensar se unen constantemente en asociaciones, cientos de estas: religiosas, morales, serias o de ocio; generales o particulares; grandes o pequeñas. En esta forma crean hospitales, prisiones y escuelas en todas partes. Donde se ve tomando acción al Gobierno en Francia o a un noble en Inglaterra, ten por seguro que en los Estados Unidos percibirás a una asociación».
La salvaguarda de la independencia de las asociaciones protege la libertad individual y contribuye al bien común. En forma pertinente indicó el abogado Mario Archila que no debemos dejar llevarnos por la finta del título de la normativa, pues no solo aplicará para organizaciones no gubernamentales, sino que tendrá un impacto en todo el aparato jurídico de las asociaciones en nuestro país, incluyendo las fundaciones en algunos aspectos.
A veces toca nadar contra corriente en este país polarizado en el que algunos creen que todo es blanco y negro. Siempre serán necesarias las voces que después de un análisis a conciencia planteen argumentos y defiendan sus ideas, en este caso las de la libertad, porque, como dice el profesor Glenn David Cox, para que exista liberalismo tiene que haber buenos liberales.
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