A pesar de que la democracia, desde mi perspectiva, no debería ser el horizonte de nuestro ejercicio de vida, pues deberíamos abortar el Estado-nación de corte monocultural que hemos heredado; hoy sin embargo, es el sistema político que, con una ideología de izquierda, podría redistribuir el poder y los recursos de una forma más justa. Dicho sea de paso, dos de las cuestiones más necesarias en la actualidad. Afirmar que estamos viviendo en una dictadura criminal es terrible, lo sé, pero considero sumamente relevante comenzar a asumirlo para poder revertirlo.
En Guatemala, esta dictadura no es sacada de un libro de historia, no es la que tuvimos con Ubico, ni la del tipo Bukele, Ortega-Murillo o Kim Jong-un. Esta dictadura es sutil, un secreto a voces, pues así aprendieron a vivir las familias de empresarios, herederos de la guerra y la colonia.
Es una dictadura hecha a la medida. Se esconde de la clase media bajo el lema neoliberal de que somos libres; libres para viajar y libres para decidir en dónde gastamos el dinero.
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Es una dictadura que tiene votaciones, sin embargo, no tiene elecciones. Aquí el pueblo no decide. La dictadura, no obstante, elige a sus ungidos y los presenta para que el pueblo seleccione de entre todos los que pasaron el filtro de sus intereses, ese será el CEO o presidente que va a poner en marcha todas las ideas, las mañas y los crímenes. También será el lacayo que sin vergüenza dará la cara en lugar de sus patronos, aquella o aquel que por varios millones está dispuesto a ser el delincuente que ostente el título de presidente (como lo fueron Jimmy Morales y Alejandro Giammattei).
Esto es una dictadura criminal, porque en plenas elecciones solo permite la participación de delincuentes: Zury Ríos, Manuel Conde, Jimmy Morales, Manuel Baldizón, Felipe Alejos, Álvaro Arzú, Isaac Farchi, Samuel Morales, Rudio Mérida, Hugo Peña, Sandra Torres y Amílcar Rivera, entre muchísimos narcotraficantes, potenciales feminicidas y lavadores de dinero.
A pesar de los gustos que tiene la dictadura por los bandidos, esta es bastante refinada y peligrosa, pues ante los ojos de los apolíticos y aquellos que nos consideran exageradas, esta dictadura no existe. Sin embargo, por años ha venido trabajando para dejarnos hambrientos y sin educación, así, su paso es más leve, porque cambiar la realidad no es más urgente que comer, pagar la renta o tener con qué vestirse. Es una dictadura perversa y estratégica, pues representa el sector privado organizado y a las familias oligarcas, son ellos quienes se encargan de promover la libertad de sus monopolios y ordenan que las políticas públicas sean privadas y hechas a su beneficio.
Por eso les da pavor una mujer como Thelma Cabrera, quien sólo para la clase media y urbana apareció en el mapa político las elecciones pasadas, pero quien ha venido organizando y trabajando por su comunidad ya por muchos años. De quien me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que conoce mejor la realidad del país que cualquier otro entacuchado. Es Thelma Cabrera quien sí representa a la mayoría. Es la mujer indígena, campesina e inteligente que no baja la cabeza, quien pone a temblar a los de siempre. A Thelma y su vicepresidenciable, Jordán Rodas, no los quieren dejar concurrir, porque saben que son ellos quienes estarían dispuestos a arrebatarles los privilegios y eso en la dictadura criminal de Guate-Mala no puede pasar. Esta dictadura no opera como otras, si lo hiciera, causaría movilizaciones. Esta dictadura usa las instituciones como los brazos de un monstruo y firma los acuerdos para sacarlos de la contienda, usa su poder para exiliarles, amenazarles y busca, contra toda lógica posible, desacreditarles. La dictadura está a un arrebato de cólera para silenciarles.
Thelma Cabrera y el Movimiento para la liberación de los pueblos (MLP), tienen derecho a participar y exijo con contundencia que se lo permitan. Denuncio al Estado racista, clasista, misógino y corrupto. Denuncio la dictadura criminal que se materializa en Guatemala.
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