Actualmente, el genocidio en Palestina ha cobrado mayor indignación porque la brutalidad con la que se está cometiendo es inaudita, y ya no puede pasar por alto; aunque poco conocemos de lo que pasa en Sudán o en la República Democrática del Congo. Tan solo hoy, a la fecha que escribo esta columna, se registra el asesinato de casi 13,000 niñas y niños palestinos a manos del ejército israelí, para un total de casi 31,000 personas, y más del 85 % restante ha sido desplazado; esto tan solo desde octubre de 2023, aunque no se puede tener certeza de las cifras anteriores. En este mes, además de ser asesinada con armas y bombas la población palestina, también la están dejando morir de hambre. Israel bombardea escuelas, hospitales, ha matado a quienes hacen fila para recibir comida y ha arrasado con edificios que contienen la historia del país. La política del Estado de Israel es la limpieza étnica y colonización de las tierras palestinas. Son más de 70 años desde que Israel ha invadido y ocupado un territorio que no le pertenece, y para esto se ha dedicado a hacer lobby en el mundo entero, teniendo suficiente éxito como para que, hoy en día, esos miles de muertos y millones de desplazados no valgan siquiera la imposición de medidas cautelares y urgentes para frenar la sangrienta intervención militar.
Es sumamente complejo entender todas las conexiones entre empresas y Estados que apoyan a Israel o que, por lo menos, no toman una clara posición contra el genocidio (tal y como lo está haciendo el gobierno de Bernardo Arévalo, al recordar por las redes sociales el «irrestricto apoyo y solidaridad ante este tiempo desafiante», mientras aprieta la mano de Isaac Herzog, presidente de Israel, en una publicación del 17 de febrero), pero quizá el caso de Estados Unidos y Egipto nos permitan comprender un poco más por qué para estos países es mejor el exterminio de Palestina que un mundo donde esa población pueda ser autosuficiente, próspera, y vivir bajo sus propias reglas y decisiones en el territorio que les pertenece.
Israel ha impuesto un bloqueo ilegal por aire, mar y tierra a Palestina, una región que posee una considerable riqueza, incluidos valiosos yacimientos de gas. Estos recursos han sido confiscados por Israel y asignados a seis compañías petroleras, entre las que se encuentra Chevron. Esta empresa suministra energía al país y sus exportaciones representan una fuente crucial de financiamiento y de influencia económica y política sobre otros Estados en Medio Oriente e incluso sobre algunos países de la Unión Europea, no es entonces una mera coincidencia que Biden, el presidente de Estados Unidos enviara a Israel a su responsable en materia energética, específicamente para negociar las reservas de gas palestinas.
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Hace tiempo fue filtrado un documento del Ministerio de Inteligencia israelí en el que se concretaba la propuesta de trasladar a los residentes de Gaza que continuaban con vida al «Sinaí», o sea, a Egipto, como una solución que «producirá resultados estratégicos positivos y de largo plazo», para esto negociaron que Egipto reciba a los gazatíes y los establezca en su territorio, a cambio de cancelar todas sus deudas con el Banco Mundial; lo que significa que Israel pueda asumir la deuda que este país tiene con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o pueda convencer a países aliados, con el apoyo de Estados Unidos, a condenar la deuda egipcia con sus instituciones nacionales. A esto, muchos le llaman deudocracia, una práctica muy utilizada por los países del norte global.
Otra de las acciones indignantes que se revelan ante nuestros ojos a raíz del genocidio en Palestina, es el amor cristiano que se desborda para Israel por parte de muchos fundamentalismos evangélicos que crecen en Latinoamérica. Una cuestión difícil de entender para mí, por muchas razones, la primera, quizá la más evidente, ¿cómo puede el cristianismo amar a un Estado asesino?, y la segunda, ¿con qué lógica los cristianos piden públicamente que Jesucristo bendiga al Estado de Israel? Según mis conocimientos, los cristianos reconocen a Jesús como el «mesías» que vino para anunciar el reino de los cielos, mientras para los judíos, Jesús tan solo fue el profeta que pusieron en la cruz mientras siguen esperando la llegada del verdadero «mesías», de hecho, si Jesús pisó la tierra, sería palestino. Y claro, antes de la ola de indignación que este párrafo pueda generar, aclaro que no son todas las personas cristianas las que piensan así, lo sé.
Finalmente, lo que pasa en Gaza es sumamente doloroso e indignante. No podemos ignorar lo que sucede en ese lado del mundo y que quizá para muchas personas se siente tan lejano. Los genocidios son actos atroces que permanecen, incluso cuando acaban, porque la desigualdad, el dolor, el trauma y la rabia, también se heredan. Hago un llamado al gobierno de Guatemala para que se una a la solicitud de un cese al fuego y al pueblo guatemalteco a que continúe demandando acciones a través de redes sociales y del boicot a marcas que se benefician del genocidio. Pueden conocerlas aquí: https://bdsmovement.net/es/news/actúa-ya-contra-estas-empresas-que-se-benefician-del-genocidio-del-pueblo-palestino
Referencias:
https://www.elsaltodiario.com/opinion/deuda-arma-guerra-palestina
https://www.elsaltodiario.com/planeta-desarmado/quien-financia-asesinato-ninos-ninas-gaza
https://www.vozdeamerica.com/a/cifra-de-palestinos-muertos-en-guerra-israel-hamas-supera-los-20-000-dicen-funcionarios-palestinos/7408589.html
https://es.euronews.com/2024/02/29/mas-de-100-palestinos-muertos-en-gaza-mientras-recogian-agua-y-alimentos
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