Feministas, a favor del aborto libre y seguro; y católicas
Feministas, a favor del aborto libre y seguro; y católicas
María Consuelo Mejía asegura que no hay ninguna incoherencia. La directora de Católicas por el Derecho a Decidir en México explica el trabajo y los avances de la organización feminista que trabaja en América Latina en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, con una perspectiva católica y con el fin promover el acceso al aborto seguro y legal.
María Consuelo Mejía Piñeros llega caminando a paso lento pero firme, apoyada en su inseparable bastón, con una sonrisa que le abarca media cara y le achina los ojos, detrás unos lentes. Se sienta y con paciencia espera las preguntas. En cada respuesta hay una clase magistral de feminismo, de derechos humanos, de historia. Mejía Piñeros es antropóloga. Durante 15 años fue investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, desde hace 22 años, dirige en México la organización Católicas por el Derecho a Decidir.
La agrupación está dedicada a defender los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y jóvenes, incluido el acceso al aborto seguro y legal. En este tiempo han cuestionado normas, creencias y valores instalados en la sociedad. El objetivo: “lograr el reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho, capaces de tomar decisiones sobre su cuerpo y disfrutar de su sexualidad de forma placentera y responsable”.
Son la piedra en el zapato de la jerarquía Católica. Y María Consuelo lo reconoce con orgullo. La idea de crear una organización así en América Latina surgió hace casi tres décadas, en 1989. Cuatro mujeres feministas, de México, Colombia, Brasil y Uruguay, se sentaron a hablar de una agrupación que habían conocido en Washington,Estados Unidos. Se llamaba Catholics for Choice y cuestionaba las posiciones de la Iglesia Católica, basándose en documentos de la misma doctrina. “La idea era buscar católicas feministas, o feministas católicas que quisieran trabajar desde esta perspectiva”, cuenta Mejía.
—¿Cómo se logra compatibilizar el catolicismo con el derecho a decidir de las mujeres?
María Consuelo toma aire y hace un repaso de la historia y los principios de la religión. La antropóloga recuerda que en toda la historia de la Iglesia Católica “no ha habido una sola posición sobre el tema del aborto”. En los primeros siglos, argumenta, “Santo Tomás y San Agustín planteaban que no se puede hablar de un aborto en el momento de la concepción, porque se necesitan por lo menos 40 días en el caso de los hombres y 90 en el caso de las mujeres para pensar que se podía hablar de una persona. Hay un proceso de hominización que no es inmediato, sino que es tardío, y a partir de eso puede decirse que la forma material no está preparada para recibir lo que en ese momento se consideraba el alma”.
“En el tema de la sexualidad —continúa— tenemos nada menos que el Cantar de los Cantares, que es un texto precioso en donde se exalta y se resalta el erotismo y la sexualidad”. Cuando se estudia la historia de la Iglesia y se contextualizan sus posiciones, “te das cuenta que ha habido mucha manipulación y mucha mentira con relación a este tema”, declara.
Para María Consuelo, por ejemplo, Jesucristo “fue el primer feminista de la historia”. “Él rompió con el tratamiento que se le daba a las mujeres. En todos los momentos importantes de la vida de Jesús estaba una mujer, y eso no lo ha tapado ninguno de los evangelistas, que son quienes escribieron su vida”.
Mejía añade que hay investigadores que reinterpretaron el papel de María Magdalena, señalada de prostituta, y a quien, “Cristo le quería dejar la Iglesia”. “Pero cuando el grupo de Apóstoles, hombres todos, se dieron cuenta de esto, decidieron crear toda una historia para desprestigiarla diciendo que era una mujer que vendía sexo”.
—¿Cuándo empieza la Iglesia a oponerse al aborto?
—Desde 1890. Con el papa Pío IX, que fue un Papa que desacreditó muchísimo a la Iglesia, y decretó que el aborto era considerado inmoral.
Sin embargo, recuerda Mejía, el Código de Derecho Canónico contradice esto. Este código es una ley interna de la Iglesia Católica, un conjunto de normas jurídicas que regulan su la organización, así como la jerarquía de gobierno, los derechos y las obligaciones de la feligresía, los sacramentos y las sanciones establecidas por violar alguna de estas normas. El código se ordena en cánones, que están integrados en siete libros.
“Según este código —expone Mejía— los dos mayores crímenes de la Iglesia son el aborto y el intento de matar al Papa”.
Efectivamente, el canon 1398 señala que “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (pena impuesta, en latín).
Sin embargo, unos artículos antes, en el canon 1323, la Iglesia establece siete atenuantes de la pena, y redime de excomunión a las personas menores de 16 años; a aquellas que ignoraban que infringían una ley; que no pudieron evitar el delito; que actuaron por miedo o para evitar un grave perjuicio, en legítima defensa o sin uso de razón.
Esto implica que “la institución eclesiástica no está pensando que se tiene que castigar a todas las mujeres, pero en la práctica, en sus intervenciones en la vida política y social, en América Latina, están pretendiendo que se penalice totalmente la interrupción del embarazo”, expone Mejía.
“Las mujeres somos personas integrales con todo el derecho a la dignidad y no tendríamos por qué tener una limitación”, continúa Mejía, para explicar cómo y por qué Católicas por el Derecho a Decidir defiende los derechos de las mujeres. “Ahí también está la defensa de la dignidad y el hecho de que la libertad de conciencia no esté limitada. No tiene género, sexo. La tenemos todas las personas. Es con base a esa libertad que tomamos las decisiones”, expresa.
Mejía recuerda que, según los principios del catolicismo, la Iglesia Católica no está formada únicamente por cardenales, obispos y papas (la jerarquía), sino que la integran todas las personas bautizadas (la feligresía), que tienen posiciones muy distintas y que deben ser “una fuente de información para la doctrina”.
De hecho, explica Mejía, hay un principio en la Iglesia Católica, denominado Sensus Fidelium, presente en varias escrituras, que señala que se debe poner atención a las creencias de los feligreses. Con base en esto y con el fin de conocer las opiniones de la feligresía, la organización realizó una encuesta entre las personas católicas de México. Según los resultados, el 91% de los encuestados apoyaría que la Iglesia Católica permitiera el uso del condón. El 50% está a favor de las familias homoparentales. Y el 89% está a favor de que los funcionarios públicos católicos gobiernen basados en la diversidad de opiniones que existen y no únicamente en la fe católica, según la encuesta.
En cuanto al aborto, explica Mejía, “la mayor aceptación es cuando está en peligro la vida de la mujer (80%); en caso de violación hay un 71% a favor; por voluntad propia de la mujer baja al 30%... pero en promedio, podemos decir que las dos terceras partes de la feligresía católica mexicana, no obedece a este tipo de planteamientos”.
“Las católicas aman al Papa pero no siguen sus enseñanzas”. “Hay una distancia inmensa entre jerarquía y feligresía”, sentencia la antropóloga.
El “no” de la jerarquía
Ser la piedra en el zapato de una institución con tanto poder a nivel mundial, como la Iglesia Católica, no es fácil.
—¿Qué respuesta han tenido de la jerarquía católica?
—Agresiones. Muchas agresiones.
Mejía responde con seriedad. “Nos han amenazado varias veces de excomunión, y básicamente lo que hacen es una campaña de desprestigio, de deslegitimación. ‘No son católicas, son falsas católicas’, dicen”.
—¿Quién las ha amenazado?
—La jerarquía. Básicamente los obispos.
—Pero, si la Iglesia Católica tiene unos roles machistas tan marcados, ¿cómo se puede ser feminista y seguir la doctrina católica?
La respuesta de María Consuelo es simple, pero contundente. “Porque queremos un cambio”. “Precisamente tenemos ahí toda la fuente para poder hacer nuestro trabajo en pro de los millones de mujeres católicas que están sufriendo esa imposición y ese yugo de la negación de sus derechos y de su dignidad. No es fácil, es doloroso, es complejo. Estamos en 11 países (México, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Brasil, Paraguay, Chile, Argentina, Estados Unidos y España), en algunos casos recibimos apoyos de algunos sectores, pero es una lucha interna que hemos tenido que dar”.
En la otra cara, está la feligresía, de la que asegura están recibiendo mucho reconocimiento. Parte de ese apoyo se ve representado en los comentarios de los miles de seguidores que ha logrado juntar un proyecto que surgió hace cuatro años. Se trata de una serie animada, titulada Catolicadas, y difundida a través de Youtube. Los capítulos están protagonizados por Sor Juana, una mujer feminista y católica que representa la figura de las defensoras de los derechos de las mujeres. El antagonista, el Padre Beto, muestra la visión de la jerarquía católica.
En la serie se tratan temas controvertidos para la Iglesia Católica, como el aborto, las familias homoparentales, el uso de los anticonceptivos, el Estado Laico o los roles machistas dentro de las familias. “Lo que hicimos fue poner los argumentos de la jerarquía contrapuestos con los nuestros, las feministas católicas. Usamos un formato mucho más ágil y planteamos los temas con un humor respetuoso, pero con humor, no un tratado ni una conferencia”.
La laicidad como bandera
Católicas por el Derecho a Decidir remarca en los once países en los que tiene representación la necesidad de hacer realidad la laicidad del Estado, un principio que, en el caso de Guatemala no está recogido en ningún artículo de la Constitución. “En México la laicidad tiene años y es un valor republicano muy tajante, pero últimamente la jerarquía está agarrando fuerza para recuperar espacios que perdió desde el siglo antepasado”, cuenta María Consuelo.
La jerarquía católica, asegura, “está queriendo influir desde Naciones Unidas en todos los países de la región, para que las políticas públicas reflejen sus creencias, su visión de la moral, sus planteamientos sobre la anticoncepción, sobre los derechos de la juventud, sobre las mujeres....”.
—¿Cómo influyen desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU)?
— Desde 1990, ellos tienen una posición ahí. Son un Estado no miembro de observación permanente. Cuando conviene, son Estado. Cuando no, religión. Tú ves las asambleas, y entre los carteles de los demás países, hay uno que dice “Santa Sede”:
Según Mejía, para lograr tener un Estado laico, debería darse un proceso de ciudadanización y de secularización, y tendría que existir “responsabilidad de funcionarios y partidos, que no pueden ejercer su función con base a creencias religiosas”.
Desde el momento en el que presentó su candidatura a presidente de Guatemala, Jimmy Morales declara en cada discurso su devoción por la religión evangélica. Cuando fue electo, en octubre de 2015, exteriorizó su postura acerca del derecho al aborto: “No es propicio para el pensamiento guatemalteco”, aseguró en una entrevista al diario español El País. A mediados de noviembre de este año, Morales ratificó su rechazo en un encuentro “pro vida”.
María Consuelo resalta la necesidad de que exista una oposición “alternativa y fuerte, voces activas que reaccionen” para que la ciudadanía tenga más referentes y más información. La creación de una organización como “Católicas por el derecho a decidir” o “Evangélicas por el Derecho a decidir” en Guatemala, podría ser una opción para alcanzar sus fines. La antropóloga asegura que han tenido conversaciones con grupos, pero todavía no se ha llegado a un consenso para formar oficialmente una agrupación en Guatemala. “Es necesario el trabajo de información, mucho acceso de los ciudadanos y de los diputados a lo que ha pasado en el mundo, a lo que significa para la sociedad entera el acceso de las mujeres a abortos legales y seguros”, reitera.
En México, Católicas por el Derecho a Decidir integró con otras organizaciones la Alianza Nacional por el Derecho a Decidir (Andar) y trabajaron con diferentes estrategias (realización de foros, capacitaciones, contacto con medios…) “para desmentir a la jerarquía”, señala Mejía. “Esa es una cosa que tenemos que hacer, que es importantísima. Una voz alternativa católica que desmienta lo que está diciendo la jerarquía”. Andar logró incidir para que en abril de 2007 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobara la despenalización del aborto en Ciudad de México, hasta las 12 semanas de gestación.
En Guatemala, el aborto está penalizado con penas que van de uno a 12 años de prisión. El Código Penal únicamente menciona el aborto terapéutico (cuando la vida de la mujer está en peligro) como una práctica no punible, aunque tiene que tener el permiso de al menos dos médicos. A pesar de la prohibición, en Guatemala, se realizan abortos clandestinos y en muchos casos inseguros. Las cifras, muy generales, hablan de 65 mil interrupciones al año. Los fallecimientos de mujeres por esta causa, no son contabilizados adecuadamente.
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—No, no lo contabilizan. Tampoco en México. —comparte Mejía— Por el estigma que hay asociado al tema y porque lo quieren ocultar. No quieren permitir que se visibilice el impacto del aborto inseguro.
“Algo que hay que dejar claro es que una legislación permisiva no obliga a nadie. Ni a casarse con una persona del mismo sexo, ni a que tenga abortos”. “Solamente abre posibilidades para que más personas puedan ejercer sus derechos. Y de eso se trata. Por eso estamos peleando”, concluye.
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