Este dato sólo captura momentáneamente mi atención para cuestionar todo lo que lo sustenta y podría decir también que es la medida de la capacidad de la política pública para enfrentar la crisis alimentaria y nutricional. Y esto es válido para este Gobierno y cualquier otro que exhiba semejante desempeño. Lo que sustenta este dato son acciones erráticas, superficiales y conducidas por una institucionalidad sumamente débil, de modo que es tan miserable el dato, como inestable.
Investigaciones en proceso de IARNA, pretendiendo modelar la SAN a nivel local en diez municipios, ocho de los cuales pertenecen al PHC, revelan tasas de desnutrición crónica que van desde 39.5% a 66.4% con promedio de 56.5%. Es decir, no son los municipios más críticos del total incluido en el PHC. Quizá por eso son atendidos precariamente. Se han sostenido conversaciones de trabajo con unos 40 extensionistas de las instituciones involucradas en el PHC. Ni uno solo de ellos ha señalado que posee las condiciones y los medios mínimos para desarrollar su trabajo adecuadamente. Los más comprometidos han debido caminar largas distancias para llegar a reuniones con hombres o mujeres a quienes no han podido solventar sus carencias. Otros han visitado los lugares de trabajo sólo cuando algún familiar suyo ha podido proveer el transporte.
Largas distancias para visitar centros de salud precarios, carencia de espacio para producir, carencia de agua, insuficiencia de insumos, nuevas contingencias climáticas, carencia de empleo pleno y muchas otras circunstancias y elementos siguen presentes y condenando a la gente del campo a la desnutrición, en cualquiera de sus manifestaciones.
Así las cosas, me gustaría más bien regresar al dato que realmente interesa y que cita el Informe. El dato de 58.2% de prevalencia de desnutrición crónica en esos 166 municipios. O bien a alguna de las conclusiones que el Informe presenta, por ejemplo “Al comparar el patrón de desnutrición crónica en ambas encuestas, por grupos de edad, se observa una tendencia [de] un incremento de las tasas de desnutrición crónica en los menores de un año……”
Dicho por enésima vez, el hambre es estructural y no se va a remediar con pequeñeces y chambonadas. Una política pública exitosa sólo será posible con verdaderas instituciones públicas capaces de generar bienes públicos conforme las demandas territoriales: caminos rurales, sistema de riego para producir todo el año, investigación adaptativa, organización social para la producción, entre otros. O bien, empleo pleno o ambos. Nada nuevo, sin embargo nada de esto se hace con la escala requerida. Paralelamente, gasto y gasto por aquí y por allá, pensando en la reelección.
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