Falcone murió el 23 de mayo de 1992 junto con su esposa, la magistrada Francesca Morvillo y tres guardaespaldas cuando a su paso por la autopista Palermo-Trappani detonó una carga de una tonelada de explosivos. Borsellino fue asesinado el 19 de julio de 1992 en Palermo junto a sus cinco escoltas por un carro bomba cargado con 100 kilos de dinamita cuando iba a visitar a su madre.
La importancia del Maxi Proceso radica en que por primera vez la mafia fue perseguida como conjunto más que por las acciones separadas de sus miembros. El proceso identificó la estructura vertical, la responsabilidad de los diferentes componentes de la cúpula, los procedimientos, los códigos de acción y las imbricaciones de la organización con algunos medios de comunicación y funcionarios del estado.
Falcone se describía de la siguiente manera: “Yo no soy Robin Hood, ni un kamikaze, ni un misionero. Soy sólo un servidor del Estado en tierra infiel”. Un año antes de su muerte, en un libro de entrevistas escrito por la periodista Marcelle Padovani “Cosas de la Cosa Nostra” denunciaba los vínculos entre políticos y mafiosos: “Nadie me hará creer que algunos grupos políticos no están aliados con la Cosa Nostra –por convergencia de intereses– en el intento de condicionar nuestra democracia, todavía inmadura, eliminando a personajes incómodos para ambos”.
En relación con la autoría de asesinato de Falcone no existieron dudas en su momento, sin embargo en lo que concierne al asesinato de Borsellino surgieron varios interrogantes; semanas antes el juez había denunciado que algunos políticos y funcionarios habían aceptado negociar con la mafia para aplacar su estrategia terrorista. Entre las exigencias de la Cosa Nostra estaba la sustitución del régimen de "cárcel dura" –vigilancia las 24 horas al día y prohibición de cualquier contacto con el exterior– a sus miembros. Para Borsellino la negociación atentaba directamente contra la dignidad del Estado y como sabiendo lo que se avecinaba dijo en su última entrevista: "tenemos el deber moral de continuar nuestro trabajo sin dejarnos condicionar por la idea, o más bien la certeza de que todo esto puede costarnos caro”. Las investigaciones actuales –en medio de alguna censura mediática– giran en torno a un posible crimen de Estado y a que en esas negociaciones se haya articulado la creación del partido político Forza Italia, partido mediante el cual fue electo Berlusconi.
No obstante el rechazo popular que causaron el asesinato de Falcone y Borsellino, la persecución que el Estado libró en contra de varios capos, las condenas que por estos se realizaron, la creación de instituciones especializadas para lucha contra el crimen organizado, éste fue capaz de reinventarse. Organizaciones como la Cosa Nostra cambiaron radicalmente su modo operandi. Ahora son más invisibles, no enfrentan de manera directa al Estado, tienen más diversificadas sus finanzas y para evitar la delación, sus células no se conocen entre sí.
Tal vez una de las lecciones que el caso ofrece para Guatemala sea una alerta para no pensar ingenuamente que las reformas que ahora se proponen al sistema acabarán con la corrupción en el Estado. En un Estado en el cual los diferentes grupos de poder se aseguran que sus intereses reciban un trato preferente –por muy gravosas que resulten las consecuencias para los demás– como mucho modificarán algunas condiciones para que la corrupción y el tráfico de influencias sigan operando. En otras palabras se realizarán cambios para que todo siga igual.
La esencia del cambio está en los hombres, en sus valores, en el lugar que le darán a lo público y al Estado. Probablemente por ello Falcone citaba continuamente las siguientes palabras de J. F. Kennedy: "Un hombre debe hacer aquello que su deber le dicta, cualesquiera que sean las consecuencias personales, cualesquiera que sean los obstáculos, el peligro o la presión. Esta es la base de toda la moralidad humana".
La otra lección la da la Fundación "Giovanni e Francesca Falcone" mediante su trabajo educativo con los jóvenes italianos. Conscientes que la mejor arma contra la corrupción y el crimen organizado es una sociedad bien educada e informada, la Fundación se ha dedicado a promover la cultura de la legalidad y el papel de la sociedad civil en la lucha contra la delincuencia organizada. Todos los años para conmemorar la muerte de Falcone, la Fundación organiza un gran encuentro donde revive algunas experiencias de los sicilianos y analiza cuáles deben ser los roles que deben tener los ciudadanos, las empresas y el Estado. Para este encuentro llegan a Palermo embarcaciones o naves de la legalidad con estudiantes de toda Italia que los medios denominan “los hijos de Falcone” – los Falcone finalmente no tuvieron hijos porque conocían el peligro que corrían-. Al final del encuentro reciben junto a un árbol que crece frente a la vivienda de Falcone el encargo de contarle a su descendencia la historia de un juez que además de enjuiciar a más de 400 mafiosos, abrió el camino para surgieran en Sicilia movimientos antimafia que negarán el derecho al pizzo –impuesto tradicional de la mafia a los comercios.
Más de este autor