Extrañan, por su falta de pasión, las respuestas de Rodrigo Arenas y de cinco ahora exlíderes del MCN que recoge Plaza Pública. Visto con mala intención, hacen pensar en una operación de limpieza: alguien ha decidido que no quiere perder tanta inversión en los jóvenes actores conservadores. Como la autotomía de la cola de algunas lagartijas y salamandras, que se sigue moviendo para dar tiempo a la huida, cuesta no ver el sacrificio de la institución como distractor que protege a los personajes.
En un plano más analítico, si así fuera, ¿qué importa? La clave no está en lo que hagan Arenas y sus colegas, en las intenciones de sus financiadores o en el destino del MCN. Estas cosas nunca han variado y no variarán ahora. Lo importante es lo que usted y yo pensamos. Lo importante es lo que piensa quien hasta aquí siguió al MCN. Lo más importante es lo que de aquí en adelante pensará y hará ese ciudadano desengañado.
Por esto, más que entretenernos con el MCN y su prematuro deceso, entendamos por qué está mal lo que predica gente como Gloria Álvarez o Rodrigo Arenas. Porque lo seguirán haciendo. Porque el MCN es apenas el medio, no el fin de su carrera.
En particular, urge reflexionar sobre las limitaciones del libertarismo tóxico que predican, ese que comparten como catecismo con la Universidad Francisco Marroquín, que reproducen con el programa de Radio Libertópolis, por ejemplo. Porque su defectuoso modelo psicológico da por sentado que las personas somos átomos libres, que viven y mueren solos. Cada quien debe salvar el pellejo como pueda, implican, porque esto es una jungla. Van por la vida predicando sin empatía, despreciando a los que no han tenido las oportunidades y ventajas que ellos tuvieron.
Es obvio que la gente no funciona así en la realidad. Tan evidente que el propio MCN y sus líderes fueron incapaces de armar su tinglado sin inyecciones enormes de dinero de otra gente: los obviamente mafiosos como Sinibaldi, y también los que quizá hoy corren por limitar la evidencia de sus vínculos con Rodrigo Arenas exigiendo que resista revelar quién más financió sus actividades. La espuma libertaria del trópico es solo eso: espuma que ahoga cuando nos cubre con sus campañas mediáticas, pero que no sostiene cuando toca construir.
Por fortuna, esta semana nos trae ejemplo de que sí se pueden hacer las cosas de otra forma, de que la juventud puede encontrar en la solidaridad un medio para el cambio y de que aun el dinero no lo puede conseguir todo. En la Universidad de San Carlos (USAC), este fin de semana serán las primeras elecciones de directiva de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) en 17 años. Casi dos décadas ha pasado la AEU copada por una mafia que habla en nombre del interés común sin estar comprometida, que tiene dinero sin ganarlo y que se sostiene por sus vínculos oscuros con el poder. Qué coincidente resultó con el MCN.
Hoy, desde la base, los estudiantes se rebelan y buscan echar a los mafiosos. Quieren retomar la asociación, ejercitar su democracia y su ciudadanía universitaria. No tienen dinero abundante. No tienen vínculos de élite ni pulidas campañas de medios diseñadas por mercadólogos de empresa. Pero han tenido el afán, el ánimo de buscar y sensibilizar a cada uno de sus compañeros en cada facultad, en toda la universidad. Su mensaje es que juntos somos más, juntos somos fuerza, aunque no seamos poder. Aún.
Así que, querido seguidor del MCN, ahora que los falsos ídolos lo han dejado abandonado, aproveche y reflexione. Particularmente si es estudiante de la USAC, vote por la gente nueva, rechace el continuismo de una planilla que solo quiere perpetuar la mafia. Pero, aunque no sea estudiante sancarlista, sacúdase la modorra, deje de creer tanta patraña. Hay otros guatemaltecos que lo necesitan. Juntos somos más, juntos somos fuerza, aunque no seamos poder. Aún.
Más de este autor