Antes se habrían atenido a un promedio de 100 personas al día. Hoy el número se ha duplicado y algunos días se triplica. En el hogar se está construyendo el segundo piso del módulo de mujeres, ya que cada día aumenta el número de niñas y de mujeres migrantes. También se ha tenido que crear un módulo específico para atender a la población LGBTI. Por otro lado, La 72 también registra un alto número de migrantes que presentan solicitudes de protección internacional al llegar huyendo de la violencia en sus países de origen. México se está convirtiendo en un país de destino de este tipo de migrantes, que buscan refugio. Sin embargo, como expresa fray Tomás, el gran reto en México consiste en «ser una sociedad acogedora e integradora». Según información del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en 2015 un total de 3 423 personas, la mayoría de ellas hondureñas y salvadoreñas, solicitaron asilo en México. Esto representa un aumento del 164 % respecto a 2013 y del 65 % respecto a 2014.
Mural en el comedor de La 72. Fotografía de Lizbeth Gramajo.
En la reciente visita al albergue se pudo constatar la masiva llegada de población hondureña: niños, niñas, jóvenes, mujeres, hombres y familias enteras. Los encargados de La 72 afirman que aproximadamente el 85 % de los migrantes que están llegando a este albergue son de nacionalidad hondureña. Detrás de cada uno de ellos hay una historia y una razón para migrar. La falta de oportunidades laborales es una de esas razones. Si bien en los últimos años han proliferado maquilas y otras industrias, los requisitos para acceder a estos trabajos no son fáciles de llenar. Las extorsiones, el aumento de la delincuencia y las acciones de las pandillas están provocando que las personas se sientan acorraladas y busquen huir de la violencia. Los niños, las niñas y los y las adolescentes buscan la reunificación con sus familiares en Estados Unidos. Los jóvenes han crecido anhelando el sueño americano y buscan construir su proyecto de vida fuera de Honduras. Miembros de la población garífuna afirman que en sus territorios hay varios proyectos turísticos, pero que estos no están beneficiando a sus comunidades. Estas y otras razones obligan a las hondureñas y a los hondureños a salir de su país y atravesar el territorio guatemalteco, paso que, aseguran, es bastante sencillo siempre y cuando paguen las mordidas a las autoridades guatemaltecas correspondientes.
El albergue es atendido por frailes franciscanos y por voluntarios nacionales y extranjeros. La mayoría de voluntarios son jóvenes, muchos de ellos estudiantes universitarios. Todas estas personas se han convertido en verdaderos defensores y defensoras de las personas migrantes. Este grupo no ha sido ajeno a una serie de amenazas debido a la tarea que realizan. Sin embargo, como bien reconoce fray Tomás: «A los defensores los amenazan. A los migrantes los matan. Los defensores viven un viacrucis un par de días. Los migrantes viven todos los días su propio viacrucis». El personal de la casa también se encarga de dar recomendaciones a los migrantes. Se sabe que en las casas de migrantes que se encuentran en la ruta migratoria hay infiltrados: se filtran extorsionistas que buscan tener contactos de los migrantes en sus países de origen para poder llamarlos y exigir el rescate. Es por ello que a los migrantes se les recomienda al llegar que no den su número de teléfono a nadie y que no presten su teléfono celular. También se filtran coyotes, que buscan reclutar migrantes para llevarlos al Norte.
No olvido los grandes ojos negros de una joven hondureña que ve el mapa de la ruta migratoria y me pregunta: «¿Dónde estamos ahora?». Yo le señalo en el mapa mural de La 72 el pequeño punto que representa Tenosique, justo en el extremo sur del mapa de México, en esa esquinita que colinda con el departamento del Petén en Guatemala. La mujer abre aún más sus grandes ojos y se asusta al darse cuenta de que apenas está iniciando el trayecto. A esas alturas lleva ya una semana fuera de su casa, lugar donde ha dejado con su madre a su hija de tan solo un año de edad. Respira profundo y me dice: «Pero me siento acompañada por Dios. Él se va a encargar de cerrarles los oídos y los ojos a la Migra para que no me vea». Esta mujer acababa de llegar al albergue y esperaba quedarse un par de días antes de continuar su recorrido. No puedo evitar preguntarme dónde estará esta mujer ahora. ¿Habrá sido capturada y deportada? ¿Ya habrá llegado al Norte? ¿Estará bien?
Mapa mural de la ruta migratoria en La 72. Fotografía de Lizbeth Gramajo.
Más de este autor