Tras la apuradísima victoria de España ante Croacia el pasado lunes en la primera fase del torneo, el seleccionador, Vicente del Bosque, hizo unas declaraciones muy interesantes que no debiéramos pasar por alto. Concretamente, el técnico aseguró que habíamos pasado muy rápido de pobres a ricos, y que quizá no habíamos sabido gestionar adecuadamente ese hecho.
Es curioso, porque el entrenador se refería únicamente al equipo y los aficionados que lo respaldan. Pero sus palabras, llenas como siempre de una verdad sobria y profunda, son perfectamente extrapolables a la realidad sociológica de España como país.
Lo hemos dicho muchas veces en este blog. Si algo ha caracterizado a este país al menos en la última década es que se ha comportado como lo hacen los nuevos ricos. Es decir, con ostentación, despilfarro e inconsciencia.
Dado que el fútbol se asemeja a la vida, o que al menos participa de ella y la confronta, la imita y la reproduce, resulta lógico, por tanto, pensar en que el análisis y la forma de vivir este deporte transcurran, también, con estos mismos parámetros. Porque hasta hace dos días, este equipo era un dechado de inseguridades, mediocridad y racanería futbolística. Pero, de golpe, tras mucho trabajo, cambiaron las tornas y en cuatro años fuimos campeones de Europa y del mundo. Y, sin embargo, se nos olvidó muy rápido que no siempre se gana.
Tiempo después, como era de esperar, una vez ascendidos al olimpo futbolístico, muchos aficionados han creído que la consecución de un nuevo torneo continental iba a ser coser y cantar. Esta sensación de que las cosas llegan con facilidad, casi sin esfuerzo, sin tener en cuenta al otro, son muy españolas. Tan españolas como el derrotismo feroz y oportunista o el proverbial y sostenido ante la más mínima adversidad o dificultad.
Así ha ocurrido en esta ocasión. El combinado nacional ha superado la primera fase como líder del grupo. Y, aunque no ha vencido con la autoridad insultante que muchos esperaban, nada indica que el modelo se haya agotado. Sin embargo, ya hay quienes describen la actuación de la selección como ridícula, decepcionante o cosas peores.
Desde luego, no será porque del Bosque o el equipo les hayan dado motivos. El técnico siempre se muestra sincero y rotundo en sus manifestaciones, y nunca podrá ser acusado de demagogo o de frívolo. Porque nunca abandona su postura trabajadora y sosegada, su parsimonia y su educación. Y dudar del equipo es, sencillamente, grosero.
Para que nos hagamos una idea de la perfección del ensamblaje entre jugadores y entrenador, en la charla previa a la final del mundial de Sudáfrica, el seleccionador les dijo a sus futbolistas que tuviesen en cuenta que eran jugadores de fútbol, nada más. Qué paradoja decir algo así justo en ese momento, precisamente en el país en el que el fútbol y los futbolistas copan una posición tan privilegiada para las gentes y los medios. Al parecer, el consejo surtió efecto.
Ya no sé si me explico. Pero, finalmente, quería decir que este torneo, además de interesantes analogías o discrepancias con la idiosincrasia de los países, ha traído un morboso enfrentamiento este jueves entre las selecciones de Alemania y Grecia. Y, por si esto fuera poco, cabe la posibilidad de que España revalide su título de campeón mientras el país es intervenido.
¿Quién hubiese podido creer en que alguna de estas dos cosas ocurriría alguna vez?
Más de este autor