Muralles define chimaltenanguización como un «proceso de crecimiento desordenado y no planificado que puede llegar a repetirse en otras rutas como San Lucas Sacatepéquez, Barberena, Amatitlán y Teculután, entre otras». Todos son conglomerados urbanos y rutas de paso convertidos en pesadilla tanto para los transeúntes como para sus habitantes.
En el Encuentro Nacional de Empresarios (Enade) 2016, el señor Jordi Hereu, alcalde de Barcelona durante el período 2006-2011, dijo que ...
Muralles define chimaltenanguización como un «proceso de crecimiento desordenado y no planificado que puede llegar a repetirse en otras rutas como San Lucas Sacatepéquez, Barberena, Amatitlán y Teculután, entre otras». Todos son conglomerados urbanos y rutas de paso convertidos en pesadilla tanto para los transeúntes como para sus habitantes.
En el Encuentro Nacional de Empresarios (Enade) 2016, el señor Jordi Hereu, alcalde de Barcelona durante el período 2006-2011, dijo que «Guatemala, país con menos urbanización que el promedio continental, tiene la gran oportunidad de desarrollar ciudades intermedias incorporando toda la experiencia previa, con sus aciertos y sus errores, y convertir las ciudades en una gran oportunidad para el país».
¿Estamos dispuestos a asumir esta oportunidad o preferimos dejar que impere el desorden y que los Chimaltenangos se multipliquen como gremlins? La pregunta obligada es qué queremos para el futuro: una réplica de Chimaltenangos, visión contemporánea de Sodoma y Gomorra a la Tortrix (como les gusta decir aquí), o tomar control del caos y planificar nuestras ciudades con responsabilidad.
La amenaza de chimaltenanguizarnos no solo es muy creíble, ya que lo estamos viviendo, sino que además es algo que puede convertirse en pandemia si no se toma control. Desde inicios del siglo XXI Guatemala entró en una fase de crecimiento acelerado de la población urbana. En el año 2000, el 57 % de la población era rural. Y para el 2032 se proyecta que más del 75 % de la población será urbana.
Esta transición de lo rural a lo urbano es una realidad que no se puede obviar y que más bien debe ser asumida con responsabilidad para asegurarnos de que el proceso se haga de manera ordenada y planificada. Nuestra mirada debe estar en lograr un modelo de desarrollo territorial incluyente, equilibrado, ordenado y respetoso del medio ambiente, que favorezca el desarrollo económico, el bienestar de sus habitantes y su integración armoniosa con el resto del país; que construya verdaderas ciudades, dignas del siglo XXI, con ciudadanos responsables y felices.
La decisión es simple: ¿queremos muchos Chimaltenangos o queremos un proyecto planificado de ciudad, que estimule el esfuerzo de todos, que genere prosperidad y competitividad, que facilite el desarrollo y que lleve bienestar a todos sus habitantes?
Chimaltenango es el ejemplo claro de la no planificación y de la falta de liderazgo público. Se impusieron los intereses privados, de modo que estos provocaron el caos que todos conocemos hoy y que se manifiesta en ese desorden vial, «suma de todos los males en una carretera», como lo llaman en el reportaje de Plaza Pública. Sin liderazgo público capaz, la tiranía se impone y el resultado es el caos. Por eso hace falta planear y liderar la construcción de ciudades desde la institucionalidad pública, la única llamada a velar por el interés de todos sus ciudadanos.
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