¿Qué se necesita para mejorar las condiciones de vida en Guatemala? Disminuir la pobreza y la pobreza extrema, elevar la cobertura en salud y en educación, combatir la evasión fiscal, propiciar el desarrollo en el área rural, combatir la corrupción, atacar la delincuencia y criminalidad, entre otras aristas vinculadas con la responsabilidad del Estado.
¿Cómo se puede ejecutar lo anterior? Por medio de políticas derivadas de los programas de gobierno diseñados por quienes conducen el Organismo Ejecutivo, para lo cual este cuenta con 14 ministerios y una variopinta red de secretarías y direcciones generales que reúnen dependencias especializadas en la gestión pública. El desempeño de los otros dos poderes, Judicial y Legislativo, y el efectivo complemento de las comunas cierra el círculo virtuoso.
¿Cuál es la vía para ocupar esos espacios? La electoral. Guatemala tiene un sistema republicano, democrático y representativo en el que cada cuatro años se elige presidente, diputaciones (160) y corporaciones ediles (340). Respecto de la primera magistratura, la costumbre ha sido que el resultado final se toma en balotaje, es decir, quienes alcanzan los lugares uno y dos en primera vuelta, van a una segunda ronda.
¿Quiénes eligen? Las personas mayores de 18 años de edad pueden votar y el único requisito es empadronarse, acción que podría garantizarse para el ciento por ciento si quien llega a la mayoría de edad y, obligatoriamente, debe tramitar Código Único de Identificación, al hacerlo quedara ligado/a al Registro de Ciudadanos. Sin embargo, son dos trámites y el segundo no siempre se concreta. Para 2023, la decisión de elegir estará en las manos de 9.3 millones de personas.
¿Por qué la crisis? Guatemala suma 38 años desde la denominada apertura democrática, lapso en el que nueve de sus 11 mandatarios ganaron comicios en los que la tendencia marcó el paso de la euforia al desencanto, lo cual en este mismo espacio califiqué como Masocracia, término que armé con las repercusiones de las novelas del austriaco Leopold Ritter von Sacher-Masoch y el postulado ateniense, para asociarlo con la dinámica chapina de votar, quejarse, votar, quejarse, votar...
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En ese sentido, cuando restan seis semanas para la emisión del sufragio son 23 las candidaturas a la Presidencia de la República. Cualquiera pensaría que debatir y analizar en relación con las líneas programáticas de las y los aspirantes sería el punto de conversación ciudadana. Pero el foco de las conversaciones y el interés mayoritario no está en saber cómo cree que buscará resolver los diversos problemas del país quien se cuelgue la banda presidencial el 14 de enero de 2024.
Lejos de ocurrir lo que sería obvio, lo que más suena y resuena es el espectáculo cómico-electoral que ha venido resaltando en la campaña por la obtención del voto. Bailes, chistes, ataques personales, rifas, cancioncitas y escenas propias de plató televisivo son los principales generadores del seguimiento que despierta la décima convocatoria que presencia Guatemala.
Dado el panorama descrito y el aderezo que aportan las encuestas con su efecto retador, conformista o afirmador que encierran, por el momento se augura que el tratamiento de los temas de fondo se mantendrá apagado, en tanto que todos los reflectores se orientarán hacia los dimes y diretes, y las posturas mercadológicas que sustentan unas alegres elecciones. Por supuesto, de prevalecer este guion, la alegría será fugaz.
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