Estoy en la terraza de un edificio en el Centro Histórico de la ciudad capital, al frente tengo una linda vista de la iglesia de La Merced. Son las tres de la madrugada de un día de julio de 2022 y la fiesta de cumpleaños de mi amiga I. sigue, pero convertida en una charla sorprendentemente interesante, por la hora, entre dos personas originarias de la costa sur guatemalteca. Así fue como conocí a Juan José Guillén, o «Volcancitto», comunicador y escritor de la costa sur, historiador del arte y artista de calle[1].
Retomé la charla con J.J. Guillén durante un desayuno en mi casa y resultó una linda entrevista donde el artista costasureño me contó su análisis de los procesos civilizatorios de la costa pacífica de Guatemala.
–Volcancitto, ¿por qué hablás con tanta pasión de la costa?
–Ah, porque la costa es toda una nación. Te estoy hablando de lo que va desde El Salvador hasta el istmo de Tehuantepec, en México. De hecho, estoy preparando una expo que rememora un recorrido de esta lengua de tierra pacífica. Estoy fabricando un traje de «tiliches» (traje de trapos). Fijate que ahí en el istmo de Tehuantepec, y más arriba, en Guerrero, se practican aún los bailes de los Tiliches.
Los habitantes de la costa son gente que ha compartido lazos culturales y climáticos, sobre todo, y pues finalmente esa lengua territorial quedó dividida en tres países (México, Guatemala y el Salvador) y eso ha tenido poco a poco sus consecuencias. Esto de los tiliches hasta 1930-40 se hacía todavía en algunas partes de la costa sur de Reu y de San Marcos, pero luego, se va perdiendo la práctica de este lado, en Guatemala y se queda solo en México.
Entiendo que esta gente de Tehuantepec, de ese lado del pacífico mexicano, venía de peregrinación a Esquipulas y también hacían a lo largo de la costa este baile de los Tiliches. Se pierden muchas cosas cuando ya no existe la peregrinación a Esquipulas.
El fotógrafo mixqueño Jairo Lemus está, por cierto, haciendo una recopilación fotográfica sobre la indumentaria del pueblo Poqomam de Mixco. El huipil antiguo del territorio mixqueño está pintado con hilos púrpuras teñidos con un caracol comerciado desde el territorio zapoteca. Más precisamente desde el municipio de Hidalgo Yalalag, en Oaxaca.
[El artista e historiador del arte costasureño Volcancitto se detiene con un bocado del rico mole que hizo él y que me trajo para nuestro desayuno compartido y continúa…]
Esta ruta se dio, me imagino, más por el comercio, que por el peregrinaje a Esquipulas. De hecho, hay un dios negro en los códices que es Ek Chua. Y pues en el istmo de Tehuantepec, hay muchos cristos negros. No sé si topás que el Cristo Negro de Esquipulas no es negro en realidad, pero que lo han ido enegreciendo… Pues eso es una correspondencia cabal con el Ek Chuá, el dios del comercio. Entonces podríamos suponer que esas peregrinaciones empezaron ya mucho antes de la invasión española. De hecho muchos municipios tienen, como patrón a un Cristo Negro.
–Mirá, ¿y qué más decías aquella vez sobre la dicha y desgracia de la costa sur? (Le pregunto esto recordando al catedrático de mi clase de fertilidad de suelos, cuando nos explicaba que las mejores tierras de Guatemala se encuentran en ese paraíso costeño: «Es una vergüenza que de esas tierras tan fértiles, no más salga azúcar y ron, en lugar de alimentación», recuerdo que agregó un par de veces mi catedrático).
–Pues, justamente, la desgracia de la costa sur es la de ser un territorio tan fértil. Y esto es histórico, los mexicas del centro de México tenían un territorio en Soconusco que es la región de Tapachula y San Marcos por la siembra del cacao. O sea ya se codiciaba este territorio antes de la invasión. Siempre ha sido un territorio en disputa. Mirá, en tierra fría, por ejemplo, solo sale una cosecha de maíz al año. En la costa pueden salir hasta tres dependiendo de qué tan loco esté el invierno.
Y esas naciones mayas que habitan en la costa sur también han tenido esa desgracia de ser invisibles en el imaginario guatemalteco, por ejemplo, la gente poqomam de Palín. En general, el imaginario de la costa es que la gente es mestiza. En realidad, lo que la costa nos demuestra es que no hay gente mestiza ahí, sino que hay gente maya que ha sido ladinizada a la fuerza. La costa es como el laboratorio histórico donde vos podés encontrar cómo fueron ladinizando a la gente con procesos sistemáticos. Yo creería que el proyecto de ladinización se empezó en la costa sur. Lo que sucede es que ahí se dan cuenta que ahí sí pueden latifundizar los territorios. Los ejercicios de poder ya tenían eso ubicado desde los primeros años de la invasión. Entonces, el proceso empieza cuando los invasores empiezan a desvincular a la gente de su tierra, el sistema en general con el proyecto de Estado-Nación.
Al final del siglo XIX, son José María Reina Barrios y Justo Rufino Barrios quienes dictan los decretos de ladinización. El más famoso es el que declaró «ladinos» a los habitantes de San Pedro Sacatepéquez. Ahí identificás entonces, de facto, cómo el Estado ha ído implementando en la costa ciertas políticas de genocidio cultural, digamos, ya desde el siglo XIX. Por ejemplo, las naciones Xincas llegaban hasta Retalhuleu en el siglo XIX, en este momento no estaba configurado el concepto de «guatemalteco», pero obliga a la población a desvincularse de su identidad porque con ello es más fácil desvincularse de la tierra también. Y pues eso se ve con la gente mam de San Pedro Sacatepéquez, por ejemplo, que ya no habla mam y cuya indumentaria se perdió en la costa. Otra cosa fuerte que sucedió es que se cambiaron los apellidos.
La costa es un territorio de despojo, ya cedido. Bueno, en realidad cualquier territorio que no le pertenezca a quien habita esa tierra, y la costa es ese ejemplo. Finalmente, el poder ya está bien sustentado para los terratenientes allá. Y ciertos terratenientes, a partir de esa subyugación de esa pertenencia de las tierras, se han hecho narcos últimamente. Por eso hay tanto vínculo con el narcotráfico en las alcaldías de la costa sur.
La desvinculación de su territorio en la costa es un proceso que lleva más de 150-170 años, desde finales del siglo XIX. La desposesión de la tierra ha sido grave. No se habla mucho de la costa en general y hoy es el narcotráfico la fuerza política que dicta las pautas en esos territorios. En la costa, todo ya está dicho para el poder, digamos. La fuerza de trabajo es con la caña, con el narco o migrar.
[Se queda pensando…]
Es bien fuerte saber que no tenés tierra, más que tu casa. Creo que uno que habita la ciudad no concibe lo grave que es. Y eso no empodera, así alimentariamente. Por ejemplo, yo soy de San Rafael Pie de la Cuesta, en la bocacosta, y en mi municipio hay 7 aldeas y 58 fincas. Es un lugar donde el 90 % del territorio está en manos de muy pocas familias. Y que ni siquiera viven en San Rafael Pie de la Cuesta, sino que en la ciudad o en el extranjero. Es un espacio de poder ya asentado desde hace ya más de 100 años.
El ladino es en realidad una categorización que nace de la ladinización del Estado, de la negación de su identidad, pero la negación, no por decisión, sino porque a los bisabuelos les quitaron el apellido indígena, a los abuelos les quitaron el idioma, a los padres les quitaron la tenencia de la tierra y así. Con los ladinos por decreto otra de las implementaciones es el cambio de los apellidos. De mi familia materna, el apellido era «b’ech» que en mam es «flor», entonces desde mi bisabuela, se volvió «Flores». Y eso tiene un impacto.
El surcosteño Volcancitto termina su charla por estos comentarios: «La costa es el territorio donde se han puesto en marcha los procesos que han llevado a ser el proyecto de nación de Guatemala, como un lugar caracterizado desde el racismo, el latifundismo y la expropiación de tu identidad. De hecho vas hoy a la costa y se repiten discursos racistas. Entonces ahí te das cuenta de que el ladino no es alguna comunidad, un pueblo, como te lo plantea el Estado-Nación de Guatemala».
Escuchando esto, recuerdo unas palabras de un conversatorio escuchando a la antropóloga maya k’iche’ María Jacinta Xón, plasmados en su libro Entre la exotización y el mayámetro. Dinámicas contemporáneas del colonialismo: «La bipolaridad ladino-indígena es un modelo ideológico de la sociedad guatemalteca que ha sido contraída por el Estado para regir las relaciones sociales entre los guatemaltecos» (p.98).[2]
Termino mi texto con otras palabras de María Jacinta Xón Riquiac: «No hay un colonialismo terminado, hay un colonialismo dinamizado. Si no se rompen esas raíces o no se desestructuran esos puntos que lo sostienen histórica o económicamente, es imposible creer que exista algo que sea después del colonialismo».
***
Me parece importante aclarar que escribo esta columna porque me interesa escuchar y compartir el pensamiento del historiador de arte Juan José Guillén. El formato que uso es la entrevista, no es un ensayo histórico ni pretende expresar más que la opinión de las personas que participan en ella.
[1] El artista Juan José Guillén se describe, además, con estos términos: «Abordo mis denuncias en colectividad desde el arte y mis inquietudes personales desde el periodismo y la comunicación. Como disidente del orden sexual en mi trabajo investigativo y artístico propongo recuperar lo históricamente considerado anormal, dentro del imaginario de las memorias colectivas».
[2] María Jacinta Xón Riquiac (2022). Entre la exotización y el mayámetro Dinámicas contemporáneas del colonialismo. Catafixia Editorial.
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