Esta afirmación es parte del testimonio de Emeterio Toj Medrano, campesino quiché que participó en la Democracia Cristiana y la Acción Católica, locutor de radio, uno de los fundadores del Comité de Acción Campesina (CUC), militante del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y activista político hasta nuestros días.
El testimonio de su vida comprende desde sus orígenes familiares hasta su participación en labores de educación en las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) y en otros espacios y comunidades. Buena parte del relato se concentra en el testimonio de su secuestro y tortura por parte del ejército guatemalteco de julio a noviembre de 1981.
Dentro de la riqueza del relato vale destacar algunos puntos. En primer lugar, recordar lo grave de los señalamientos del testimonio, sobre su captura, tortura e intento de «conversión» y negación de su militancia política y revolucionaria. Torturar no es sencillo: implicó una maquinaria compuesta por instalaciones, vehículos y una gran cantidad de militares formados para planificar y ejecutar las acciones antisubversivas (que incluyeron, además, el secuestro, la desaparición y asesinato de militantes revolucionarios, sospechosos de serlo, simpatizantes y muchas otras personas). Varios de los implicados aparecen claramente identificados con sus nombres y su ubicación en la jerarquía militar.
También son muy claros los efectos inmediatos que genera la tortura física y psicológica a la que se vio sometido Toj Medrano: miedos, angustias, dolores, humillaciones, esperas, preocupaciones por la propia suerte y de los seres queridos, por la organización, etc., debido a los malos tratos, los golpes, las asfixias, las preguntas, las quemaduras, las acusaciones, los intentos de «lavado» de cerebro, el hambre, la sed. Todo esto genera miedo, confusión, soledad y culpa. Incluso el martirio de tener que pensar en la familia, en la posibilidad de fuga, en el suicidio, en las recriminaciones por la debilidad e indecisión, que se traduce en «aquel mar de angustia en mi alma».[3]
Sin embargo, hay que destacar también los múltiples recursos de afirmación, resistencia y afrontamiento frente a la situación. Desde la identidad dada por su pueblo y la fe (aspectos que señala Ricardo Falla en el prólogo), pasando por el sentido de vida que se sostiene en elementos religiosos y políticos, la esperanza de la evasión y volver a ver a su familia y su hogar, hasta el enojo y la rabia contra los captores, a quienes acusa de malvados por sus sistemáticos intentos de humillarlo.
Finalmente, quisiera señalar lo emotivo de la presentación del libro y homenaje, resultante de escuchar al propio Emeterio Toj Medrano por sus llamados a luchar contra la injusticia y participar en la política, aún contra el descreimiento y desconfianza de nuestros días, así como escuchar a las y los jóvenes de la resistencia universitaria contra el fraude, quienes manifestaron su agra
[1] El miércoles 26 de octubre en la Fundación María y Antonio Goubaud, se realizó la presentación de la segunda edición del libro Cuando el indio tomó las armas y un homenaje a Emeterio Toj Medrado, organizada por la Fundación María y Antonio Goubaud, la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala y el Centro de la Memoria Histórica USAC. Contó con la moderación de Noé Vásquez y la participación de María Jacinta Xon, Gabriela Grijalva y un servidor como comentaristas.
[2] Toj Medrano, Emeterio y Véliz Estrada, Rodrigo. Cuando el indio tomó las armas. La vida de Emeterio Toj Medrano –Renacer después de un secuestro-. (Guatemala: segunda edición, Maya Wuj, 2022), 174-5.
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