Las decisiones que tomamos están basadas en nuestro carácter, nuestras experiencias y nuestras creencias. Hay algunas partes de nuestro carácter que tienen relación con nuestro alambrado interno: con nuestro ADN. Conforme vamos creciendo, nuestra forma de ser depende más de las experiencias y creencias que vamos adquiriendo en el tiempo.
El liderazgo es esa capacidad de incidir o influir en la forma de pensar o de actuar de otras personas. Lo hacemos todo el tiempo. Ejercemos liderazgo sobre otros constantemente. El liderazgo, muchas veces, se ejerce silenciosamente.
Lo hacemos cuando manejamos en el tráfico, entramos a un edificio, caminamos en el barrio o hablamos con nuestros hijos, compañeros de trabajo o vecinos. Lo hacemos cuando respetamos una señal de tránsito, cedemos el paso a alguien más o cumplimos con nuestras responsabilidades a tiempo.
También lo hacemos cuando tiramos basura a la calle, somos irrespetuosos con nuestra pareja o insultamos a una autoridad frente a nuestros hijos. El liderazgo no siempre es positivo. Cualquiera nos puede identificar como un líder.
Cada uno de nosotros tenemos entre cinco y siete personas que tienen incidencia sobre nuestra forma de pensar o actuar. Pueden ser personas que no nos conocen y que no saben que están ejerciendo esa influencia sobre nosotros. Muchas veces no conocemos sus creencias, pero escuchamos lo que dicen o la forma en que actúan.
La sumatoria de esos hábitos, creencias, valores y experiencias es la cultura organizacional o ciudadana de una determinada organización o ciudad. Esa cultura ciudadana determina la forma en que es aceptable actuar entre nosotros y permite prever el tipo de resultados que obtendremos como organización o sociedad.
La cultura ciudadana prevaleciente en una sociedad está en constante adaptación, derivada de nuevas experiencias y liderazgos que emergen de la misma. Sociedades más conservadoras incorporan más despacio modificaciones en su sistema de creencias, tienden a mantener las cosas como están por más tiempo.
No es un tema de izquierda o derecha. No es un tema de ideología, sino de disposición al cambio. Con liderazgo podemos modificar hábitos o formas de convivir para obtener resultados diferentes a los actuales. Las experiencias fomentan hábitos, que a su vez generan creencias. Las creencias influyen la forma en que actuamos o reaccionamos a determinadas circunstancias. Finalmente nuestras acciones generan resultados.
Las experiencias, creencias y acciones generan los resultados en nuestra sociedad. Nuestra cultura ciudadana predominante genera los resultados que obtenemos como sociedad. Cuando en nuestro modelo mental compartido, en nuestra filosofía de vida prevalece o se incentiva el bien particular en el corto plazo sobre el bien común en el largo plazo, no podemos extrañarnos por los resultados egocéntricos, corruptos y cortoplacistas que mantenemos en nuestro país. Desde lo político hasta lo empresarial. Desde lo sindical hasta lo profesional. Cada sector (y su liderazgo) vela por sus intereses y no por los del país.
Transformar una cultura organizacional en una institución, o la cultura ciudadana en un país es un proceso largo; pero empieza en cada uno de nosotros y nuestras áreas de influencia para dar el primer paso. El ejemplo es la única forma de liderar.
Dios los bendiga, y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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