Algunos han salido a la palestra pública para defender su perspectiva y lógica y cuestionar el trabajo realizado por el comisionado Iván Velásquez. Otros, sin embargo, prefieren los espacios menos mediáticos y las negociaciones intramuros, donde se puede decir libremente lo que se piensa sin necesidad de comprometer su imagen ante la sociedad y la ciudadanía.
Por ejemplo, hasta ahora, la narrativa respecto al gabinete de ministros es que nunca fueron consultados por el presidente en la toma de decisiones sobre la declaración de persona non grata contra el comisionado Velásquez. Y esa narrativa es esencialmente correcta porque la mayor parte de los ministros se desayunaron la noticia esa mañana tumultuosa de domingo, cuando los ciudadanos pudimos ver y escuchar al presidente decretando la expulsión del comisionado.
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Sin embargo, al menos tres ministros fueron consultados por Morales y participaron activamente en refrendar la decisión de expulsar a Iván Velázquez. El ministro de Cultura, el de Agricultura y el de Energía y Minas conformaron una especie de gabinete de emergencia que acompañó al presidente y lo asesoró en esa penosa y absurda decisión.
El ministro de Cultura, José Luis Chea Urruela, fue quizá, de ellos tres, el que mejor pudo orientar al presidente, dada su experiencia diplomática y política. Chea se mueve en los círculos ultraconservadores, donde la Cicig es muy mal vista, y tiene nexos tanto personales como profesionales con diversos líderes empresariales y políticos articulados con el viejo sistema.
Por otra parte, los ministros de Agricultura y de Energía y Minas han sido clave para enlazar al Gobierno con empresarios de esos dos sectores que también consideran que la justicia actúa de manera selectiva y en contra de sus intereses. El engranaje entre intereses privados y Gobierno ha quedado muy patente en estos días, con pronunciamientos públicos en los que se desea que la Cicig modifique su mandato para apoyar al MP en la persecución de organizaciones comunitarias e indígenas con una agenda política enemiga de las plantaciones de palma, las industrias extractivas y las hidroeléctricas.
Así que el gabinete de emergencia que acompañó al presidente Morales no pretendía elaborar una estrategia sofisticada, sino más bien presionar por una salida que protegiera los intereses privados de grupos económicos específicos. Y desde hace dos semanas vieron la oportunidad de hacer avanzar sus objetivos aprovechando la confrontación del presidente con el comisionado Velázquez.
En Presidencia revuelta, ganancia de ministros con agenda propia.
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Vivimos momentos de definición histórica que podrán establecer las bases de la Guatemala del siglo XXI. De un lado tenemos el camino del Estado de derecho y del combate de la corrupción y la impunidad, desde donde podemos construir un país para todos. Del otro lado tenemos el viejo régimen político y económico corrupto, donde tratan de mantener un sistema que ha beneficiado solo a una minoría. Los hombres del presidente, Chea Urruela y compañía, reman decididamente hacia la segunda opción, al igual que algunos alcaldes y diputados desesperados por salvar su forma de hacer dinero, que ellos disfrazan de una forma de hacer política.
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La derrota del viejo régimen no se dará en una sola batalla (como ingenuamente creían algunos en el 2015) ni tampoco en una sola coyuntura de crisis. Si hoy la ciudadanía no sale masivamente a las calles, no es por falta de convicción (pues la mayoría de los guatemaltecos y las guatemaltecas sí están hartos de la corrupción), sino porque aún no creen que estamos al borde de un cambio definitivo. Pero todo lo que sucede va acumulando fuerzas para las presentes y futuras batallas de esta larga lucha por recuperar el país que nos pertenece a todos. Y un día, como sucedió en la Universidad de San Carlos hace poco, con la elección de la nueva Asociación de Estudiantes Universitarios, los sentimientos ciudadanos confluirán y surgirá el nuevo liderazgo nacional comprometido con la gestión pública honesta y profesional, con una sociedad abierta y transparente y con una economía en la cual prevalezca el progreso compartido.
Ese día ya no habrá más gabinetes de emergencia con ministros dedicados a la innoble tarea de defender el viejo régimen, aconsejando al presidente que se ponga una soga al cuello. Porque ese día se acabarán los ministros y asesores especializados en suicidios presidenciales.
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