Estudios académicos, incluyendo de la FAO, determinan que hoy en día se produce globalmente lo suficiente para alimentar a toda la población del mundo. Sin embargo, 10 grandes empresas transnacionales controlan la mayor parte de la producción alimentaria mundial que abarca bebidas, leche, chocolates, cereales, granos, carnes empacadas, embutidos, pastas, margarinas, alimentos para bebé, mascotas y otros envasados que han venido a suplir la producción local en detrimento de los pueblos que tradicionalmente eran autosuficientes para alimentarse. El hambre se extiende y, sin embargo, hace unos años, en Europa los productores de leche, manzanas y otros productos destruyeron cantidades millonarias de producto para que los precios en el mercado no bajaran por el exceso de oferta.
No se envió a África o a otros países donde la gente se muere de hambre. El mercado global no tiene conciencia ni valores, solo intereses de acumulación, crecimiento infinito e insensibilidad ante la muerte de la madre tierra. Después de firmar los tratados de libre comercio, empresas estadounidenses aumentaron en nuestros países sus inversiones en el procesamiento de alimentos y, por ejemplo, en México de 210 millones de dólares pasaron a 5,300 millones de dólares en 12 años.
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Se abandonan las dietas tradicionales por la llamada comida procesada –chatarra– con ingredientes químicos dañinos que provocan la obesidad creciente en los países del norte y que, en países pobres, como el nuestro, ya está afectando esa malnutrición con la obesidad, enfermedad y muertes prematuras por ese consumo. Y el costo directo en atención sanitaria y costos indirectos como la pérdida de productividad son altos, afectando a la precaria economía del país. Se calcula que dentro de 7 años, 2030, en países pobres, las muertes prematuras por enfermedades relacionadas con la malnutrición llegarán a 5.1 millones.
Es importante lo que la FAO recuerda: que la comida no es una mercancía sino una fuente de vida.
Imagen del muro de legnalenja.wordpress.com
A lo largo de 10 artículos anteriores he tratado de perfilar el panorama del hambre como una herencia y continuidad del proceso de colonización y donde la colonialidad hace presa de nuestras condiciones materiales y subjetivas. Por ello es importante entender el concepto que nos brinda el intelectual Jorge Luis Solano que la define así:
«La colonialidad es la lógica del orden social donde todo gira alrededor de los valores culturales heredados de la invasión colonial, donde todo está articulado a la visión del mundo del colonizador y que el colonizado adquiere como propia. Tres dimensiones de la colonialidad: a) Estructuras sociales jerarquizadas que se basan en la noción de que los cuerpos blancos son superiores a los no blancos, b) el eurocentrismo epistémico, que coloca a Europa como espacio intelectual primigenio en la producción de conocimiento, c) una occidentalización de los estilos de vida, expresada en la moda, la arquitectura, la literatura, la tecnología, el idioma, el arte, la religión, etc.». Y, por supuesto, el modelo económico productivo y los hábitos de consumo: producimos lo que no comemos y comemos lo que no producimos.
Olivier De Shutter recomienda a los Estados varias medidas para promover dietas más sanas, por ejemplo, aplicar impuestos a los refrescos y alimentos con alto contenido de grasas, azúcar y sal o reexaminar los sistemas existentes de subsidios agrícolas. Y es muy claro en su diagnóstico: «Solo se conseguirá una transición hacia dietas sostenibles apoyando distintos sistemas de explotación agrícola que permitan garantizar a todas las personas el acceso a dietas adecuadas y al mismo tiempo respaldar los medios de subsistencia de los agricultores pobres, y que sean sostenibles desde un punto de vista ecológico».
El reto para nuestra sociedad y pueblos es entender cómo el colonialismo se articula, aún en el presente, a todas las esferas de la vida social, económica, cultural y política; tarea para centros de estudio, organizaciones políticas, sistema educativo y fundamentalmente para las autoridades del Estado, que deben ser distintas a las que han gobernado, es decir autoridades descolonizadas y representativas de los intereses de los pueblos y sociedad en general. ¡El hambre mata!
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