La obra se titula Los mayas de Morganton. Trabajo y comunidad en el nuevo nuevo sur[1]. En ella Fink explica las dinámicas económicas y político-sociales detrás de la llegada, a principios de los años 90, de inmigrantes predominantemente q’anjob’al, aguacatecos y chalchitecos, provenientes de Huehuetenango, a esta localidad sureña, poblada mayoritariamente por residentes blancos, afroestadounidenses y refugiados de Laos, conocidos también como hmong.
El interés de Fink es explicar cómo un conflicto por mejorar las condiciones laborales en una procesadora de carne de pollo (Case Farms) da la pauta para reenergizar la lucha y la organización de los trabajadores en este pueblo, cuyos principales protagonistas son indígenas guatemaltecos, casi todos indocumentados, a pesar de (o gracias a) que muchos de ellos han sido desplazados de comunidades devastadas por el conflicto armado interno, precisamente debido a la represión del Estado contra la organización social en Guatemala.
Así, indagar sobre un conflicto laboral y un esfuerzo de sindicalización en un estado (y país) donde la organización y la membresía sindicales en el sector privado han disminuido dramáticamente permite al autor adentrarse en la vida de estas nuevas comunidades indígenas, el papel que jugarán y los espacios de identidad y pertenencia que deberán constantemente negociar para obtener condiciones de trabajo dignas y la oportunidad de una mejor calidad de vida a sus familias tanto en Morganton como en San Miguel Acatán o en Aguacatán.
Traigo esta historia a colación y más cerca de casa dados los recientes cambios demográficos que se vienen produciendo en Minnesota, estado del medio oeste en el que vivo desde hace doce años. Hasta hace un tiempo, este no era un estado tradicional de acogida de inmigrantes centro- o sudamericanos.
Sin embargo, la última década y media ha visto un aumento de familias indígenas, con mayor visibilidad después de la crisis humanitaria de los menores no acompañados en 2014. Pueblos del sudoeste como Marshall, Willmar, Worthington, St. James o Fairbault son los Morgantons del nuevo medio oeste, aunque los indígenas aquí asentados provienen predominantemente del Quiché y de San Marcos[2]. Se estima que entre el 60 y el 70 % de los hispanos que residen en Worthington son de origen guatemalteco, por lo que sobrepasan ya a los de origen mexicano.
Al igual que en otras comunidades rurales del país, los trabajadores indígenas encuentran asidero en las plantas procesadoras de alimentos, en fábricas empacadoras de carnes de cerdo y avícolas, o en las lecherías. Según personas que asisten a estos nuevos inmigrantes, los guatemalas, como aparentemente se conocen en algunas localidades, trabajan de sol a sol, manejan escasamente el español (no digamos del inglés) y no cuentan con licencias de conducir, y mucho menos con permiso de trabajo auténtico, pero tienen ciertas fuentes de ingresos que les permiten sobrevivir en su nueva comunidad y a veces, con suerte, reinvertir en sus pueblos de origen. Obviamente, los trabajadores indígenas siguen atrapados en un círculo vicioso transnacional de desigualdad y explotación que sirve a los intereses económicos, que no respetan garantías laborales.
Valdría la pena elaborar un estudio como el de Fink en esta parte del país. Seguramente se encontrarían hallazgos y patrones muy similares que permitirían, por un lado, plantear políticas de integración interculturales y de viabilidad socioeconómica que se adapten a las necesidades de cada localidad ante la imposibilidad de una reforma migratoria y, por el otro, exigir que el Gobierno guatemalteco considere Minnesota dentro de su red consular para apoyar a estas comunidades trabajadoras desprotegidas en uno de los peores climas antiinmigrantes y xenófobos que experimenta el país.
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[1] Fink, L. (2003). The Maya of Morganton. Work and Community in the Nuevo New South. Chapel Hill: The University of North Carolina Press.
[2] De hecho, el film Abrazos (2014), del cineasta guatemalteco-estadounidense Luis Argueta, relata los lazos comunitarios existentes entre familias indígenas de San Marcos y de Worthington y sirve también de telón de fondo para denunciar un sistema migratorio completamente disfuncional.
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