Es una pena que dicha casa de estudios haya perdido la calidad para debatir, como en su pasado la tuvo con Manuel Ayau y con Giancarlo Ibargüen. Cuando se empieza por llamar «mercenario» al contrincante, el debate ha terminado. Es triste que la disciplina de mantener un debate de altura se haya perdido al poco tiempo de la muerte de ambos. Si los ataques personales y los insultos van a ser la moneda de cambio en la discusión, el debate de políticas económicas con la UFM, o al menos con Daniel y Ramón, va a ser imposible. Sin embargo, para entretener al lector y para devolverles el elegante gesto que tuvieron conmigo, primero atacaré la postura ideológica de ambos artículos y luego procederé a cuestionar el análisis económico de ambos.
¿Cuál es la debilidad ideológica de ambos artículos? Que resultan ser análisis populistas de política económica, no análisis económicos. ¿A qué me refiero? El profesor Andrés Velasco, haciendo referencia a un libro del profesor Jan-Werner Müller, lo describe bien: «El populismo constituye una interpretación moralista de la política. Quien sustenta una visión correcta del mundo es moral. Los demás son inmorales, lacayos de una élite corrupta. Esta es exactamente la retórica que empleaba el expresidente de Venezuela Hugo Chávez». Claramente esto se nota en los artículos de Daniel y de Ramón, que dan por sentado que yo promuevo una devaluación porque soy parte de la «horda de mercenarios económicos a sueldo de parte del sector exportador».
El problema es que dicha interpretación moralista de la política nubla el análisis económico, ya que niega la complejidad de los problemas económicos. Considerar, como hacen los artículos de Daniel y Ramón, que una devaluación se resume a problemas de gran inflación que afecta especialmente a la población pobre del país es una burda simplificación analítica. Primero, una devaluación es un asunto de expectativas, así como de oferta de quetzales y de demanda de dólares en el mercado. Imprimir quetzales no es la única manera de lograrla. Segundo, solo una parte de la devaluación se convierte en mayores precios a los consumidores. En Guatemala se ha estimado que un 10 % de devaluación llega a generar menos de 2 % de inflación. Tercero, el impacto de dicho aumento de precios termina afectando más a quien quiere un auto nuevo que a un pobre.
Claro, esto no es todo el problema. La burda simplificación de los problemas económicos los lleva a ignorar las implicaciones de quedarse de brazos cruzados o por qué es necesario actuar. Ignoran que hay un costo de oportunidad de no actuar, especialmente cuando hay dos problemas económicos que están ignorando. Por un lado, la guerra de monedas a nivel mundial, en la cual la devaluación de distintas monedas los hace más competitivos mientras destruye la capacidad guatemalteca de exportar y de vender productos en el mercado doméstico, tiene un impacto en la capacidad de empleo. Por otro, el crecimiento de las remesas nos está metiendo en un círculo vicioso llamado mal holandés, en el cual la migración genera más remesas que aprecian el tipo de cambio, hacen que cada vez sea más difícil generar empleo y promueven más migración. No entrarle al tipo de cambio tiene un costo de oportunidad, el cual no mencionan.
Finalmente, la burda simplificación que hacen de los problemas económicos los lleva a nublar su interpretación de la evidencia histórica. Es un sinsentido querer asustar a los lectores al sugerir que si Guatemala quiere alcanzar un tipo de cambio competitivo va a terminar con las desastrosas inflaciones latinoamericanas del siglo XX. ¿Por qué? Primero, porque la inflación fue generada por déficits fiscales. Segundo, porque dichos países no buscaban tener un tipo de cambio competitivo, sino todo lo contrario: en la lógica de la industrialización por sustitución de importaciones, lo que más les convenía era tener un tipo de cambio apreciado. Lo mismo es válido respecto a otros casos. Ya en otro momento discutí con Daniel sobre lo incorrecto que es pensar que el tipo de cambio en Alemania estaba apreciado durante la década de 1950. Es más, la devaluación de 1949 fue esencial para su crecimiento basado en exportaciones.
Allí donde Daniel y Ramón ven un mercenario, lo que hay es un análisis económico más sofisticado que el que ellos presentan. Allí donde Daniel y Ramón ven un mercenario, lo que hay es una preocupación genuina por generar empleo masivo de mejor calidad para el país.
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