Por un lado, estos las niegan y explotan. Por el otro, las necesitan para equilibrar el bono demográfico, abaratar sus costos de producción y, en el caso de los países de menores ingresos, compensar estos por medio de las remesas. Los refugiados que huyen de las guerras contemporáneas, a quienes Europa les ha cerrado las puertas, develan la decadencia de la otrora fundadora del gran pacto universal por los derechos humanos aprobado en 1948.
¿Podrá entonces Trump (un vivo ejemplo del capitalista que se rige por el principio de business are business) deshacerse de toda la población migrante? ¿Será ahora cuando todos los capitales se alinearán a sus medidas, supuestamente antiglobalizadoras, cuando son ellos los que más han ganado en las últimas décadas con este proceso? ¿Qué capitales ganarían o perderían con las medidas antiinmigratorias?
Los mismos capitales, aquellos que apoyaron a Trump y los que le apostaron al orden convencional, están en disputa en cuanto a qué medidas los beneficiarán o perjudicarán. La misma sociedad estadounidense está enfrentando hoy fragmentación y disintiendo de las prácticas y los discursos antiinmigrantes y xenofóbicos, aunque algunos sectores, por supuesto, se identifican con ellos. Por su parte, la población inmigrante de Estados Unidos tampoco se está cruzando de brazos. Sus movilizaciones y su presencia política están cobrando importancia. Y, lo que parecerá un contrasentido, es válido preguntarse hasta dónde se mantendrá el respaldo de un núcleo de la población blanca que votó por Trump, frustrado por su poca movilidad social y ausencia de bienestar. ¿No será también parte de la población trabajadora, que tarde o temprano no encontrará respuestas reales a su situación y se enfrentará a los abusos de explotación del gran capital que representa su presidente electo?
Reflexionando sobre los posibles escenarios, recientemente leí un artículo, como siempre interesante, del teólogo Leonardo Boff, El capitalismo será derrotado por la Tierra, cuya tesis fundamental es que el planeta sucumbirá debido a que la velocidad de reposición será menor que la de explotación desmedida de sus recursos, escenario que se suma a otros análisis apocalípticos sobre el triunfo del capitalismo por su sedimentación global en todas las esferas y en todos los espacios. Sin embargo, recientemente Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, escribió justamente algo distinto, La globalización ha muerto, afirmación que puede llegar a ser contradictoriamente triunfalista. Boff concluye que el colapso de la Tierra provocará el fin de esta. García Linera, por su parte, ya da por hecho su fin, pero plantea que existe un horizonte incierto que lo sustituirá. Miguel A. Barrios, argentino, doctor en sociología, investigador y profesor, corrige al vicepresidente boliviano y dice que la globalización no ha muerto. «Lo que está en crisis —punto de inflexión, desde su origen etimológico griego krisis— es un capitalismo monopólico corporativo transnacional con ramificaciones en los ejes financiero-económico-comunicacional-militares de carácter global con epicentro en los Estados Unidos». Y al mismo tiempo afirma que García Linera se equivoca al decir que no existen horizontes que seguir. Barrios refuta que sí los hay en y desde Latinoamérica. Coincide William Robinson, connotado sociólogo, estudioso de la globalización y profesor de la Universidad de California, al referirse a la realidad estadounidense. Robinson comenta que, con la elección del Trump, «contrariamente a lo que dicen las interpretaciones superficiales, la agenda de extrema derecha del trumpismo constituye una profundización, y no una revocación, del programa de globalización capitalista perseguido por la administración Obama y por todas las administraciones estadounidenses desde Ronald Reagan».
Sin embargo, lo que se debe resaltar es que desde los escenarios más pesimistas hasta los más entusiastas coinciden en que estamos ante un grave peligro en cuanto a que el poder económico corporativista transnacional se consolide, se unifique con las corrientes ideológicas de extrema derecha y construya sociedades neofascistas, a lo cual se sumaría lo que afirma Boff, que estamos a la puerta de la peor catástrofe de la Tierra, causada por el ímpetu del lucro y de la expoliación de los recursos. «En otras palabras, la Tierra ya no tiene la capacidad, por sí misma, para satisfacer las demandas humanas. Necesita año y medio para reemplazar lo que se le quita en un año. Se ha vuelto peligrosamente insostenible. O refrenamos la voracidad de acumulación de riqueza para permitir que ella descanse y se rehaga o debemos prepararnos para lo peor», advierte.
Los tres análisis coinciden en que en este proceso se agudizarán las contradicciones, lo cual no significa que no pueda construirse una alternativa al colapso. Dentro de estas alternativas, Robinson plantea la necesidad de unificar la identidad de la clase trabajadora transnacional con las luchas antirracistas y promigrantes. Barrios construye una agenda de proyecto económico, social y político regional en Los Ángeles. Boff, en cambio, es más modesto. Concuerda mucho con las reflexiones y acciones del papa Francisco, quizá una posición cercana a la realidad concreta de los empobrecidos (los más amenazados, pero a su vez los que están dispuestos a luchar por otro orden de vida). Y desde una postura profundamente humanista plantea el marco por el cual ya se está transitando, cuyas acciones es necesario fortalecer «ampliando las brechas, explorando todas sus contradicciones para garantizar, especialmente a los más humildes de la Tierra, lo esencial para su subsistencia: alimentación, trabajo, vivienda, educación, servicios básicos y un poco de tiempo libre. Es lo que se está haciendo en Brasil y en muchos otros países. Del mal sacar el mínimo necesario para la continuidad de la vida y de la civilización».
Por ello afirmo que, si Trump cumple una sola de sus promesas contra los inmigrantes, los desterrados estarán en la punta de lanza de las contradicciones que muy probablemente se revertirán contra el mismo Trump y los Estados nación que sigan sus políticas.
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