Dicha escuela de vacaciones es un servicio voluntario que realizan jóvenes de la localidad —con acompañamiento nuestro— como una forma de trasladar a su comunidad el beneficio que ellos reciben a través de becas. En el 2019 les ofrecieron a los niños y a las niñas participantes herramientas que les permitieran el desarrollo de habilidades para la vida. Trabajaron inteligencia emocional para que las niñas y los niños conocieran modelos de comportamiento diferentes a la actitud eminentemente estoica aprendida por generaciones en las culturas q’eqchi’ y poqomchi’.
El objetivo fue, a través de actividades lúdicas, reconocer y nombrar emociones para aprender a reaccionar y manejarlas. La propuesta de los jóvenes fue su respuesta a la escalada en el índice de suicidios adolescentes que existe entre sus propios familiares y amigos. El año pasado, el confinamiento nos obligó a modificar los planes. Ante la crisis alimentaria optamos por la implementación de huertos familiares.
Con acompañamiento de Yo’o Guatemala y de Funsek, en diciembre arrancó el plan piloto de implementación de 41 huertos familiares. Realizamos capacitaciones teóricas sobre el desarrollo de los procesos, el programa y los tiempos. Se planificó y acondicionó el espacio adecuado destinado a los tablones para plantar. Al principio quisimos darles esta oportunidad a los niños usuarios de otros programas, pero estos no tenían un espacio para la siembra. Tuvimos que extender los términos de referencia y enfrentar gran cantidad de obstáculos que podrían poner en peligro la ejecución:
- Solo el 9 % de las familias elegidas inicialmente cuentan con un espacio de al menos dos por tres metros que se pueda adecuar para sembrar. Esto implica que, por razones económicas, el 91 % del grupo objetivo no dispone de las condiciones mínimas para cosechar alimentos.
- La mayoría de las familias no tienen los conocimientos mínimos para cultivar vegetales. Para compensar esto incrementamos las visitas de acompañamiento y de asesoría.
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- Al menos el 50 % del suelo para siembra no reúne las condiciones adecuadas de nutrientes para sembrar, por lo que hubo que invertir tiempo adicional para preparar la tierra.
- Al menos el 50 % de las familias que participaron no tienen agua para riego. Como alternativa entregamos bombas de riego tipo mochila.
- Muchas de las familias que necesitan cultivar sus propios alimentos están en constante búsqueda de empleo. Al conseguirlo, algunos huertos son abandonados involuntariamente durante el proceso. Con la mejor disposición de apoyar, el joven cubrió voluntariamente ese cuidado.
- Al menos el 20 % de los huertos fueron destruidos por animales domésticos de familias vecinas. Fueron resembrados.
- Al trabajar las siembras con semillas nativas y orgánicas, la germinación no rinde la efectividad esperada. Tuvimos que resembrar más de una vez.
- Los huertos orgánicos crecen más despacio que los transgénicos y los que utilizan fertilizantes químicos, por lo que son más propensos a plagas.
Bruno, el joven universitario que atendió al grupo de familias, recibió a su vez apoyo y asesoría de distintos proyectos amigos cuya labor se centra en siembras y soberanía alimentaria. Visitamos Fundación Río Negro, en Rabinal, y recibimos acompañamiento de Comunidad Nuevo Horizonte, de Petén, agrupaciones que nos animaron a perseverar en el objetivo de inculcarles a las familias el hecho de que los alimentos orgánicos son altamente saludables por la cantidad de nutrientes que poseen al no contener productos químicos, sintéticos ni aditivos. Su consumo ayuda, por ejemplo, a fortalecer el sistema inmunológico, a mejorar la calidad del sueño e incluso a reducir las posibilidades de desarrollar enfermedades, además de que tienen mejor color, sabor y aroma.
Un amigo comentó que parecía que «lleváramos a las familias de la manita». Sin embargo, podemos asegurar, basados en evidencia, que esta práctica personalizada logró que el resultado entregado fuera 100 % efectivo en beneficiar a 189 personas.
La experiencia demuestra que, pese a la desigualdad, es posible implementar proyectos sostenibles y productivos que sean efectivos y exitosos. Se requiere conciencia social, compromiso, respeto, pertinencia cultural, buen uso de los recursos y, sobre todo, voluntad para hacerlo.
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