Como grupo, las mujeres hemos logrado transformar estructuras de pensamiento, ampliar la visión del mundo desde nuestra propia perspectiva y dado a conocer las diferentes violencias que ha generado la segregación social basada en el sexo biológico a lo largo de la historia. Ejemplo de ello se observa en el imaginario de lo «público» y lo «privado», cuya correspondencia se sitúa en que las mujeres en casa, en labores del hogar, cuidados de las y los otros, mientras que los hombres tienen el rol de proveedor y la participación política y ciudadana.
Hemos identificado patrones que nos dañan en las formas en que adquirimos la cultura. Tal es el caso de la «cultura natural», la cual adquirimos desde la infancia y cuya consideración se cataloga como «genuina» por el tipo de interacción inocente que se genera a través de los juegos, la vestimenta, el desarrollo del lenguaje o, dicho de otra manera, la percepción de la realidad desde la primera infancia.
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Posteriormente se presenta y experimenta el proceso de «cultura adquirida», en la cual nosotras hemos identificado y visibilizado la responsabilidad de las instituciones tales como la formación educativa y los ambientes laborales, tal es el caso desde las ilustraciones en los documentos donde las mujeres y los hombres cumplen roles y presentan estereotipos específicos, hasta la posibilidad de optar a ciertos cargos de poder o ejecutivos donde aún no se posiciona en el imaginario la idea de una mujer, a pesar de que legalmente se cuenta con una «igualdad» normativa.
La historia se compone de sujetos, y allí entramos nosotras. Somos el efecto de las acciones de nuestro pasado, ese pasado por el cual pasó nuestra madre, nuestra abuela, nuestra bisabuela, nuestra tatarabuela. Somos el efecto de muchas causas, que han orientado a la historia hacia el reconocimiento de nosotras como mujeres políticas merecedoras de oportunidades y una vida libre de violencia.
La academia nos ha dado la oportunidad de conceptualizar y expresar a través del lenguaje los fenómenos sociales que han sido parte de las causas y las luchas de nuestra posición como sujetos. Surgió el «feminismo», el «género», la «diversidad», la «sororidad», así como también la identificación del «femicidio», «violencia sexual», «violencia basada en género», entre muchas otras.
Desde las acciones de mujeres en distintos momentos históricos, con la participación de nuestras ancestras en cargos de poder y la participación de académicas, ciudadanas, estudiantes y muchas otras que se han sumado a la causa, puedo decir que sí, nosotras somos creadoras de historia.
Mientras concluía este escrito me entero que Lucrecia Hernández Mack ya no se encuentra entre nosotras, sobran las palabras ahora que Guatemala pierde a una mujer política honesta y generosa, técnica brillante y artífice del Modelo Incluyente de Salud, madre y, principalmente, luchadora incansable por derribar el muro de impunidad y corrupción que como una pesada loza sentencia el futuro de tantas y tantos.
La impronta de Myrna Mack Chang para enfrentar y denunciar valientemente el horror y la impunidad del Estado Contrainsurgente, fue un rasgo que Lucrecia hizo propio, en ellas pienso cuando nos veo a nosotras como creadoras de historia, el legado de ambas inspira e inspirará esta lucha por una historia diferente.
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