En todas las sociedades, la casa es importante. Es donde se comparte la comida, se les abre la puerta a los amigos, se les invita a pasar. Es el lugar donde se crece y donde se aprende a amar. Aunque no todas las casas son así en este país, no podemos dejar de luchar por que así sea.
Las casas, en la actualidad, no son fruto solo de los matrimonios. Ahora hay una diversidad de razones para compartir una casa, pero, cuando nace de la amistad de seis hombres y mujeres jóvenes que deciden construir un espacio y abrirlo a los demás, es una buena noticia. Sobre todo si la casa que quieren abrir es un espacio abierto, cuando se invita a ser parte de ella al barrio en el que se encuentra, cuando se piensa en cómo todos pueden aprovecharla. En fin, cuando se invita a ser parte de su esencia.
Así me hablan de La Casa, el proyecto que está por abrir sus puertas en el barrio de la Recolección, en 3a. calle 3-59 zona 1. Es una casa con historia, que habla de las casas de antaño, con dos patios, con el comedor y la cocina en medio, de grandes corredores. Es una casa de detalles, de pisos diferentes en cada cuarto y con gradas poco convencionales. A eso se suma lo que se ha hecho hoy: jaulas de pájaros en el techo y plantas en cazos de peltre.
La Casa es también una apuesta para la transformación de nuestra realidad. Tiene una intencionalidad política. Será un espacio para la discusión, para la propuesta, para que surja también una política municipal de cultura en el corazón de la ciudad de Guatemala. Se confía también en la cultura como medio de pensar una nueva sociedad. De ahí que haya un lugar para conciertos, para el cine, para exposiciones, para vender libros, para contar cuentos.
«Nos nos vamos a hacer ricos con esto», dicen los anfitriones. No es un negocio, y eso le da todo el sentido a La Casa para todos aquellos que la visitaremos. Habrá que conocer la terraza o los patios —todos espacios abiertos para el diálogo o la reflexión—, o bien el restaurante, o el castillo por descubrir. En las palabras de quienes hoy nos dan esta casa para habitar, ella es armonía, celebración, energía, un espacio genuino.
Vayamos a La Casa, a su casa, nuestra casa. Vayamos a celebrar que, ante tantos lugares en este país que se centran en el consumismo egoísta y en el goce individual, haya quienes todavía confían en que podemos construir nuestros espacios colectivos para tejer nosotros nuestra propia sociedad urbana. La cita es el 4 de julio, desde las 5 de la tarde —para conocer, para degustar, para tomar algo, para conocernos, para sentarse en esa banca de tres respaldos de silla diferente—, o el domingo desde la mañana.
Larga vida a La Casa y gracias.
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