Noviembre marca pasajes relevantes en la dinámica comunicacional de nuestro país, los cuales se iniciaron en 1729, cuando apareció el número inaugural de La Gaceta, referencia que en 1948 llevó a la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) a plantear que el 30 de dicho mes se declarara Día del Periodista y que el Congreso de la República lo oficializara con el decreto 47 de 1972.
En esa línea, el 26 del undécimo mes, pero de 1975, el Consejo Superior Universitario aprobó, en el punto cuarto, inciso 4.1, del acta número 29 de la respectiva sesión, el nacimiento de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC-USAC), unidad académica que al periodismo sumó la publicidad y la locución para suceder a la Escuela Centroamericana de Periodismo, que funcionó desde 1952 hasta 1974.
Hablar de periodismo, en palabras del polaco Ryszard Kapuscinski, es aludir a un trabajo que «no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse». A criterio del colombiano Gabriel García Márquez, es «el mejor oficio del mundo». El peruano Mario Vargas Llosa señala que es ejercer la libertad, y al irlandés Edmund Burke se debe que, después de afirmarlo en la Cámara de los Comunes, se acuñara el término «cuarto poder».
Vale indicar que, en esencia, periodismo es informar y opinar, proceso que, idealmente, obliga a una serie de técnicas creativo-operativas y prácticas éticas orientadas a recopilar y verificar hechos, acción cualitativa en forma y fondo respaldada en fuentes pertinentes. También es preciso destacar que la independencia es relativa y la objetividad imposible, una en función de la sostenibilidad o la línea editorial y la otra por tiempo, espacio y enfoque.
Actualmente, el periodismo atraviesa caminos escabrosos como consecuencia de la descontrolada irrupción de las redes sociales, desde las que fluye información falsa que se funde y confunde entre un público que no siempre establece si lo que lee, mira o escucha en sus computadoras y teléfonos móviles está comprobado, documentado y sustentado.
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Informar con sello periodístico significa estimular la vocación, es decir, la inclinación motivada por una habilidad innata; desarrollar una preparación universitaria que instruye cómo se elaboran los mensajes para radio, televisión, diarios, revistas o multimedia, así como un amplio acercamiento a la cultura general (elementos que se potencian al trabajar en un medio), o sea, saber reportear, identificar las fuentes y narrar con claridad, precisión y criterio.
Sin duda es fundamental el papel que juegan los medios periodísticos y, por supuesto, las aulas universitarias donde se prepara a quienes a la vocación añaden la aptitud adquirida. En otras palabras, se nutren con la enseñanza científica. En Guatemala, ocho universidades abren sus puertas para tal objetivo, y una de ellas es la Escuela de Ciencias de la Comunicación carolina.
Por lo salones de clase de la ECC han circulado docentes y estudiantes que desde ese espacio han pasado a distintas instancias donde se han desenvuelto con la mística que la profesión exige. Así, su esfuerzo, su sudor y sus lágrimas, derivados de una misión en la que nada es fácil y en la que en cada esquina se halla una realidad llena de drama y tragedia, reflejan la dimensión periodística. Y la sangre ha corrido entre no pocos hombres y mujeres que con su vida han pagado el compromiso de informar.
En noviembre de 2021 se presentan, entonces, los 46 años de trayectoria de la ECC, oportunidad que permite reflexionar en torno a que ella y sus homólogas privadas tienen el reto de ponerse a la altura de las exigencias generadas por los vientos que soplan sobre una carrera que debe renovarse. Asimismo, el asedio que padecen algunos periodistas víctimas de la permanente intolerancia motiva que el gremio cierre filas, pues, para poder interpretar qué ocurre en la pugna de intereses que anclan a Guatemala, cada medio y cada periodista son necesarios.
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