Fue en uno de estos colectivos donde conocí al Nash, un chavo de diseño gráfico, huelguero de corazón y sancarlista comprometido cuyo aporte al movimiento estudiantil, el desarrollo de la línea gráfica de la protesta social, le ha devolvuelto el corazón y la garra al estudiante sancarlista de hoy valiéndose de la memoria histórica. Este aporte lo considero un legado del movimiento estudiantil, y el Nash es parte de él.
Los tres estuvimos juntos el 14 de septiembre, día de la desobediencia civil, cuando el pueblo de Guatemala le demostró al Gobierno que no puede cambiar leyes para proteger sus intereses espurios y creer que puede salir impune. Nuestra desobediencia consistió en no permitir que se izara la bandera durante el acto protocolario y más bien izar, como pueblo, la verdadera bandera de Guatemala: una violada, pisoteada, sangrada y empequeñecida gracias a la corrupción, a las oligarquías rancias y al crimen organizado. Esa pequeña bandera ondeando apenas a media asta fue uno de los momentos simbólicos que marcaron a los que estuvimos allí.
¿Quién gana con criminalizar a los y las manifestantes de la plaza? ¿Por qué se recurre a estos mecanismos sucios en el momento político más álgido del país? Me lo pregunto cuando veo noticias y pautas publicitarias para criminalizar este gesto genuino del pueblo de Guatemala y desprestigiar a dos de mis compañeros. Tomar a un individuo y exponerlo a la luz pública bajo falsas acusaciones es una técnica utilizada en estrategias de contención de daños, usuales en el manejo de crisis políticas basadas en la generación de mensajes, discursos o noticias falsas divulgados por todos los medios disponibles con la finalidad de desviar la atención pública del verdadero problema y de sus responsables.
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Gracias a estas técnicas de contención de daños hemos visto cómo canales de televisión nacionales y redes sociales divulgan información de lo que sucedió en la plaza el 14S tildando la protesta de «terrorismo». La misma estrategia hizo que circularan fotografías de Mynor y el Nash siendo señalados de agentes desestabilizadores, criminalizando cualquier expresión pacífica para generar percepciones erróneas, vulgarizar la indignación popular y con ello desviar la atención de aquellos que están amenazando el orden público: Jimmy Morales, el Ejército y el Congreso.
Esta criminalización es un mecanismo para asegurar el orden y el control sociales a favor de los intereses de quienes están en el poder. Esto significa mantener a la población inmovilizada a pesar del hartazgo de la corrupción porque así tendremos ciudadanos apáticos y temerosos de actuar, anulados en su capacidad ciudadana de fiscalizadores del Estado. Por eso es importante que en estos momentos de crisis recordemos que la condición ciudadana es un derecho y una responsabilidad que tenemos que asumir para participar activamente en la gobernanza, como contrapeso que marca los límites y los alcances del accionar del Estado.
Para ejercer la ciudadanía en estos tiempos de crisis es necesario hacerse de información de fuentes fidedignas. Informarnos es clave, pues la información es poder. Luego, identificar las organizaciones y los colectivos que están convocando actividades públicas, conocer sus demandas, adherirnos a aquellas que nos parezcan justas y, por último, participar en las actividades con toda la fuerza y el corazón que salgan de nosotros y nosotras.
El miércoles 20 de septiembre se está convocando a un paro nacional en repudio al pacto de corruptos. Se demanda a) retomar la solicitud de antejuicio contra Jimmy Morales por financiamiento electoral ilícito, b) la renuncia de los diputados ponentes de las modificaciones al Código Penal: Orlando Blanco, de la UNE; Delia Bac, de AC; Javier Hernández, del FCN, y Alejandra Carrillo, del MR, y c) la reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, esta última clave para oxigenar las actuales condiciones de la elección de funcionarios públicos y contar con elecciones justas y candidatos idóneos, de modo que no haya que votar por el menos peor.
Pensarnos ajenos a esta crisis no nos ayudará a salir adelante. Más bien nos condenará a una nación corrupta, sin oportunidades y cada vez más atrasada. Hoy más que nunca tenemos que darle sentido a nuestro ejercicio ciudadano.
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