Desde pequeña he escuchado de invasiones campesinas en fincas. En múltiples conversaciones con amigos escuchaba opiniones distintas a favor o en contra de las acciones que se desatan a ese respecto.
Participé en el intento de recuperación de un terreno en Purulhá, Baja Verapaz, que era herencia familiar. En los años 60, mi papá compró a sus antiguos dueños unos títulos supletorios que se usaban como un derecho de posesión. Años después la municipalidad de San Jerónimo reclamó los terrenos como ejidos municipales. Para evitarse problemas, mi papá compró a dicha municipalidad la parte de los terrenos que quedaba en esa jurisdicción.
Poco tiempo pasó para que las municipalidades de Purulhá y de Salamá reclamaran como suyas esas mismas tierras. Luego del asesinato de mi padre, un grupo de personas invadió el terreno. El grupo fue vilmente manipulado por autoridades y funcionarios de turno, con el falso argumento de que era una finca nacional. Obviamente fueron manipulados y abandonados a su suerte. A pesar de ello, nos costó mucho conseguir algún abogado local que quisiera llevar el caso, por temor a represalias.
Acá se sabe que por líos de tierra, corre sangre. Justamente, un par de años después, en la boda de la niñera que había cuidado a mis hijos, un «colado» apuñaló a mi hermano. Con el paso del tiempo nos dimos cuenta que una buena parte de esa famosa «finca del estado» que ellos reclamaban, debería ubicarse por encima de fincas particulares registradas legalmente. En papel, hay fincas estatales que no localizan. Esto implica que existen más escrituras que territorio nacional. Eso no quiere decir que podemos ir a reclamarla a El Salvador, por ejemplo, solo porque acá no alcanza.
De esta experiencia aprendí en carne propia. Sin embargo ningún aprendizaje vale tanto como el que se consigue con el pasar de los años, vivir en las comunidades, realizar investigaciones históricas en temas referentes a las fincas de café, de hablar con muchas personas y sobre todo, después de leer historia. Poco a poco he ido comprendiendo más respecto las causas y los efectos de los problemas de tierra y agua.
Por ejemplo, entre 1889 y 1905 muchas tierras fueron adquiridas por empresarios inmigrantes de origen alemán, quienes introdujeron la siembra y el cultivo del café. Investigando, encontré el documental Los civilizadores, en el que los mismos protagonistas, alemanes e indígenas narran como las tierras les fueron entregadas «incluyendo los indígenas que las habitaban», que desde entonces pasaron a ser llamados colonos.
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La falta de certeza jurídica sobre la tenencia de tierras es el pan de cada día por acá. Lo mismo puedes saber que en su finca, una bondadosa persona mayor fue retenida y aislada por la fuerza por comunitarios que la reclaman como suya, como puedes escuchar que los dueños de una finca quieren hacer una hidroeléctrica en el nacimiento de agua ubicado en la comunidad de los antiguos colonos y por eso quieren desalojarles.
El punto acá es que, ante el enfrentamiento por defender su tierra, cada uno se vale de lo que puede, pero todos sabemos bien que unos pueden más que otros. Es aquí donde debería existir un arbitraje adecuado que procure reparar ese tejido social roído por más de un siglo de injusticias. Lo justo no siempre es legal, pero con la guía adecuada, puede llegarse a algún tipo de acuerdo en donde se pueda vivir en paz.
Por ejemplo, en nuestro antiguo terreno invadido, luego de demostrar su tenencia y propiedad legal, un sabio asesor nos recomendó «llegar a algún acuerdo con los campesinos», quienes adquirieron el lote que habitaban, un precio simbólico y pequeños pagos . De alguna manera, se hizo justicia: ellos ganaron propiedad de un lugar hermoso donde vivir, nosotros recuperamos algo de lo que pudimos haber perdido, pero vivimos sin miedo.
El miércoles, durante el desalojo hecho por mano de la fuerza bruta, hubo campesinos heridos gravemente por arma. Casualmente, escuché que una de las partes estaba intentando coaccionar a las autoridades para «omitir» las partes de esta historia que no le convenían.
Así las cosas en este remedo de país.
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