Se llame como se llame, se llegue a implementar o no, y de la manera en que se les ocurra, es un hecho que ni los críticos aterrizan en decir cómo habrían manejado ellos mismos la situación (pero de manera puntual, no con retórica extrapúdica) y que quienes defienden el sentido y contenido del documento reconocen que algo mejor se pudo haber obtenido (porque, la verdad, no entienden lo básico de una negociación asimétrica).
No es necesario demostrar que la negociación es asimétrica ni ...
Se llame como se llame, se llegue a implementar o no, y de la manera en que se les ocurra, es un hecho que ni los críticos aterrizan en decir cómo habrían manejado ellos mismos la situación (pero de manera puntual, no con retórica extrapúdica) y que quienes defienden el sentido y contenido del documento reconocen que algo mejor se pudo haber obtenido (porque, la verdad, no entienden lo básico de una negociación asimétrica).
No es necesario demostrar que la negociación es asimétrica ni hacer desplantes de imaginaria igualdad que no caben si van a hablar de dignidad (otra vez en el sentido púdico exponencial). Ya hace rato se habría manifestado, como cuando se mostró el uso de guatemaltecos inoculados con sífilis para experimentar en busca de un medicamento. Si los argumentos de evitar una catástrofe económica y social como consecuencia de aranceles y gravámenes a las remesas son medianamente ciertos, entonces hay que acercarse al pragmatismo lo más posible y plantear qué necesitamos a cambio de adoptar el papel que nos otorga el acuerdo como se llame.
Hay expresiones respecto a cómo se debería manejar la situación de acá en adelante, respecto a de qué manera podremos ser un país libre realmente (y no de manera retórica), autosuficiente y digno. Hoy me ha llamado la atención una de ellas, que propone diversificación económica. Y una de las respuestas dice sarcásticamente que sí, pero con industria, y no con arveja china y minivegetales. Estoy en desacuerdo con ambos, ya que la primera es generalista, no ahonda en el qué y el cómo, y la segunda es malamente sarcástica al ser obvio que no contamos con características ni insumos para ser industriales y dejar de ser arvejeros. Además, mal hace en despreciar la exportación de estos productos que si alguna característica tienen es ser altos generadores de empleo en el campo.
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Allí hay una idea para que los que están cerca de la capacidad de moldear el acuerdo como se llame puedan pedir algo que nos libere las semillas mejoradas de arveja y para poder traerlas a Guatemala. Hace décadas que no tenemos acceso a semillas nuevas de este tipo por no ser miembros de la UPOV. Al no tener ley nacional, no caería mal que nos permitieran mejorar la productividad y la calidad del cultivo. Por cierto, este es uno de los incumplimientos nacionales en el marco del Cafta. Asimismo, existen una serie de decisiones administrativas gubernamentales de la otra parte que pueden hacer que nuestros productos de exportación estén en posición de lograr mayor competitividad y mejores retornos económicos. No crean que se aboga por el conformismo o por no variar cualitativamente la base productiva en el mediano y largo plazo. Lo que sucede es que no vamos a pedir trato preferencial para exportar automóviles o productos de tecnología cuando las condiciones de nuestros factores de producción no dan para eso.
Al tratar los asuntos de Estado, y en las relaciones entre Estados, debe hacerse acopio de serenidad, dignidad, nacionalismo y otras virtudes, pero ante todo, en estas condiciones tan asimétricas, principalmente de dos: pragmatismo y conocimiento.
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