No es nada nuevo el tema del muro. De hecho, si somos honestos, no deberíamos escandalizarnos de ninguna manera por dicho tema, ya que desde inicios de la década de 1990 se han construido partes de muro y partes de barda en la porosa frontera México-Estados Unidos.
De esto ya hemos discutido en otras piezas. Lo que se aborda en esta nueva discusión es mucho más grave: la terquedad de la administración Trump en obligar a México al pago completo del muro. No hay forma ni mecanismo alguno en el derecho internacional de que México acepte tal obligación.
Por eso la administración Trump necesita de alguna forma tensar la relación bilateral entre México y Estados Unidos: un...
De esto ya hemos discutido en otras piezas. Lo que se aborda en esta nueva discusión es mucho más grave: la terquedad de la administración Trump en obligar a México al pago completo del muro. No hay forma ni mecanismo alguno en el derecho internacional de que México acepte tal obligación.
Por eso la administración Trump necesita de alguna forma tensar la relación bilateral entre México y Estados Unidos: una relación que, como hemos explicado en otros artículos, no ha sido siempre amable. De hecho, baste recordar el famoso discurso del presidente Clinton en 1995, durante su visita anual al poder legislativo, cuando articuló un discurso totalmente antiinmigración. Este discurso, dicho sea de paso, tiene el mismo tono escuchado en Trump y, seguramente, bajo los estándares globales de sensibilidad actual, sería repudiado. La parte medular de ese discurso se puede escuchar a continuación.
¿El hecho de que un Estado quiera proteger y controlar sus fronteras fomentando la migración legal y penalizando la migración ilegal es un acto deliberadamente racista? No estoy hablando del veto dirigido a países de mayoría musulmana y que, por cierto, fomenta la migración de refugiados árabes de práctica cristiana. Este veto tiene un componente más grave, que discrimina en términos de religión. Estoy hablando simplemente de que Estados Unidos haga lo que cualquier Estado moderno racional: ordenar y regular legalmente el cruce fronterizo.
No habría mayor crítica a lo anterior si uno dejara de saber que hay una hipocresía de parte de Estados Unidos en términos de fomentar indirectamente la migración ilegal. En lugar de atacar el problema desde una visión de la supply-side economics (afectar la oferta), se criminaliza al migrante, pero no a quien contrata trabajadores ilegales. Esto permite que Estados Unidos llene la cuota de mano de obra barata que permite que los estamentos de clase baja estadounidense se liberen de la realización de tareas manuales. Apunta también al hecho de que la migración ilegal mexicana no roba ningún trabajo deseado por los ciudadanos estadounidenses, ya que, hasta donde yo sé, ninguno de ellos está interesado en realizar trabajos manuales bajo el sol, bajo la nieve o bajo la lluvia por salarios debajo del mínimo. Falso es también el argumento de que la migración ilegal es caldo de cultivo de patologías sociales, pues el migrante ilegal (si bien se dice que nadie es ilegal), por el mismo deseo de pasar desapercibido, evita cometer cualquier tipo de delito. De hecho, el índice delictivo de las ciudades santuario de migrantes no es mayor que el del resto de las ciudades. Entre otras cosas, la idea es hacerle bullying a México.
Si le hacemos una necropsia al ridículo discurso del muro, notaremos la demagogia de este presidente. El muro fronterizo costaría, según la cifra más conservadora, 12 000 millones de dólares estadounidenses (MDE). Y se argumenta que México debe pagarlos porque no hay dinero en el sistema. Sin embargo, la actual empresa militar estadounidense en Afganistán nos cuesta alrededor de 60 000 MDE al año (las estimaciones varían). Eso significa que la estúpida pared, si fuera a implementarse, costaría un estimado de 2.4 meses de guerra en Afganistán, gasto que no incluye otros esfuerzos de liberación como los de Irak, Siria, Libia o Yemen. En realidad, frente a lo que Estados Unidos gasta en guerra, el muro es una bicoca, pero queda claro que la cuestión es hacerle bullying a México.
Hablemos del tan mencionado déficit comercial. El déficit comercial de Estados Unidos con México fue la razón para justificar el desmonte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y obligar a México a negociar otro tratado. Hasta noviembre del año pasado Estados Unidos tuvo un déficit comercial de poco más de 58 000 MDE con México. Si bien se puede pensar que México está inundando a Estados Unidos de bienes y servicios, en realidad las empresas de ambos países trabajan en conjunto al producir diversos bienes que convierten la región de América del Norte en una más competitiva. Sin embargo, si el debate es de números, resulta que el déficit de Estados Unidos con Alemania (de acuerdo con la Oficina del Censo de los Estados Unidos) fue de 59 000 MDE en diciembre de 2016. Si la administración Trump está indignada con que un país le pegue hasta por debajo de las muelas en el comercio no equitativo, veamos el caso de China. En el mismo período, el déficit comercial con China fue de 319 282 MDE.
Pero, claro, hacerle bullying a México es más fácil que hacérselo a los alemanes o a los chinos. Y he aquí el problema: cualquier minoría en situación de indefensión será objeto de algún tipo de abuso (verbal o directo) por parte de esta administración. Lo anterior incluye falsear datos, crear narrativas alternativas, fomentar el miedo con fantasmas inexistentes y demás tácticas. En realidad, antes de que llegara Trump al Despacho Oval, solo cuando Calígula nombró cónsul de Roma a su amado Incitatus (su caballo preferido) habíamos visto que un animal tuviera tanto poder político.
David Martínez-Amador
Autor
David Martínez-Amador
/ Autor
Liberal, y Demócrata. Ha sido profesor universitario en Canadá, México, Guatemala y Costa Rica. Ex Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Ha sido consultor externo para diferentes agencias estatales de seguridad en la región así como instituciones de justicia. Su eje de investigación principal refiere al impacto que las estructuras de crimen organizado tienen en el proceso de consolidación y reconstrucción democrática en sociedades post-conflicto.
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David Martínez-Amador
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David Martínez-Amador
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Liberal, y Demócrata. Ha sido profesor universitario en Canadá, México, Guatemala y Costa Rica. Ex Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Ha sido consultor externo para diferentes agencias estatales de seguridad en la región así como instituciones de justicia. Su eje de investigación principal refiere al impacto que las estructuras de crimen organizado tienen en el proceso de consolidación y reconstrucción democrática en sociedades post-conflicto.
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