La imagen que presentó aquel medio fue de tal envergadura que si son verdad todas esas cualidades, se esperaría que doña Wendy estuviese dando un ejemplo y haciendo lo posible por lograr una solución justa y humana al problema que vincula directamente a la familia Widmann con el Polochic.
En Guatemala estamos acostumbrados a adoptar posiciones inflexibles, a ser poco reflexivos, a vivir envueltos en fantasías o mentiras y sobre todo a tener poca memoria. Y aunque no se puede generalizar, la verdad es que los medios contribuyen mucho en esa situación. Si se parte de que la información es el cimiento de todo proceso democrático se puede decir que estos contribuyen muy poco a su construcción –llamo democracia a algo que va más allá del proceso electoral– no educan, no denuncian, no provocan el debate de ideas y no se auto cuestionan, en otras palabras son irresponsables frente a los ciudadanos.
Hay muchas aristas desde donde se puede observar que los principios de autonomía y ecuanimidad no se cumplen. Una manera fácil de advertirlo es la pasividad con que los medios permanecen frente a la captura del Estado y la intervención de posiciones dominantes en el mercado. El tema del gremio azucarero, a propósito de la introducción de esta nota, es un buen ejemplo para entender a lo que me refiero. Guatemala es el quinto exportador mundial de azúcar y probablemente el más productivo por hectárea cultivada. En los tres últimos años, el precio internacional casi que se ha triplicado. El quintal de azúcar pasó de valer US$11 en enero de 2008 a US$28 en enero del 2011. No obstante lo anterior, en el mercado interno la libra de azúcar pasó de valer Q2.40 en enero del 2010 a Q4 en julio del 2011–un incremento del 80%. Según los azucareros, la justificación del aumento fue la inoperancia del Estado para frenar el contrabando del edulcorante hacia México. Se requería de una medida que sustituyera los menores ingresos del sector, los cuales efectivamente cayeron pues las exportaciones de azúcar a ese país pasaron de US$12 millones en el 2007 a US$6 millones en el 2008.
Sin embargo, cabe preguntar ¿es justificable y correcto que los azucareros se aprovechen de su posición dominante en el mercado interno para solucionar el problema de sus ingresos con un mercado fronterizo? Más aún cuando existe una bonanza, según estadísticas del Banguat el sector ha pasado de exportar US$378 millones en el 2008 a US$726 millones en el 2010. No creo que el gremio se vaya a hacer más pobre por esta situación cuando además del azúcar participa de una gran porción del sector energético y financiero del país. ¿No es un poco ambiciosa esa actitud?
Casi nadie en los medios ha cuestionado el por qué los guatemaltecos tienen que pagar el sobreprecio del azúcar para solucionar un problema de ingreso del sector azucarero en otro país o cómo es que se ha subvencionado en el pasado la industria azucarera pagando precios internos superiores al mercado mundial o lo que es peor, por qué los espacios contingentes para la importación de azúcar para regular el precio han sido capturados por el gremio. Estoy seguro que ahora que el Estado nuevamente tuvo que abrir el espacio para importar azúcar, algunos medios defensores saldrán a criticar su posición –tal como ocurrió hace algunos años cuando el gobierno tuvo que abrir la importación de pollo, carne de res, aceite vegetal, leche y también azúcar–, a impedir cualquier tipo de regulación y a evitar cualquier juicio de opinión elogiando la solidaridad y filantropía del gremio a través de su fundación, Fundazúcar.
Y no es que estén mal las acciones de esta fundación, hay que señalar que en esta organización tienen un enfoque y una metodología de intervención en campo de lo social, en tanto que otras fundaciones consideran la pobreza y las necesidades sociales un asunto de cuchubal. Obviamente hay programas que no corresponden a una función social sino más bien a una responsabilidad propia de la producción de los ingenios como el programa de limpieza de calles y tramos carreteros en época de zafra.
Pero ¿será que existe verdadera actitud y convicción filantrópica del gremio azucarero?, ¿que los aportes que hace la Fundación a las municipalidades compensan el no cobro del IUSI a los ingenios?, ¿que los daños ambientales y en la salud de los pobladores aledaños a los ingenios que causa la zafra, son remediados mediante las actividades de Fundazúcar?, ¿que las deseconomías que causa el precio del azúcar son compensadas mediante estas acciones de responsabilidad social empresarial? No lo creo, tampoco considero que compensen los 10 o 12 Quetzales que se le pagan a un jornalero por tonelada de caña cortada. Hay que asentar que el presupuesto anual de Fundazúcar es de tan solo US$4 millones frente a los US$726 millones que se exportaron de azúcar el último año y que adicionalmente una gran porción del presupuesto anual de operación –cerca de la mitad– ni siquiera corresponde a los azucareros, sino a fondos de cooperación. Entonces, ¿de qué alcance, impacto y responsabilidad social estamos hablando?
En lugar de un juego limpio se observa una estrategia que oculta una tremenda avaricia. Pero lo paradigmático es que el caso de los azucareros se repite en muchos otros sectores como el de las bebidas gaseosas, la cerveza, el cemento, las telefónicas, los bancos, la minería, el tabaco y hasta las maquilas.
Pecar, rezar y hacerse de la vista gorda se ha vuelto costumbre en Guatemala. A veces las cosas son tan claras que no queda duda sobre si los medios son inocentes o poco profesionales. ¿Será porque la prensa escrita y la televisión también se benefician? Se critica permanentemente la debilidad del Estado, pero en lugar de ver cómo se refuerza, se saca provecho de su condición famélica. Pareciese que la idea empresarial es cubrir todos los espacios para ganar, sin importar la innovación o la calidad de la gestión. Al final, los más perjudicados son los más vulnerables.
Sócrates –en los Diálogos de Platón– explicaba cómo el hombre que obra mal a sabiendas no podía ser dichoso. Tal vez por eso es que en Guatemala algunos sufren mucho con la situación política actual. Ahora que existe la necesidad de enfrentar problemas como la violencia, la corrupción o el narcotráfico, pocos pueden dar ejemplo o tienen la autoridad moral para realizar algún llamado. Y en tanto, Wendy, la niña del Polochic, puede tener la convicción –si es que llega a desarrollar su razón– que es peor cometer una injusticia que sufrirla.
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