Modificaron el delito de financiamiento electoral ilícito para salvar el pellejo de los secretarios de partidos políticos implicados en financiamiento electoral ilícito y aprobaron la conmutación de penas de 400 delitos contemplados en el Código Penal. Teniendo varias propuestas sobre la mesa, optaron por modificar el Código Penal con una remendada a su medida. Votaron de urgencia nacional, a hurtadillas y con prisa, sin que mediara discusión o acuerdo alguno con sectores clave involucrados. Actuaron como un ladrón que acecha a la víctima en una esquina, esperando el descuido para dar el golpe. ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué hacerlo un día antes de que la gente agarre fiesta con las antorchas y comience un fin de semana largo?
El Ministerio de la Defensa ya había hecho lo mismo. Había actuado de manera irregular al autorrecetarse un sobresueldo para el presidente de la república y los altos mandos del Ejército. Y lo había hecho un primero de enero. Es que ni vergüenza les da. El que firma y autoriza es el mismo que pone la mano para recibir la plata. Los mismos pecados o, si prefiere, las mismas mañas de los 107 próceres de la impunidad: en feriado, a escondidas y utilizando la función pública para su propio beneficio.
Algunos abogan, las cámaras gremiales incluidas, por que confiemos en estos mismos señores para que reformen la Ley Electoral y el sector justicia, entre otros. Mi mamá decía: «Perro que come huevos, ni quemándole el hocico». Este martes 19, los jefes de bloque están enviando de nuevo al pleno la solicitud de retiro de antejuicio al presidente Morales. Y no es que esté en contra de esta decisión, pero revela el arribismo y el oportunismo de estos congresistas, dispuestos a vender a la madre con tal de salvar su pellejo. La cobardía y la traición son lo suyo. ¿A ellos les vamos a confiar la institucionalidad de este país?
Los diputados y el presidente Morales perdieron toda credibilidad. Cualquier acción de su parte recibirá el voto de desconfianza de muchos sectores. Esto llevará a un largo período de inercia e ingobernabilidad, con las consecuencias políticas y económicas que conlleva. El Cacif y el resto de las cámaras empresariales se equivocan al optar por esta vía. Su miedo los condena a una agonía más larga y dolorosa.
El pueblo de Guatemala tiene la batuta en este concierto. Es cierto que la plaza del 2017 no es la misma del 2015. La plaza de hoy aprendió que es un actor clave en este proceso y que tiene ñeque para cambiar el rumbo. Cualquiera que haya participado en las manifestaciones de estos días sabe que no es un grupo de gente dispersa gritando consignas. Ahora la plaza es un organismo con vida, que tiene estrategia y táctica. Pide limpiar el Congreso, pero también pide un mejor país. Tiene liderazgo. En su interior hay gente que organiza a la masa, que baja o sube la tensión cuando hace falta y que tiene la sabiduría de llamar a la retirada cuando es necesario. Obviamente, no controla todo. Porque es ingenuo pensar que se puede controlar a una turba enardecida, en la cual, además, puede haber unos cuantos infiltrados, encargados de manipular y desfigurar el movimiento. A pesar de estos invasores de la plaza, no se puede hablar de terrorismo ni de violencia porque no hay clima de terror o inseguridad. La plaza está llena de niños, familias, ancianos, jóvenes y doñas latosas como yo, armados con vuvuzelas, pitos y banderas, que no representan una amenaza para nadie, pero que demandan limpiar la mesa.
Adelante con todo. La batuta está en buenas manos.
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