Y aunque a muchos no les parezca el lenguaje políticamente correcto (a mí me ha costado entenderlo), creo que es justo y necesario llamar a las cosas por su nombre, algo quizá difícil de aceptar y que solamente nos cala cuando nos ponemos en los zapatos de quienes son marginados de los textos, por simplificar, porque para qué especificar, si hombre encierra a toda la humanidad y porque obras y no palabras es lo que necesita el país.
Y con esto último estoy totalmente de acuerdo, quizá ...
Y aunque a muchos no les parezca el lenguaje políticamente correcto (a mí me ha costado entenderlo), creo que es justo y necesario llamar a las cosas por su nombre, algo quizá difícil de aceptar y que solamente nos cala cuando nos ponemos en los zapatos de quienes son marginados de los textos, por simplificar, porque para qué especificar, si hombre encierra a toda la humanidad y porque obras y no palabras es lo que necesita el país.
Y con esto último estoy totalmente de acuerdo, quizá si tuviéramos rampas, semáforos inteligentes, noticieros con intérpretes de señas, iguales salarios para hombres y mujeres, las mismas oportunidades para indígenas y ladinos.
Si no existiera discriminación, si se escuchara más la voz de infantes y adolescentes no chocaría tanto encontrarnos artículos que diferencian a hombres de mujeres, por ejemplo, ya que al respecto hay mucho que decir, muchos términos que aprender y muchas actitudes que mejorar.
Talvez no nos molestaría escuchar en una charla el ellos y ellas, comprenderíamos por qué alguien en silla de ruedas es una persona con discapacidad y no una inválida, aprenderíamos a tener un poco más de empatía, a no juzgar a las personas por su forma de vestir o el color de su piel.
Puede que suene trasnochado, pero es lo que pasa todos los días en Guate. Y hablo de artículos, de medios, porque quienes comunicamos no sólo informamos, también formamos, y porque las palabras, el lenguaje y lo que se dice repercute.
Si empezamos llamando al pan, pan, y al vino, vino, iniciamos el camino hacia el respeto a la vida de cada una de las personas que nos rodea. Así podremos ser más sensibles y accesibles y, más aún, solidarios, exigiendo al Gobierno, a las empresas y a todas las personas que lo que se haga y diga en el país sea de acuerdo a las necesidades de todos y todas, no sólo de unos cuantos.
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