La figura de «etnicismos» se presenta en toda cultura y la verticalidad se impone ante las diferencias no reconocidas, o bien no aceptadas. Es aún muy recurrente la mofa hacia lo que se percibe como el «indio», el «pobre», el «muco» y otras tantas ideas despectivas incrustadas a través del lenguaje en el imaginario social, desde la colonia hasta nuestros días.
La cultura es diversa, no existe un solo concepto que englobe la diversidad de culturas habitantes en el mundo, ni siquiera que se atreva a detallar las características específicas de cómo se compone la misma. Los procesos que hemos vivido desde el contacto con «occidente» han generado y repercutido en lo que actualmente nos configura como sociedad. Guatemala carga el peso de una sociedad poscolonial, una visión colonialista, jerarquizada, basada en «castas», en desigualdades y discriminaciones que conllevan a pobreza y violencias sistémicas hacia mujeres, niñez y los mismos hombres.
Convivimos en una sociedad con violencia hacia la mujer por el simple hecho de ser mujer, violencia a hacia la niñez con gran influencia desde el adultocentrismo, violencia entre personas del mismo sexo por cuestiones de clase, raza o grupo étnico. Actualmente podemos hablar o denominarlo como violencia intrafamiliar, discriminación, racismo, violencia de género, entre otras.
Como menciona Karen Offen, desde una visión feminista, para que una persona sea considerada feminista debe identificar las diferencias, reconocerlas y accionar contra ellas. Lo cual, como mencioné en una columna anterior, es aplicable a otros espacios, en este caso, al mundo de la academia desde una visión sociológica de lo que conocemos o identificamos, desde una visión moderna, con la idea de «cultura».
[frasepzp1]
La sociedad guatemalteca ha sufrido puntos de inflexión en aspectos culturales iniciando por la colonia como un proceso de invasión y sometimiento, a lo cual se suman aristas como las cosas que pueden hacer las mujeres y las que no, la idea de cómo debería ser una mujer, cómo debería de ser un hombre, cuál es el lugar de los sujetos basados en sus ingresos, labores o aportes en la sociedad, el imaginario de propiedad sobre otras personas y el obviar los derechos de lo percibido como la otredad.
No existe una esencia sino, más bien, una confabulación de factores que nos han influenciado en mayor medida con la globalización y el desarrollo tecnológico, ya no solo podemos hablar de las estructuras, el lenguaje, la tradición oral, sino que, se suman los medios de comunicación, la inteligencia artificial, los medios de subsistencia modernos, «los sistemas de producción» que se han desarrollado, ya no hablamos, en muchos casos, de la mano de obra, sino de «influencers» o «tiktokeros» e inclusive «onlyfans».
Zygmunt Bauman nos habla desde una reflexión de «un mundo líquido», el cual se conforma de una sociedad con cambios constantes, rápidos e impredecibles, y con la incapacidad de poder afrontar las problemáticas que el mismo ser humano crea por el consumo exacerbado e irracional de las masas, la superficialidad de las relaciones entre las personas y el valor a las cuestiones materiales y tangibles que un sistema de consumo nos genera. «La modernidad líquida es una civilización del exceso, la superficialidad, el residuo y la destrucción de residuos», nos dice.
El modelo cultural de desarrollo de los sujetos, en lugar de ser reflexivo y acorde a procesos de crecimiento integral, e inclusive sustentable, no existe. Hemos sumado a ese nefasto desarrollo cultural poscolonial acciones que la globalización y la «modernidad» traen consigo y que únicamente llevan a la minimización de la humanidad.
Necesitamos aprender a conocernos, reconocernos, buscar y aplicar alternativas posibles y viables para preservarnos como sociedad con tan siquiera un poco de humanidad.
Más de este autor