La historia nos relata el enfrentamiento sanguinario entre militares castellanos e indígenas, la imposición religiosa católica, la expoliación de tierras y de pueblos en el inicio del colonialismo. Luego, los relatos de luchas militarizadas entre facciones de los invasores (criollos y españoles, conservadores y liberales), entre regiones que luego fueron países centroamericanos, todo por intereses económicos evidentes y por la dominación ideológica subyacente, que dan como resultado la independencia de 1821.
Finalizado el siglo XVIII, la revolución liberal de 1871 marca una primera oleada de modernidad, solo que aprovechada, militarmente, por las clases dominantes del momento. De esa manera, se terminan contradiciendo los principios del liberalismo impuesto, que García Laguardia señala de «dictadura democrática [para] fortalecer el poder de un régimen de facto y fuerte que reorganizará el país sobre principios liberales»[1]. Avanzado el siglo XX, otro hito histórico lo marca la revolución del 20 de octubre de 1944, que, salvo por la presencia de un civil en el triunvirato, se trató de un relevo militar: el dictador Ubico por otros militares. Diez años después, los mismos militares revierten el proceso revolucionario para volver al estado de cosas anterior. Nueve años después, 1963, surge otro movimiento revolucionario de las filas castrenses y con este empieza la guerra interna que asoló Guatemala y que trajo fatales consecuencias, cuantitativas y cualitativas, a los pueblos indígenas.
En 1970 se inicia la agresión militar contrainsurgente, que afectó a la población no combatiente bajo el pretexto de la seguridad nacional. Luego, en 1982, la oficialidad joven del Ejército le da golpe de Estado a un militar en el poder ejecutivo. En 1985, los militares dan el permiso para que los civiles recobren el poder del Estado, especialmente el ejecutivo. Se permite una Constitución reformada, con intenciones de inclusión multicultural y de fortalecimiento de lo estatal. En 1996, el Ejército es firmante de los acuerdos de paz junto con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). En 1999, el poder militar solapado, en alianza con sectores protestantes, incentivó la oposición conservadora a la consulta popular de 1999, que propiciaba cambios más estructurales para el reconocimiento de la diversidad del país.
El siglo XXI se inaugura con la penetración casi total del Estado por parte de la corrupción militar, que aprovechó las bases de poder y los cuadros construidos durante la guerra interna. Se privatiza la seguridad pública; se acapara el control de puertos, aeropuertos y finanzas del Estado; se confiscan tierras abandonadas por el conflicto; se legaliza un partido político militar, y empieza el enriquecimiento ilícito de las élites militares que adquirieron poder durante la guerra interna. Mientras tanto, la mayoría va quedando sumida en la pobreza, en la enfermedad, en la ignorancia y en el racismo.
En el 2012, las élites militares vuelven al poder después de 27 años de estar fuera de la escena pública, mas no del ejercicio del poder. Lo que se quiere señalar con la sumaria descripción anterior es que la realidad actual guatemalteca es producto de la presencia e incidencia del Ejército (Fuerza Militar, antes de 1871) durante casi 500 años. Como fieles guardianes de las clases sociales dominantes, han sabido cumplir con su deber hacia ellas y por la fuerza de las armas han estado presentes en todos los cambios sociales, económicos y políticos acaecidos en la triste historia guatemalteca. Por lo tanto, lo que vivimos o padecemos es producto de la intervención, directa o indirecta, que han mantenido independientemente de las formas de gobierno, de los que han estado al frente de estas (la mayoría dictadores militares), y por ello han penetrado los imaginarios sociales para convertirnos en una sociedad colonizada, valga decir, militarizada y violenta.
En la próxima entrega haremos un recorrido por los cambios sociales y políticos permitidos por el Ejército, lo cual nos permitirá entender la lógica de los cambios que no cambian nada.
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[1]García Laguardia, Jorge Mario (1994). La reforma liberal en Guatemala. Guatemala.
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