Trasplantar puede ser exitoso y necesario en el reino vegetal; sin embargo, en el ámbito político, social y económico, no siempre. En la primera referencia destacan la calidad de la semilla, humedad, temperatura y control de plagas, entre otros elementos. En la segunda, afloran aspectos culturales, correlación de fuerzas, percepciones y comunicación, por ejemplo.
Los comicios que Guatemala coronará el 25 de junio, y que seguramente ameritarán un balotaje para el ocho de agosto, implican que las nuevas autoridades determinarán el rumbo de los procesos y su amplio efecto en las esferas de trabajo, seguridad, educación, etcétera. En ese sentido, los antecedentes en nuestro país y en muchos señalan que no hay recetas.
Obviamente, la etapa proselitista es permisiva y un/a candidato/a puede declarar lo que quiera, prometer lo que se le ocurra y afirmar lo que la gente quiere oír, incluso, contradecirse entre mitin y mitin. La repercusión de un discurso de campaña no importa, por lo que no encaja «en boca cerrada no entran moscas» o, «el pez por la boca muere». Persuadir es el objetivo y como no hay análisis ni debates de fondo, el micrófono aguanta con todo.
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Por ello, venimos viendo cómo el contagio bukelista es uno de los signos en los/las aspirantes a comunas, Congreso o Presidencia. Las exposiciones van desde dar una vuelta por El Salvador para «absorber las fórmulas» del gobernante, pretender que les dé una audiencia o, de una vez, recitar los éxitos de la administración vecina.
Vale resaltar que Nayib Bukele camina por el penúltimo año de su periodo de cinco. Que la Constitución Política prohíbe la reelección, pero se perfila que la logrará merced a la correlación de fuerzas construida en el andamiaje estatal: su partido, Nuevas Ideas, domina la Asamblea Legislativa con 56 diputados y el apoyo de tres agrupaciones que le aportan ocho más para totalizar 64 de los 84. Asimismo, fija el ritmo en el Poder Judicial y en casi todas las 262 alcaldías.
Nadie duda de la popularidad del presidente. Sigue en la cresta de la ola, aunque sus opositores lo tilden de dictador, de reprimir la libertad de expresión, de golpear la institucionalidad y de violar los derechos humanos. Al final, decide y publicita; ahí está la megacárcel para pandilleros y la reducción de la tasa de homicidios.
Un par de datos muestra que El Salvador tiene una extensión territorial de 21,041 kilómetros cuadrados, 87,828 kilómetros cuadrados menos que Guatemala, y 6.3 millones de habitantes, 10 millones y fracción menos que Guatemala.
Queda en claro que Guatemala y El Salvador se parecen, pero no son iguales; tienen rasgos comunes, y también contrapuestos. El contexto sociocultural varía bastante. El tamaño del país disminuye o agranda las necesidades, y el número de la población facilita o complica la gestión. La percepción ciudadana en materia política, no se parece; allá, Bukele acapara simpatías a pesar de que suma 11 años de ejercicio público continuo; fue alcalde de Nuevo Cuscatlán (2012-2015) y de San Salvador (2015-2018).
Con base en lo descrito, quienes se visten con el traje de Bukele deberían generar una marca propia, priorizar líneas programáticas para la realidad nacional, garantizar que sus planteamientos encajarán y, principalmente, mirar a su alrededor para medir qué lugar tendrán en el mapa de poder que surgirá en 2024.
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