A partir de la actualización del índice de desarrollo humano, Gustavo Arriola afirmó en una entrevista reciente con Plaza Pública que el problema en Guatemala es la desigualdad. Su preocupación, me atrevo a resumir, se fundamenta en tres fenómenos: el lento avance de los indicadores de educación y de salud del país, el patente deterioro del sistema educativo y del sistema de salud del país (y, en general, de la capacidad del Gobierno) y la opulencia que se ha generado en años recientes, patente en el surgimiento de nuevos centros comerciales.
Partiendo de la idea de que la desigualdad debe preocuparnos, me pregunto: ¿es la desigualdad realmente el problema por resolver o es solo un síntoma de otros problemas? Imaginen, por ejemplo, que la desigualdad es más bien como una fiebre que sufrimos producto de una infección. Enfocarnos en la fiebre va a lograr muy poco por mejorar nuestra salud si no hacemos algo por la infección que sufrimos. Y es obvio que en el ambiente en el que vivimos abundarán los políticos que querrán convencernos de que con una aspirina nos curarán una bronquitis.
Gustavo hace una comparación útil para comprender por qué la desigualdad es más bien un síntoma, y no el problema principal en Guatemala. Él señala que Guatemala tiene indicadores de desarrollo humano similares a Tayikistán, una nación exsoviética. Lo que no menciona Gustavo, que resulta muy importante para comprender los retos de Guatemala, es a) que Tayikistán tiene una desigualdad mucho menor que la existente en Guatemala y en Costa Rica, b) que Tayikistán tiene una dependencia altísima de remesas (casi el 40% del PIB) gracias a migrantes que viajan ilegalmente a Rusia y c) que sus principales exportaciones son productos primarios (metales, algodón y frutas secas).
Comparen la experiencia de Guatemala y de Tayikistán con la de Asia del Este. Corea del Sur, Japón, Singapur e incluso Tailandia y Malasia lograron altos niveles de crecimiento económico que se vieron acompañados de una reducción importante de la desigualdad. Esto no sucede en Guatemala ni en Tayikistán porque dichos países no están generando empleos que requieran mayores niveles educativos y reciban salarios cada vez más altos.
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Estas comparaciones son útiles para evitar caer en la idea de que la lucha contra la desigualdad debe enfocarse en los empleos agrícolas y rurales, allí donde las necesidades son mayores. Esto ya lo intentó la cooperación internacional en África y ha obtenido resultados decepcionantes. La cooperación se propuso implementar los objetivos de desarrollo del milenio en África a través del Proyecto de las Aldeas del Milenio. Con financiamiento millonario, la cooperación se enfocó en educación, salud, agricultura y pequeños negocios. Hace unas semanas se publicó la evaluación que financió la cooperación inglesa (UK Aid) y encontró 1) que no se logran mejores resultados en educación, salud materna e higiene y 2) que la intervención es costosa y que probablemente hay mejores alternativas.
Para concluir, la desigualdad en Guatemala sí debe preocuparnos, pero no es el problema, sino un síntoma de otros problemas. Un problema es que no generamos suficientes buenos empleos en actividades no agrícolas y en las ciudades. Otro problema es que no tenemos un servicio civil capaz de generar proyectos y políticas exitosas. Y es claro que, como en Tayikistán, el problema no lo resolveremos con más remesas ni exportando más productos primarios. Tampoco lo resolveremos si de la noche a la mañana logramos la igualdad que tienen en Tayikistán, pues ellos tienen el mismo nivel de desarrollo humano que nosotros. Tampoco con esos proyectos en favor de la agricultura y de los pequeños negocios que tanto le gusta promover a la comunidad internacional.
Posdata. Aprecio el tiempo que Jean-Roch y Eddy se tomaron en responder a mi columna. Por espacio, solo diré esto: su argumento es que no es posible una burbuja inmobiliaria en Guatemala porque nuestro mercado crediticio funciona como el europeo, el cual no sufrió ninguna crisis en el 2007. Veo dos problemas. Uno, que asumen que la supervisión bancaria guatemalteca es similar a la europea. Dos, que hacen caso omiso de la crisis inmobiliaria europea que reventó en el 2008 en Irlanda y España (1, 2 y 3). En conclusión, mi artículo sigue siendo válido.
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