El mensaje claro, reforzado por los líderes de la Unión Europea y China, es que el resto del mundo continuará con el Acuerdo de París sin la participación de los Estados Unidos. Su resolución rápidamente se topará con tres verdades incontrovertibles.
Primero, el de París será el acuerdo mundial más caro de la historia. Reducir las emisiones sin tener sustitutos accesibles y eficaces para el combustible fósil significa una energía más costosa y un menor crecimiento económico. Los cálculos estimados utilizando los mejores modelos económicos revisados por pares muestran que el precio global de todas las promesas del acuerdo llegaría a entre uno y dos billones de dólares estadounidenses al año a partir de 2030. Sin la participación de Estados Unidos, el resto del mundo debe desembolsar entre 800 000 millones y 1.6 billones de dólares anuales. El acuerdo también depende de la entrega de 100 000 millones de dólares al año en «ayuda climática» a los países en desarrollo a partir de 2020, una promesa que vino originalmente de los Estados Unidos.
Estos enormes costos han puesto en peligro el acuerdo desde su firma. No es difícil imaginar a otros líderes que se resistan a un crecimiento más lento o naciones ricas que renuncien a la ayuda prometida.
En segundo lugar, el acuerdo siempre iba a tener un pequeño impacto en las temperaturas, pero sin los Estados Unidos se logrará aún menos.
Lo poco que cualquiera de nosotros recuerda del Acuerdo de París es la enérgica retórica de los líderes que dijeron que estaban comprometidos a mantener los aumentos de la temperatura en menos de 1.5 grados Celsius. Era un compromiso sorprendente.
Pero el discurso enmascaró la realidad de que las promesas verdaderas del acuerdo de reducción del carbono (que no son jurídicamente vinculantes) solo alcanzan hasta 2030 y solo comprometen al mundo a lograr menos del 1 % de las reducciones de carbono que se necesitarían para mantener los aumentos de la temperatura por debajo de los dos grados Celsius. En otras palabras, el Acuerdo de París deja el 99 % del problema inalterable.
Sin duda, escucharemos a muchos políticos predicar sobre futuros recortes, pero la experiencia no es un buen presagio para tales promesas. El Protocolo de Kioto fue vendido al mundo en 1998 como la solución al calentamiento global y comenzó a desmoronarse casi tan rápidamente como París.
En tercer lugar, y lo que es más problemático, la energía verde está lejos de estar lista para suplantar los combustibles fósiles.
La retórica es inexorablemente optimista: una cita típica del presidente de Bloomberg New Energy Finance, Michael Liebreich, es que «las energías renovables están entrando fuertemente en la era de la subcotización» de los precios de los combustibles fósiles. Esto lo hemos escuchado durante décadas, pero se mantiene en el plano de las ilusiones.
La energía verde es tan ineficiente que su implementación depende casi totalmente de los subsidios. España estaba pagando casi el 1 % de su PIB en subsidios para energías renovables, más de lo que gasta en educación superior. Cuando redujo los subsidios, la nueva producción de energía eólica colapsó por completo.
El subsidio a la implementación de energía renovable para reducir nuestras emisiones de dióxido de carbono ha sido un callejón sin salida. Después de cientos de miles de millones de dólares en subsidios anuales, solo obtenemos, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el 0.5 % de las necesidades energéticas mundiales del viento y el 0.1 % de la energía solar fotovoltaica. Incluso para el año 2040, si el Acuerdo de París se mantuviera totalmente en vigor, después de gastar tres billones de dólares en subsidios directos, la AIE espera que el viento y la energía solar proporcionen solo entre el 1.9 y el 1 % de la energía mundial.
Todo esto significa que es absurdo que los líderes mundiales sigan obsesionados con el Acuerdo de París porque no solo va a fallar, sino que será enormemente costoso y no hará casi nada para solucionar el cambio climático.
La decisión del presidente Trump ofrece una oportunidad para repensar el enfoque. Lo que se necesita desesperadamente es una inversión mucho mayor en investigación y desarrollo de energías verdes, de modo que la tecnología renovable pueda competir con los combustibles fósiles. Iniciativas como la Breakthrough Energy Coalition, en la que Bill Gates ha invertido 2 000 millones de dólares, son un buen comienzo. Pero un panel de ganadores del Premio Nobel convocados para el Consenso de Copenhague sobre el proyecto climático encontró que no debemos solo duplicar la financiación de la investigación, sino aumentarla más de seis veces, a 100 000 millones de dólares al año.
Un compromiso con la investigación y el desarrollo de la energía verde es lo que el planeta necesita ahora de los líderes mundiales, mucho más que una bravuconada.
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