Luego de un año maravilloso me encuentro con una larga lista de ganancias. Aprendí mucho acerca de mí misma, y mis maestros fueron mi familia, mis alumnos, mis amigos y colegas, la vida misma. Abracé la calma, la felicidad. Sonreí mucho. Abandoné ciertos excesos y me entregué a otros, me sobresaturé de trabajo cuando fue necesario y lo solté también cuando fue necesario. Aparecieron nuevas oportunidades. Tuve que tomar decisiones difíciles. Recordé cómo decir no puedo, cómo elegir las batallas, cómo aceptar lo que viene sin que eso mate el entusiasmo. Fue, en resumidas cuentas, un año de amor. Suena a cursilería barata, pero lo digo con toda la seriedad del caso. Eso de ponerle amor a todo y no hacer cosas a las que no se les pueda poner amor no es cosa trivial ni fácil. Pero me ha llenado de alegrías, me ha enseñado a disfrutar, ha otorgado nuevos significados a mis experiencias pasadas, y miro el porvenir con ojos esperanzados.
No es cosa mía. Cada quien recorre el camino para encontrar su propia versión de ponerles amor a las cosas. Lo veo en lo que hacen, en lo que dicen.
Entonces es bonito recordar que, hablando del avance de la ciencia por estas latitudes y de los que no tiraron la toalla, el año que pasó vi una segunda edición del Congreso Estudiantil de Física; una tercera edición del curso de enseñanza de la astronomía para profesores NASE[fn]Network for Astronomy School Education.[/fn]; la inauguración —¡al fin!— de la Escuela no Facultativa de Ciencias Físicas y Matemáticas de la USAC, con la conferencia de Juan Maldacena; colegas que nos visitan y generosamente comparten con los estudiantes lo que están haciendo —y que confiesan que, luego de unas copas, se ponen más generosos y paran ofreciendo cursos en lugar de charlas—.
Empezamos ahora un año prometedor, en el cual de nuevo los estudiantes realizarán su congreso y haremos el curso NASE, mientras nuestra recién nacida escuela dará sus primeros pasos. Pero, además, nos toca celebrar el Año Internacional de la Luz, y espero que encontremos la fuerza para incorporarnos al movimiento mundial tal como lo hicimos para el Año Internacional de la Astronomía 2009. Es un gran acontecimiento que pretende que tomemos conciencia de la relevancia de la luz en todas sus formas y de las tecnologías ópticas no solo como avances científicos, sino también como parte de la vida diaria, como herramientas para el desarrollo sostenible. Es una oportunidad para educar, divulgar, inspirar y ponernos en contacto como comunidad global.
Por si esto fuera poco, se conformó una alianza entre el Goddard Institute for Space Studies (GISS) de la NASA, el área de Ciencias del Sistema Tierra del ICTP y el Sistema Guatemalteco de Ciencias del Cambio Climático (SGCCC) para organizar un taller regional y crear un grupo mesoamericano que desarrolle los modelos locales del clima, actualmente inexistentes. Empieza la cosa con la conferencia abierta Calentamiento global, pasado, presente y futuro, por parte del profesor Vittorio Canuto (GISS, NASA), el 12 de enero.
Entonces, hablando de ponerles amor a las cosas, se nos viene un año intenso, que recibo con una sonrisa y con los brazos abiertos, porque a puro amor —en un sentido muy amplio— se ha llegado hasta aquí y ese mismo amor nos llevará más lejos. Ese amor que sueña con una Guatemala que no tenga nada que envidiar a otros países organizó la Guatemalan School of Astrophysics (Guasa) en el 2013 y, si todo sale bien, la traerá de nuevo en el 2015. Ese amor que busca mantenernos dentro del proyecto Large Aperture GRB Observatory (LAGO) y que está tirando de la cuerda que algún día traerá el Simposio Latinoamericano de Física de Altas Energías (Silafae) a Guatemala quizá ahora, quizá más tarde.
Definitivamente fue un año de amor. Y, como se ven las cosas, en vez de uno, tendré dos.
* Canción de Luz Casal, del álbum A contraluz (1991).
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