Me temo que esta es una pregunta incómoda para los asesores y estrategas del presidente Bernardo Arévalo. Aunque no hay mediciones serias recientes sobre la popularidad o el nivel de respaldo ciudadano a su gobierno, la percepción general es de un desgaste importante y creciente.
A diferencia de los gobiernos anteriores, el desgaste no proviene de la percepción de que el de Arévalo sea un gobierno corrupto y ladrón. De hecho, ha cumplido con la promesa electoral de honestidad.
Podría inferirse que la consigna de la mayoría del electorado fue algo como «no importa que no tengan experiencia, basta con que no roben». Pero, entonces, si prometieron no robar, se les votó para que gobernaran sin robar y no están robando, ¿por qué hay, no solo una pérdida de respaldo ciudadano, sino, además, creciente enojo popular en contra del gobierno de Arévalo?
Sin datos ni encuestas serias que midan estos asuntos complejos, solo se puede especular o interpretar. Un análisis posible es que este mandato electoral, que considera suficiente con gobernar sin robar, en realidad es una ilusión. Por supuesto, la probidad de los gobernantes es una condición indiscutiblemente necesaria, pero no es una condición suficiente para un gobierno efectivo.
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Si esta reflexión es válida, entonces es posible que el mismo electorado que votó pensando «basta con que no roben», ahora antepone a la honestidad la exigencia de resultados concretos de beneficio para la población. Si a esto se le agrega que la gestión de la comunicación social en el Gobierno ha sido desastrosa, pues no debería sorprender a nadie que las percepciones hacia este hoy sean negativas. Muy probablemente una encuesta técnica y objetiva que indague sobre las percepciones ciudadanas sobre lo actuado por el Gobierno desde el cambio de autoridades, destacaría como lo más notorio el pleito con Consuelo Porras, Fiscal General y Jefa del Ministerio Público. Además, la tardanza o incapacidad para entregar resultados, como la reparación de la autopista Palín-Escuintla. Sin dejar atrás, la desastrosa operación política en el Congreso, una lista de intentos fracasados por lograr la aprobación de legislación de interés del Ejecutivo.
Seguramente esas encuestas revelarían que la gente está convencida de que Porras está al servicio del pacto de corruptos, pero que poco le importa, como poco le importa la elección de las altas cortes, ya que lo que realmente preocupa e interesa a la ciudadanía son cosas concretas y cotidianas, como la tardanza en reparar la carretera o la falta de acción del Gobierno para contrarrestar el incremento de los precios.
Por supuesto, acá no se está defendiendo a la nefasta fiscal Porras, ni minimizando la importancia de recuperar al Ministerio Público sacándola. El punto es que lo visible del gobierno del presidente Arévalo, y lo que muestra su comunicaciónsocial, es que esa es su prioridad, y han generado la dañina percepción de que es lo único que están haciendo, toda vez no hay otros resultados a la vista.
Esto es tan dañino y peligroso, al punto que ya se escucha a más de alguien añorando el régimen de Giammattei, diciendo «eran corruptos y ladrones, pero por lo menos hacían algo». Por supuesto, falso y falaz, pero no por ello deja de ser una percepción que puede propagarse peligrosamente.
Quizá el presidente Arévalo y sus asesores deban cambiar la estrategia, por supuesto continuar la lucha por sacar a la nefasta Porras, pero con perfil más bajo. Y el buque insignia de su flota sean resultados que atiendan las necesidades cotidianas.
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