Cobijar y cuidar en su organismo durante siete o nueve meses a un ser, y después alimentarlo y protegerlo de dificultades, riesgos y peligros; también cargarlo en brazos, en la espalda o arriba del estómago por lo menos un año más, constituye el mayor acto de amor, y lo realiza una madre.
Gracias a la maternidad, una persona vive, y aunque en el proceso es indispensable la participación del hombre, la mujer es el factor determinante. Las féminas han desempeñado un papel crucial en la vida familiar, encargándose, al inicio de la historia, del hogar, buscando alimentos y cuidando de los hijos. Sin embargo, esta narrativa no abarca toda la diversidad de experiencias y roles cumplidos por las mujeres a lo largo del tiempo.
A la cultura griega se atribuye haber instaurado el primer día en honor de la madre, pues en el año 1200 antes de Cristo se organizaron fiestas para celebrar a Rea, progenitora de Zeus y de otros dioses del Olimpo. Con el auge del cristianismo, siglos después la conmemoración tomó como referente a la Virgen María.
Más cerca de estos tiempos y dado que alrededor del mundo contemporáneo fueron estableciéndose fechas para brindar por el ser querido, en 1922 México declaró al 10 de mayo como Día de la Madre. En Guatemala, por medio del decreto 1794 del 1 de octubre de 1968, se oficializó al décimo día del quinto mes del año.
Un siglo antes, tanto en ciudades de Massachusetts, como de Virginia, Estados Unidos, se produjeron iniciativas para reunir y honrar a madres cuyos hijos habían muerto en los frentes de combate de la «Guerra de Secesión».
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En ese sentido, para no perderse en la superficialidad comercial y en el absurdo de regalar planchas, sartenes o lavadoras, es importante resaltar que la madre ha liderado grandes momentos de la humanidad. Por ejemplo, Marie Curie (1867-1934) combinó su responsabilidad de madre, con los aportes trascendentes que dio en las ciencias.
Otra lideresa relevante es Elizabeth Cady Stanton (1815-1902), madre de cinco hombres y dos mujeres, impulsora del movimiento por el voto femenino y organizadora de la primera Convención sobre los derechos de la mujer. En la misma gesta estuvo la británica Emmeline Pankhurst (1858-1928), quien procreó cinco hijos.
Y si bien ser madre es un ejercicio de felicidad, eventualmente se han registrado pasajes de inmenso dolor. Este ha sido el caso de «Las madres de la Plaza de Mayo», un grupo surgido en 1977 en Argentina a instancias de 14 mujeres que emprendieron una lucha por localizar a sus hijos o hijas detenidas-desaparecidas por la dictadura del general Jorge Rafael Videla.
También el de doña Emilia García, fundadora del Grupo de Apoyo Mutuo y madre de Fernando García, una de las víctimas de la represión política de los ochenta en Guatemala. Y en ese contexto, es preciso recordar a doña Juanita Loza de Molina, la primera mujer del hemisferio en exigir a un gobierno que investigara una desaparición, la de su hijo, Juan Luis Molina Loza, el 13 de enero de 1971. Ella se plantó frente a Palacio Nacional y como respuesta, el presidente de entonces, coronel Carlos Manuel Arana Osorio, la recluyó en el neuropsiquiátrico.
La relevancia de la madre en la familia es innegable. Se le abraza y festeja cada 10 de mayo, pero su protagonismo abarca todo el año, toda la vida y aun después de esta. Ella asume su responsabilidad total desde el primero hasta el último aliento, y su presencia o ausencia dejan una huella eterna.
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