Desde octubre de 2022, el deporte guatemalteco sufre un castigo que impide a las y los atletas portar distintivos de nuestro país en las competencias del ciclo olímpico y, en caso de colgarse un galardón dorado, acompañarse de las notas del himno nacional.
Tal disposición fue tomada por el Comité Olímpico Internacional contra su par guatemalteco debido al conflicto por las elecciones del comité ejecutivo. Por eso, las y los deportistas que en junio acudieron a los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en San Salvador, lo hicieron bajo el nombre «Centro Caribe Sports», y en territorio andino como «Equipo de Atletas Independientes».
Aunque tanto en la cita del Istmo, como en la sudamericana propios y extraños supieron que CCS y EAI abrazaban a Guatemala, el reglamento del COI prohibió no solo que ondeara la bandera azul y blanco, y que se luciera el uniforme oficial, sino cualquier alusión a Guatemala. Lo anterior puede calificarse de humillación o ridiculez; sin embargo, es la norma cuando se abre el espacio para participar «por invitación» a países cuyas dirigencias están vetadas.
Sin lugar a dudas, uno de los momentos más emotivos en la vida de las y los guatemaltecos en general se produce cuando el himno nacional suena como consecuencia de dominar el podio en una justa atlética. Y el sentimiento no es menor, incluso a veces mayor, cuando se entona en los partidos de la selección nacional de futbol, a pesar de que usualmente nos quedamos lejos del éxito.
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Por eso, el que las y los medallistas chapines en San Salvador y Santiago tuvieran que oír las notas del himno únicamente en su pensamiento y sin que se izara la bandera, vienen a ser dos de las experiencias tristes en la historia de nuestro deporte. Y como no se ve que vaya a salirse del fango causado por intereses sectarios, todo apunta a que en París 2024 ocurrirá lo mismo.
Ahora bien, a propósito del himno y el futbol es importante destacar, y lamentar, la desafortunada medida instaurada en la Liga Mayor. Y es que, no sé con qué justificación, se ha implantado que en el acto previo de los encuentros solo se entonen 4 de las 12 estrofas, situación que, por ejemplo, no se suscita en Estados Unidos ni en México, en donde respetan la letra completa.
Vale apuntar que el decreto 43-97 expresa que el 28 de octubre de 1896 el gobierno del general José María Reyna Barrios reconoció oficialmente la letra y música creadas por José Joaquín Palma y Rafael Álvarez Ovalle, respectivamente. De igual manera, refiere el acuerdo presidencial que el 26 de julio de 1934 avaló las modificaciones realizadas en los versos por José María Bonilla Ruano.
Es preciso mencionar que el 28 de octubre es el Día del Himno Nacional, conmemoración que, sin embargo, no suele levantar vuelo. También es oportuno señalar que el artículo 4 de la ley citada indica: «Se prohíbe la entonación de versiones abreviadas del Himno Nacional».
Ojalá entonces que muy pronto las delegaciones guatemaltecas vuelvan a enfundarse el uniforme y, de tocar el cielo con la victoria áurea, nuestro himno suene y resuene. Pero en nuestro territorio no se debería borrar ni una sola de las palabras que lo forman.
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