De inmediato hablé con mi amiga Leah Echeverría, guatemalteca ilustre, profesional de la Psicooncología en Guatemala que promueve la humanización, trato digno, educación y profesionalización de pacientes y personal de salud ad honorem.
Hoy me compartió una carta. La leí y no pude sentir más que propias las palabras de Manuel José Arce: «Estoy bajo el impacto de una emoción tan de cimiento, tan de mis hondas raíces de ser humano, que no puedo, no tengo la serenidad necesaria para hacer comentarios». Su contenido no puede quedarse solo para mis ojos y humanidad. Esta carta es una de las cosas más importantes que creo deben darse a conocer:
«A quien interese:
Hoy en día contamos con un sistema de salud en su mayoría deshumanizado en temas de oncología, donde muchas veces los pacientes son abandonados y, en esa deriva, buscan desesperadamente una respuesta que, lejos de ser este sistema de salud un aliciente para el paciente oncológico, es un campo de batalla entre la vida y la muerte, indiferencia y poca compasión frente a la toxicidad física, financiera, social y en muchos de los casos, familiar. Sumado a todo esto, un estado mental debilitado en el paciente que agudiza más el dolor, sufrimiento, abandono de tratamientos, desolación, desesperanza, aumento de consumo de ansiolíticos, depresión, intentos de suicidio y muerte poco digna.
En su angustia, estos pacientes y familias dejados a la deriva recurren a organizaciones no gubernamentales sin conocimiento ni entrenamiento para abordar temas en oncología, poniéndolos potencialmente en mayores riesgos, aunque su eslogan sea "la buena voluntad”. Lamentablemente, tanto las organizaciones como la iniciativa privada son inertes en esta cruzada por la dignificación del paciente oncológico.
Por otro lado, en Guatemala no es nuevo hablar sobre el sistema de salud público colapsado y poca capacidad de respuesta por lo que tampoco es una opción, ni menos un ente rector que promueva las buenas prácticas de atención integral a pacientes oncológicos.
Como profesional de la salud mental e impulsadora de la Psicooncología en Guatemala, sigo haciendo un llamado a las universidades y colegio de psicólogos para crear compromisos éticos, académicos, profesionales con directrices correctas e intervención asertiva que permitan permear en la transformación y dignificación de la salud física y mental del paciente oncológico.
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Los retos y desafíos son muchos; sin embargo, es parte de nuestro trabajo y obligación como profesionales de la salud, universidades, colegio de profesionales, Ministerio de Salud, iniciativa privada, IGSS, ciudadanía, organizaciones no gubernamentales y pacientes activos saber accionar, no hacerlo y no saber el cómo, el dónde y el porqué nos convierte en copartícipes de un hundimiento del ser humano y también nos hace responsables de la corrupción de este país.
Mientras que en los entes rectores prevalezca más la lucha de egos y de políticos partidistas, más que de verdaderos académicos y profesionales de la salud, seguirán siendo un tropiezo y no una solución. Todo se resumirá en un círculo vicioso, pareciera que no acaban las quejas, deficiencias, denuncias y entonces, una ley integral del cáncer difícil de cumplir.
La estrategia para avanzar todos los profesionales de la salud la conocemos, no hay fórmula secreta, al paciente oncológico hay que verlo con supremo respeto, siendo nuestra brújula la ética, bioética, compasión, humanización, el respeto e integridad de una formación idónea de profesionales en oncología que permitan trazar el camino de la dignidad humana.
Pero ¿qué es ser un paciente oncológico? Es un ser humano que tiene nombre, rostro, familia, que piensa y siente, podríamos ser cualquiera de nosotros con una vida, no es una fuente de ingreso económico. Sepamos preguntar ¿cómo podemos apoyar? Y cumplamos de forma íntegra y honorable, que no sea una utopía este camino de la dignidad humana dentro de la oncología».
Espero que las letras de Leah nos sacudan lo suficiente como para motivarnos a actuar de manera constante en la lucha por una vida digna para toda la población, porque en esta carta, todos somos «A quien interese».
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