Y hablando de Paz, desde la firma de los Acuerdos de Paz, se han realizado cuatro eventos de tal naturaleza: los previos datan del año 2000, luego en 2006, y en 2014. Con ello, Guatemala estaba quedándose rezagada en comparación con sus pares en materia de pobreza y calidad de vida. Los más optimistas confiábamos en que la realización de una nueva encuesta podría mostrar mejoras sustanciales, considerando el flujo de recursos fiscales y los sacrificios tributarios, basados en costosas exoneraciones y créditos fiscales a la exportación, con el objetivo de impulsar el crecimiento económico. ¡Nada más alejado de la realidad!
Los resultados no son alentadores, y la indiferencia ante estos refleja bien el clima de inmoralidad, alienación y falta de sensibilidad social que se impregna, no solo en la clase política y en las élites económicas, sino en el acomodado ambiente académico y científico de esta comarca.
La ENCOVI 2023, muy bien fundamentada y con estándares internacionales, comienza señalando los patrones de consumo en alimentación, vivienda, salud y educación de los guatemaltecos. Finalmente, aborda los gastos en transporte, comunicaciones y enseres diarios del hogar. Además, analiza la pobreza total por área de residencia, por departamentos, y las conocidas Líneas de Pobreza; así como la pobreza extrema, las condiciones por edad, brechas y otros indicadores. Esto permite la comparación no solo con pares, sino también con países medianos y grandes en desarrollo y desarrollados. Es, para decirlo en pocas palabras: La Carta de Presentación para acceder a los grandes cónclaves de acceso a mercados y al entorno multilateral del crecimiento económico.
El patrón de consumo del guatemalteco empieza a mostrar el drama: una proporción muy alta del gasto se destina únicamente a la alimentación —casi un 40%—. Otra gran parte se destina al alquiler o pago del hogar y todos los enseres necesarios —casi un 20%—, lo cual no deja espacio para una mejor calidad de vida. Resulta sorprendente que el gasto en transporte sea tres veces mayor que en salud, y que los gastos diarios del hogar superen, en conjunto, lo que las guatemaltecas invierten en la salud y educación de sus hijos y parientes cercanos.
Gracias a las remesas —un tema que merece una discusión aparte—, el consumo ha experimentado un aumento desde el 2000, reflejando el impacto de una inflación persistente que, aunque aparentemente baja, escala año tras año. Ahora bien, el panorama de la pobreza total por departamento es realmente un llamado a rediseñar las políticas sociales:
Alta Verapaz sobresale con una pobreza total del 90.3 % de almas que habitan dentro de su jurisdicción. A pesar de contar con abundantes recursos naturales y ser sede de la mayor generación hidroeléctrica nacional, este departamento también es de los más conocidos por los despojos de tierras, destinadas hoy al monocultivo, principalmente de la palma africana y, por supuesto, de los tradicionales cultivos de café y cardamomo. Se trata de un departamento devastado en la producción de granos básicos, lo que afecta gravemente su seguridad alimentaria. Le siguen Quiché con un 86.4%, Huehuetenango con 81.3% y Jalapa con casi 80%. La desigualdad territorial se evidencia claramente con el indicador metropolitano: 21.6%. La urbe expresa entonces una macrocefalia, concentrando recursos y siendo agobiada por la migración del campo a la ciudad.
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Además, la denominada incidencia de pobreza total nacional no ha mejorado nada desde el año 2000 cuando se realizó la primera ENCONVI. El mismo mediocre indicador persistente: el 56 % de la población guatemalteca continúa siendo pobre, a pesar de los cuantiosos recursos destinados a mantener altas magistraturas, consejos de desarrollo, concejos municipales con dietas muy altas, aportes constitucionales onerosos y demás transferencias fiscales; así como las exoneraciones tributarias para el alto empresariado y otros incentivos para la producción.
Posiblemente, la indiferencia y la alienación para distraerse de estos temas es lo que más duele, como se evidencia en las tendencias y las inquietudes de internautas por todos lados. El asedio al poder Ejecutivo por el Ministerio Público, la lucha de chances por las altas magistraturas y la composición de las comisiones de postulación dominan el escenario. Las minorías resultan estar muy acomodadas y sus devaneos por detentar y perpetuar la desigualdad no tienen límites.
Los Estados modernos, fuertes y en ascenso, no toleran los marcados desequilibrios sociales. Es vital una política social activa —que no existe en la Guatemala actual, ni en la reciente—. En contraposición, las acciones caritativas de filántropos, que con una mano intentan ayudar al prójimo y con la otra lo explotan hasta los límites, no son las que se requieren para forjar una sociedad moderna.
Estos filántropos bien me recuerdan al prologuista de un libro clásico de James O´Connor titulado Crisis fiscal del Estado, quien se acompaña de una frasecilla entresacada de un romancero anónimo medieval que dice así «El señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, hizo hacer este hospital y primero hizo los pobres».
Durante el evento en el Patio de la Paz, uno de los colegas comentó: «Sería bueno que el INE impulsara de nuevo la Encuesta Agropecuaria», la cual presentaba datos sobre la tenencia de la tierra y que ha estado en desuso durante décadas.Y es que se nota la persistencia de una injusta estructura de la propiedad de la tierra y los activos, y además la prevalencia de un sistema tributario regresivo, que las autoridades económicas se abstienen de comentar y enfrentar. Los de la SAT creen, ilusamente, que solo con auditorías y tecnología informática lograrán alimentar de recursos al fisco, el cual no solo está mal priorizado, sino que también es insuficiente para acometer las políticas de protección social que se necesitan para salir del pantano de la pobreza.
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