Algo que influyó en nuestra vida fue tener el privilegio de estudiar bajo un sistema que, con toda su carga colonial, no había caído tan bajo en calidad como actualmente. Recuerdo a los nobles maestros que en primaria nos obligaron a leer libros que, aunque de contextos ajenos, impactaron nuestra vida, nos pusieron a soñar otros mundos y a creer en nosotros mismos. Corazón de Edmundo De Amicis, Ivanhoe, Julio Verne, Edgar Alan Poe, El Lazarillo de Tormes, libros y autores que nos hicieron recorrer tiempos y espacios distintos a los nuestros que, en mi caso, estaba reducido a un mundo indígena excluido y confinado a los barrios tradicionales de Xelajú, sin conocer siquiera la capital de Guatemala. Mentalmente conocimos Europa, América del sur, la época medieval, China, etc.
Todo se derrumbó —como dice la canción— con la modernidad iletrada neoliberal de las últimas décadas del siglo XX, consumista e individualista, para perpetuar el cerco colonial. Modernidad y colonialismo, nunca han estado separados. La tapa a la botella fue el avance de los medios de comunicación que de la lectura en físico pasó al campo virtual. Lo que nos metió a un mundo inexistente, distópico y alienante. Ya no se leen grandes relatos, solo microdatos enlatados desde lo global.
En Guatemala, ha habido una inquisición contra las letras, los escritores, el conocimiento y los valores. De otra forma, no se podría perpetuar el colonialismo. Hemos declinado paulatinamente en la lectura, convirtiéndonos en buenos obreros, mozos, una servidumbre no solo económica sino también política. El sistema opera encerrándonos en el espacio de la ignorancia.
Con muchos esfuerzos logramos leer el Popol Vuj y otros relatos del mundo indígena, porque eso no va con la modernidad iletrada, colonizadora. Fueron editoriales y escritores extranjeros que mantuvieron viva la llama para no sumirnos en el fondo de la ignorancia. Pero, por más que la tiranía, el fascismo y el colonialismo sean fuertes, siempre habrá intersticios que las conciencias libres aprovechan para no apagar la llama del conocimiento y lectura.
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Don Renato, un hombre bonachón, bohemio, tenía su librería «la Gran Popular», donde por 50 centavos o un poco más podíamos comprar libros usados y él, con su sabiduría popular, orientaba nuestras lecturas. Aún recuerdo el aroma a humedad especial que emana de los libros apilados, que se impregnó en la mente igual que las letras en nuestra conciencia. Eran tiempos donde la biblioteca municipal dotaba de una tarjeta especial a estudiantes, para llevar a casa los libros que uno quisiera. Había una colección de libros viejos que relataban historias del imperio chino, aventuras más emocionantes que las exhibidas en Harry Potter, por ejemplo, y que al mismo tiempo nos relataban paisajes, costumbres, culturas, sueños y libertad.
La persecución contra el intelecto, en Guatemala, ha sido velada y expresa. Por eso los grandes literatos tuvieron que huir de Guatemala para salvar su vida. Pero, en medio de ese salvajismo moderno-colonial, siempre ha habido luchadores, conscientes y valientes que han enfrentado al sistema para que no muera el amor y la necesidad a la lectura, tal el caso de FILGUA.
Recordemos que este espacio, esencial para la democracia, ha tenido que superar muchos obstáculos, desde la apropiación indebida que pretendieron sectores que solo buscan la ganancia, hasta políticos a quienes un pueblo ilustrado les da temor, porque pone en riesgo sus privilegios. Al mal recordado Alvaro Arzú, le molestaba que hubiera obras de gente revolucionaria y democrática, y amenazaba con no autorizar a los libreros si exhibían esos libros.
La Feria Internacional del Libro en Guatemala, FILGUA, tuvo sus orígenes en la Feria Internacional del Libro en Centroamérica, proyecto regional que propuso la libre circulación regional del libro centroamericano. En 2024 un problema por abordar es el de las migraciones. La FILGUA 2024 estará dedicada a Francisco Pérez de Antón y se realizará del 4 al 14 de julio en el Fórum Majadas de la capital.
Esta quijotada no depende solo de los libreros, escritores y editores; es necesaria la comprensión y el apoyo de la población, porque está en juego nuestra libertad en la medida en que la ignorancia amplíe su mancha funesta. Como decía mi madre ante asuntos vitales: «por vida suya, asistan».
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