En el foro participarán la académica Anahí Barret, este escribiente y el amigo historiador y cientista social Edeliberto Cifuentes. Durantes nuestras primeras conversaciones sobre el título del foro, que finalmente se ha denominado La Autonomía Universitaria, pasado, presente y futuro. Edeliberto, al calor de las discusiones que puse en el tapete, mencionó al anacronismo como parte de los componentes para evaluar los legados del pasado y las alegorías colectivas que persisten, pero que ameritan cambios radicales.
De mi parte, me refería al declive de diversas institucionalidades creadas por esa época dorada: la del seguro social, la del deporte y la de la universidad estatal, entre otras. En nuestros tiempos, parece que estas figuras jurídicas y políticas enfrentan una urgente necesidad de refundación. La Constitución de 1985 les concedió favores y privilegios, entre los que destacan los altos aportes financieros que las han convertido en cotos prohibidos. Instituciones movidas por personajes diametralmente diferentes a un José Rolz Benett, Carlos Martínez Durán, el científico Rubén Mayorga Peralta o bien un Manuel Colom Argueta. No digamos lo que también sucede en el Seguro Social y en el mundillo autónomo del deporte federado y olímpico.
El problema de la incredulidad, nos dice Lucien Febvre, al hablar del XVI, radica en definir con exactitud la serie de precauciones que se deben tomar y las instrucciones por observar para evitar el mayor pecado, el más imperdonable de todos: el anacronismo. El término se refiere a una acción de ubicar un hecho, una costumbre, un personaje en una época diferente de aquella a la cual pertenecen o que realmente les corresponde. En otras palabras, implica un movimiento de atrás hacia adelante, trasladando un tiempo hacia un tiempo anterior. Se trata, por tanto, de faltas contra la cronología en general.
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Estamos, entonces, ante una confusión de épocas. Tal reflexión nos insta a distinguir los tiempos. Este ejercicio parece llevarnos a redimir el tiempo, a rescatarlo, en pocas palabras. Sin embargo, muchas de las torcidas defensas de la ansiada autonomía van en el sentido de la autarquía que busca acomodar intereses mediocres de aquellos que estrujan el presupuesto, los dineros y los recursos. Esto se hace con el objetivo de perpetuar decisiones que van en contra del bienestar estudiantil y de la eficacia de la educación superior, en un país urgido de tecnología, ciencia y, por supuesto, de un verdadero humanismo.
En aquellas reuniones para atraer a la gente con el título del foro, recordé al gran Norbert Elías y su ensayo Sobre el tiempo, en el que reflexiona sobre: el Pasado, el Presente y el Futuro. Elías advierte que la concepción de estas frases depende de las generaciones vivas del momento, debido a que el trasiego de las generaciones se encuentra siempre en movimiento, como lo está también ese significado de Pasado, Presente y Futuro.
De lo que se trata, entonces, es de apuntalar una serie de cambios, así como los cambios deseados para el futuro. Y es que los resultados van siendo parte de la estructura social y de nuestra propia personalidad. Así, el futuro, que es lo que más preocupa, irá siendo delineado por las propias generaciones, lo que resalta aquí la tremenda importancia de la educación superior.
Al comenzar a hablar de la Universidad de San Carlos de hoy, conviene referirse a la propia decadencia de sus instalaciones, que constituye un problema estructural de la educación pública en general. Y si no acudamos al principal mensaje de la actual Ministra de Educación, Anabella Giracca, quien insiste en que su logro más significativo ha sido el remozamiento y puesta en funcionamiento de baños, patios, techos y demás elementos de la derruida educación pública.
Y bien sabemos que la Ministra se refiere a la niñez de menores recursos económicos, en virtud de que la educación media y secundaria, que precede a la enseñanza superior, es ya un completo coto de caza de los denominados empresarios por la educación. En la actualidad, estos actores se encuentran organizados, anticipando y alertando sobre un mínimo cambio a los libros de texto: hoy hablan de tabúes sexuales, pero seguramente por ahí rondan las ideologías que ignoran el cambio climático, niegan la teoría de la evolución y creen aún en la hoguera inquisitorial que acabó con la vida de Giordano Bruno, simplemente, por comenzar a reclamar que la tierra no era precisamente el centro del universo.
Por ello, en el seno de nuestro conversatorio, al que está todo el mundo invitado, la palabra anacronismo estará en el centro del análisis. En este sentido, debemos entender la autonomía universitaria como la necesidad de contar con una universidad comprometida y coordinada con la institucionalidad pública. De eso y otras cosas hablaremos el 16.
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