Ahora vivo en una zona más tranquila, casi no hay ruido, aunque a veces sin querer escucho a mis vecinos. Como aquella vez que me levanté de madrugada para ir al baño y los gemidos de mi vecina de abajo eran tan incómodamente altos que volví a mi cama lo más rápido que pude, solo para descubrir que mi vecina de al lado tenía planeado llorar amargamente y sin pausa hasta quedarse dormida.
Ahí estaba yo, entre el llanto de una y el placer de la otra, sin saber muy bien qué hacer, pero de alguna manera empatizando con ellas. Yo también había pasado noches llorando, y creo que muchas más que las que pude haber pasado gimiendo, ambas cosas a causa de la misma persona.
También vivo cerca de un centro comercial muy grande. Es tan grande que parece una ciudad. Es tan grande que hay gente que vive ahí. Es tan grande que tiene su propia iglesia. Es tan grande que afuera de la iglesia hay una estatua de Juan Pablo II. Es tan grande que la estatua de Juan Pablo II podría ser de tamaño real. Es tan grande que es más grande que la Ciudad del Vaticano. Es tan grande que podrían poner dentro a la Ciudad del Vaticano para que la estatua de Juan Pablo II pueda estar en un lugar más apropiado. Es tan grande que las personas que viven ahí no escuchan ni llorar ni gemir a sus vecinos.
Pero no era lo suficientemente grande y decidieron ampliarlo. De hecho, ahora mismo está en fase de desarrollo una nueva etapa del proyecto que se llama Antares, como la estrella más grande y brillante de la constelación de Escorpio, y al igual que Antares, es supergigante y, además, brilla, porque está todo pintado de blanco, es tan brillante que duelen los ojos solo de verlo, y es tan masivo que duele todo lo demás solo de pensar que existe.
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Esto coincidió con que comencé a escuchar un ruidito extraño por las noches. Al principio no le di mucha importancia, pero después de escucharlo por más o menos un año, me propuse averiguar qué era. Finalmente descubrí que era un «atajacaminos». Los atajacaminos son aves nocturnas que viven en pareja y se alimentan de insectos.
Ahora no dejo de pensar en él, tal vez porque ese sonido al fin tiene un nombre y nombrar algo es reconocer su existencia, y encontrar una palabra es también aprender a ver.
Hay una canción de Nina Simone que dice: «A través del cielo matutino, todos los pájaros están partiendo. ¿Cómo pueden saber que es hora de irse?»
Leí que los jardines son la antítesis del presente agitado porque en ellos el tiempo se vuelve circular y no cronológico; en los jardines hay una abundancia de cosmos que aparece de la nada. Esta revelación se hizo aún más clara para mí cuando el atajacaminos vino a vivir al jardín de al lado y comenzó a cantar todas las noches. Ahora que vivo en un lugar con menos ruido, escucho más, y cada cambio en el paisaje me parece más violento.
Me pregunto por cuánto tiempo este pajarito va a seguir cantando, solitario, pero persistente, y si de alguna manera, él, mi vecina que gime, la que llora, y yo, somos la misma cosa, y si la única manera de encontrar consuelo en las noches tristes es teniendo la certeza de que la belleza y la serenidad aparecen inesperadamente mientras sigamos atentos, y si es así, entonces, como dice la canción de Nina Simone, «seguiré aquí, no tengo pensado irme… Durante todo el invierno, hasta que los pájaros vuelvan en primavera otra vez, no temo al tiempo».
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